Anuncios

El malhumor presidencial

Los más memoriosos recordaron otra conferencia de prensa con otro presidente peronista ofuscado por la pregunta impertinente de otra periodista. Ciertamente cuando Silvia Mercado le planteó a Alberto Fernández que había "mucha gente angustiada" por la cuarentena, no tuvo la carga dramática y consecuencias tan inquietantes como las que sufrió, en 1974, Ana Guzzetti cuando se atrevió a vincular, nada menos que ante Juan Domingo Perón, una parte de la intensa violencia política de entonces con el accionar de grupos parapoliciales y de la Triple A, precisamente prohijados desde el propio oficialismo.

Perón, que cuando estaba relajado solía ser mucho más simpático que Fernández en situaciones similares, le contestó de muy mal talante y pidió ahí mismo públicamente que se iniciaran acciones penales "contra esta señorita". Guzzetti, que después la pasó muy mal y vivió episodios tenebrosos, no se amilanó ante el enojo de ese gigante y le recordó que ella era peronista. No era época todavía de lenguaje inclusivo y el general, que todavía arrastraba giros de su largo exilio madrileño, le respondió con ironía: "Hombre., lo disimula muy bien".

Silvia Mercado, que en lo formal sigue siendo afiliada al Partido Justicialista aunque ya se siente alejada de esa ideología, obviamente no la pasó tan mal tras la pregunta que más incomodó a Fernández durante la conferencia de prensa del sábado último en la cual volvió a anunciar una nueva extensión de la cuarentena.

Sosegado, por un lado, e irritado, por el otro. Un perfecto Doctor Jeckyll y Mister Hyde, el atildado científico salido de la pluma de Robert Louis Stevenson que se convertía en un energúmeno tras tomar una pócima de su laboratorio

"Dejen de sembrar angustia. Angustia es que el Estado no te cuide; angustiante es enfermarse, no salvarse", respondió el Presidente. Apalancado precisamente en la repetición de la palabra "angustia" fue tomando el tono de un reto a la cronista incisiva, que desde ese momento recibió el bullying habitual de los trolls ultra K y del periodismo afín al oficialismo, que ha tomado ese desparpajo maltratador que campea en las redes sociales.

El ejemplo clarifica sobre el porqué de las abruptas y evidentes alternancias de ánimo del jefe del Estado: sosegado, por un lado, e irritado, por el otro. Un perfecto Doctor Jeckyll y Mister Hyde, el atildado científico salido de la pluma de Robert Louis Stevenson que se convertía en un energúmeno tras tomar una pócima de su laboratorio.

Por propio temperamento, por formación de profesor universitario armado de tolerancia para explicar una y otra vez las cosas a alumnos que no conocen de un tema y por armador de alianzas y candidaturas que exigen de infinita paciencia para que terminen cuajando, Alberto Fernández es una persona que se siente cómodo en la conversación amable y en la búsqueda compleja de los consensos. Su forma de hablar pausada y cansina denota que se siente muy a gusto en esa cuerda. Le gusta ser, en ese sentido, el Doctor Jeckyll.

Hay, en principio, tres razones para que toda esa parsimonia de la que hace gala, sea arrasada de un momento para el otro por el Mister Hyde que anida también en su ser, y al que vuelta a vuelta se le sale la cadena.

Una es de responsabilidad netamente personal y sanguínea: puede engranar rápido. Ejemplo 1: aquel señor que se le acercó en un bar, mucho antes de que fuera candidato a presidente, para echarle en cara cuestiones políticas y que Fernández terminó volteándolo al piso. Ejemplo 2: cuando estaba en el llano y respondía barbaridades en Twitter si alguien le llevaba la contra por algo.

Otra razón de sus broncas, en este caso bastante atendible, es cuando sus colaboradores se anticipan en anuncios indebidos (ejemplo: cuando el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero sugirió que habría un aumento de tarifas y el Presidente lo desautorizó) o, peor aún, cuando directamente dejan expuestos fieros errores (ejemplo 1: cuando el ya desplazado titular del Anses, Alejandro Vanoli, no previó que los jubilados saldrían todos juntos hacia los bancos en busca de sus paupérrimos haberes; ejemplo 2: los sobreprecios en las compras de alimentos por parte del Estado; ejemplo 3: los errores en las "filminas" de la última conferencia de prensa, que dieron lugar a nuevos reclamos de países vecinos y títulos en los diarios). Bonus track del "fuego amigo" que irrita a Fernández: los afiches callejeros que dicen que el gobierno nacional se hizo cargo del 50% de los salarios, como si los pagara él y los ministros de sus bolsillos. Todas situaciones que generan desgastes gratuitos.

Al día siguiente de la conferencia de prensa, la periodista le preguntó al primer mandatario en privado si le había molestado su pregunta. Ya recuperada la calma y con el control de su ser de nuevo en manos del Doctor Jeckyll, simplemente le respondió: "No me molestó en lo más mínimo"

La tercera razón de sus intempestivos malos humores repentinos tal vez sea la más importante por sus objetivos tácticos. Si de las otras dos causas mencionadas, cuando le baja el enojo suele arrepentirse genuinamente y no tiene problemas en pedir disculpas de manera pública (todo un mérito para anotar a su favor en un país en que casi nadie pide perdón por nada y es algo que su jefa política y mentora del cargo que ocupa, Cristina Kirchner jamás ha practicado), hay una ira impostada, que busca para congraciarse con su cliente interno más demandante: el ultrakirchnerismo (ejemplo 1: cuando fue durísimo al principio con Jair Bolsonaro; ejemplo 2: cuando calificó de "miserables" a los empresarios; ejemplo 3: cuando el lunes último, en el transcurso de una entrevista con C5N envió uno de sus tantos mensajes disciplinadores a la Justicia). Dady Brieva, cómico de la legua, le redobló la apuesta: "Si tarde o temprano vamos a ser Venezuela, seamos Venezuela ya". El exMidachi se hacía cargo así del hash en Twitter #EsAhoraAlberto, con el clamor de la militancia pidiéndole al Presidente que acelere el paso en romper lanzas y en avanzar en reformas más radicales. El ultrakirchnerismo querría ver todavía mucho más colérico y encendido a Fernández. Si es posible en llamas.

Tal vez por eso, el Presidente dejó que subiera su propia espuma en la respuesta que le propinó a Silvia Mercado en la conferencia de prensa del sábado. Por un lado, funcionarios cercanos a Fernández celebraron que esa pregunta tan lógica de la colega, le sirviera al Presidente para hacer una demostración de carácter y de que el mantenimiento de la cuarentena es su bandera principal del momento. "Va a durar lo que tenga que durar", afirmó. Y punto. No me vengan a reclamar explicaciones que no pienso dar. Las reacciones orgásmicas de la militancia cristinista en las redes sociales no se hicieron esperar. Fernández, investido de Mister Hyde, había metido otro gol que la hinchada festejaba.

Al día siguiente de la conferencia de prensa, Silvia Mercado le preguntó al primer mandatario en privado si le había molestado su pregunta. Ya recuperada la calma y con el control de su ser de nuevo en manos del Doctor Jeckyll, simplemente le respondió: "No me molestó en lo más mínimo".