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¿Era realmente feminista Margaret Thatcher como afirma Begoña Villacís?

Se quejaba Begoña Villacís este martes de que en el mural feminista de la polémica que iban a retirar de un muro madrileño (ahora ya no y seguirá en su sitio) solo hubiese feministas que defendieron una ideología y que no se incluya más a menudo a feministas de otras ideologías como, por ejemplo, Margaret Thatcher. Su mención a la exprimera ministra británica ha desatado una ola de reacciones en redes sociales, incluida la de Podemos desde su cuenta oficial, recordando la opinión que le merecía a dicha política conservadora el movimiento feminista.

Los ataques de Margaret Thatcher al feminismo son conocidos. (Foto: REUTERS/Roy Letkey)
Los ataques de Margaret Thatcher al feminismo son conocidos. (Foto: REUTERS/Roy Letkey)

“Escuchad: Hombres y mujeres deberían ser capaces de compartir los derechos y las responsabilidades del trabajo pagado y las actividades domésticas, para que la división del trabajo dentro y fuera del hogar se derribe. Ya van a ver si Dennis [su marido] quiere repartirse fregar los platos”, leyó directamente, a modo de mofa, ante un público entregado a las risas. Esa es la frase usada por Podemos para responder a la vicealcaldesa de Madrid, de Ciudadanos.

Otra de las citas pronunciadas por Thatcher en su día sobre el feminismo y que ha sido recuperada en las últimas horas fue que “las feministas me odian, ¿no es cierto? Y no las culpo. Porque odio el feminismo. Es veneno”. Conocida por su carácter impertérrito y su mano de hierro a la hora de gobernar, también dijo, como recogen los libros de historia y algunas crónicas de la época, que “en política, si quiere que se diga algo, pídaselo a un hombre. Si quiere que se haga algo, pídaselo a una mujer”.

Que Thatcher no comulgaba con el feminismo es algo sabido, como que ni era ni pretendía ser feminista. Intentar verla como tal, se ha dicho, es revisionismo histórico. Pero también se defiende que, como primera mujer en acceder a un cargo de tanta responsabilidad como el de primera ministra, allanó el camino a otras. El debate es intenso en este sentido, dura ya décadas y es difícil encontrar un punto en el que defensores y detractores de la figura de la ocupante del 10 de Downing Street entre 1979 y 1990 estén de acuerdo.

En un artículo escrito por Hadley Freeman para The Guardian hace algún tiempo, analizaba la figura de Thatcher con respecto a la igualdad afirmando que su persona no podía ser considerada como una “luchadora” por la igualdad de género ya que, si bien ella logró romper el techo de cristal de las mujeres en política, no hizo nada porque siguiese siendo así para quienes venían detrás. Es más, recuerda, como otros muchos analistas políticos, que en sus 11 años de mandato solo ascendió a una mujer a un cargo de responsabilidad. Siempre prefirió a los hombres.

Aún así, continúa Freeman, hay a quien le gusta ver en la exprimera ministra británica una “feminista inconsciente”. Un punto de vista muy criticado en la mencionada columna ya que la tesis que se esgrime en el mismo es que en realidad Thatcher responde más al perfil de mujer conservadora individualista que solo luchó por ella misma, no por el colectivo, como se reflejó en sus políticas sociales.

En la misma línea analiza su figura Clara Fischer, en Irish Times, que habla del “antifeminismo egoísta que desplegó Thatcher”. Art Tavana señala esto como la razón por la que las feministas de la tercera ola la odiaban en un extenso artículo en Whashington Examiner. Todo estos análisis coinciden en lo mismo: Thatcher no era feminista ni puede ser considerada como tal.

Sin embargo, más allá de ese planteamiento cuyo sólido pilar se sustenta sobre las afirmaciones que la propia Thatcher hizo y sus acciones tanto políticas como en su vida privada, donde ejercía de perfecta ama de casa cocinando en las cenas con sus ministros, planchando camisas a su marido y demás quehaceres domésticos, existe un intenso debate que se abre cada cierto tiempo sobre el significado de su figura dentro del ascenso de la mujer a los puestos de poder.

En declaraciones hechas a AFP y recogidas por El Economista, Gisela Stuart, diputada laborista, declaraba hace algunos años que, si bien “se le puede criticar que nunca llevara con ella a las mujeres” hay que reconocerle también que “hizo caer barreras y le tocó a la generación siguiente de mujeres franquearlas”. Añadía entonces, que “no les tendió la mano para ayudarlas [pero] demostró que no hay ningún campo en el que una mujer no pueda triunfar”.

Un punto de vista que la escritora feminista Beatrix Campbell ha rebatido asegurando que nunca hizo nada en favor del resto. “No ejerció el poder diciendo a las mujeres 'Podéis ser como yo' sino afirmando 'Soy una excepción’. Thatcher odiaba el feminismo. Era elitista, nunca fue igualitaria. Dio un rostro femenino a un proyecto político profundamente patriarcal”, argumentó en un debate en la cadena británica BBC.

Desconocida para las nuevas generaciones, el cine y la televisión la han acercado al público con una visión pasada por el tamiz de un guion dramático y del paso del tiempo. Con motivo de la promoción por el estreno de la película Iron Lady, estrenada en 2011, la actriz Meryl Streep, reconocida feminista, explicaba sobre esa mujer a la que dio vida en la pantalla que estaba mejor preparada que sus compañeros hombres, pero que no podía permitirse ni un atisbo de emoción porque, al ser mujer, eso sería visto como un signo de debilidad y de ahí su fachada “fría y controladora”.

Decía Streep también en esa entrevista con la BBC (en inglés sobre estas líneas) que si bien no estaba de acuerdo con sus políticas, sí celebró que una mujer fuese elegida para liderar un país porque ella venía de una época en la que las niñas crecían con el mensaje de que “ni siquiera los deportes eran para chicas, podías ser animadora”.

Escuchando a unos y otros, la idea que parece imponerse es que Thatcher -básicamente porque ella misma lo dijo- no puede ser llamada feminista, pero sí aunaba en su persona ciertas contradicciones. Se reía del feminismo y de su lucha por la igualdad de género, pero batalló por llegar al poder y mantenerse en él. Su caso es muy similar al de la antifeminista estadounidense Phylis Schlafly. Ella se enfrentó con uñas, dientes y magdalenas a las feministas de la segunda ola encabezadas por Gloria Steinem, mientras luchaba por hacerse valer en un mundo, el de la política, de hombres.

Su historia, contada en la serie Mrs. America el pasado año con Cate Blanchett en el papel, mantiene ciertos paralelismos con la de Thatcher. Dos mujeres que miraban por encima del hombro al resto de mujeres mientras peleaban por hacerse oír en un mundo de hombres desde su privilegio de pertenecer a una familia acomodada con niñera que cuidase de sus hijos mientras ella hacían política.

Una paradoja que abordaba muy bien Mrs. America en el caso de Schlafly en el mismo año en el que The Crown, en su carta temporada, era criticada por intentar dulcificar la imagen de Thatcher. Más allá de las críticas a la creíble o paródica interpretación que Gillian Anderson hizo de la política conservadora británica, en Time ponían de manifiesto una suerte de intento por maquillar su imagen llevándola al borde de las lágrimas y la emoción más de lo que está documentado.

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