A mamá
A mamá María Arano que con amor e inteligencia supo guiar mis primeros pasos y, al mismo tiempo, elaborar los más exquisitos dulces.
Dos naranjas y un limón, cortar finamente, extrayendo únicamente las semillas. La pequeña cocina a leña caldea el ambiente, en el horno el pan está crocante. Mamá se mueve lenta y segura, acompaña la labor cantando.
Sentada a la mesa hago mis tareas escolares, de tanto en tanto, observo, me quedo pensativa y sin darme cuenta mordisqueo el lápiz.
El gato tranquilo y remolón descansa entre los leños, ronronea parpadeando. Por la estrecha ventana alcanzo a ver la pertinaz llovizna, es sudestada, sentencia mamá. La fruta así dispuesta va a la olla cubierta con dos litros de agua, la coloca sobre el fuego -tiene que hervir hasta que se reduzca a la mitad- me explica y el vapor trae los azahares de octubre, el sol del verano y el aroma de la fruta madura.
Está oscureciendo, las sombras se hacen largas y los cristales del aparador centellean a la luz del farol a kerosene.
-Bueno ya está, agrego un kilo de azúcar- después con la cuchara de madera de la higuera a revolver. Vuelta adelante, otra vuelta más.
-¿Terminaste la tarea? Juntá y ordená, que la mermelada tomó su punto.
Pan recién horneado, la manteca fresca hecha en la mañana, el agua burbujea sobre el perfumado té, la mesa está dispuesta.