La maestra y sus tipos: una mirada a la literatura venezolana

<a href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/teacher-classroom-three-pupils-pointing-globe-92359057" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Everett Collection/Shutterstock;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">Everett Collection/Shutterstock</a>

La maestra ha ocupado un sitial de honor en muchas historias de ficción. En ellas, se reconoce el trabajo de las mujeres jóvenes y adultas dedicadas a la enseñanza. Un trabajo que, además de formar a la ciudadanía y tomar parte en el proyecto civilizatorio de los pueblos, asume una propia voz en medio de un mundo liderado por hombres.

Identificar a personajes de maestra, en la literatura venezolana, representa un viaje al pasado en el cual necesitamos reinterpretar los contextos culturales. Es claro ver, a través del tiempo, que la imagen ha cambiado. Antes de la modernización de la enseñanza, la autoridad era reconocida y respetada. Sin su acción, era imposible garantizar la enseñanza elemental y menos aún contribuir con la formación ciudadana.

Figuras inspiradoras

Las historias de maestras atraen e inspiran. Sean obras del siglo XX o del XXI, sitúan la importancia del vínculo amoroso materno–filial con la capacidad de generar cambios internos y externos del estudiantado.

¡Y es que en mi infancia era abril

y septiembre en Venezuela!

¿Dónde está tu Director

con sus miradas siniestras?

¿Dónde tus lindas maestras

que nos mataban de amor?

Aquiles Nazoa. Poema para volver a la escuela.

Una idea curiosamente muy repetida es la del cuidado de la imagen propia como un punto de distinción. Si bien esto se traduce en amor propio, también es un reflejo del consumo de productos para el embellecimiento físico.

“La señorita Berenice era muy diferente. Ella nunca se había casado, ni había tenido hijos soltera (…) Era una mujer pálida, de una pulcritud impresionante, siempre olorosa a jabón y a agua del río, siempre recién bañada y vestida de blanco. Cuando el pelo rubio comenzó a encanecer y, más aún, cuando encaneció totalmente, Berenice fue adquiriendo visos de lirio, de nube, de velero”.

Miguel Otero Silva. Casas muertas (1975).

Sea señorita, misia o maestra (más adelante veremos qué tipo es cada una) su delicadeza por el vestuario es clave. Dicho vestuario representa además una “piel social” para lucir y conservar impoluta a través de la moral y las buenas costumbres.

La señorita: un personaje secundario

En Casas muertas, La i latina, Ana Isabel, una niña decente y La otra señorita la señorita aparece como personaje secundario.

Grabado. Señorita Limardo. <em>El Cojo Ilustrado</em>, publicado el 15 de agosto de 1904, p. 518. <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8379685" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:El Cojo Ilustrado;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">El Cojo Ilustrado</a>, Author provided
Grabado. Señorita Limardo. El Cojo Ilustrado, publicado el 15 de agosto de 1904, p. 518. El Cojo Ilustrado, Author provided

No se trata sólo de un estado civil (la señorita no es casada, como sí lo es la señora): implica mucho más. Corresponde a una mujer sin mancha de pecado con una relación divina, traducida en prácticas religiosas y en una vida marcada por la bondad y el cuidado por los más pequeños.

El bien común

Por ello, se dedica a enseñar y prepara para la primera comunión a los niños y las niñas a través de las clases de catecismo. Si bien su alto nivel cultural le permite tomar partido en debates o en mejorar su calidad de vida, también representa una necesidad de superación del rol materno.

Las señoritas lucen delicadas y también vulnerables. Aunque no todas las historias las describen con una vida plena y feliz, la representan dentro de la valía del rol social (asumido con responsabilidad y compromiso). Es más, ellas se dedican más a enseñar que a formar sus propias familias, de modo que el interés colectivo está por encima del individual.

“¿Acaso era bonita la señorita? Ana Isabel nunca lo había pensado. En la escuela sólo sabía de su voz un tanto velada y monótona. De sus manos que sostenían la tiza, el libro, la regla. Siempre vestida con blusas de alto cuello y largas mangas. Nunca la había mirado a los ojos, nunca la había escuchado reír… ¿Acaso era bonita la señorita? (…) Por la tarde, al regreso, Ana Isabel se lo preguntaba todavía. La señorita había vuelto a ser la misma de siempre. Con su blusa sin escote, las mangas largas ocultando los brazos tan blancos. Su hermoso cabello recogido en grueso moño sobre la nuca, el sombrero de cogollo hundido hasta las cejas.

El camión marchaba lentamente por el camino oscuro. Las niñas iban en silencio tendidas sobre el piso. La señorita, muy tiesa, sentada en la silla, con las manos cruzadas sobre la falda sin decir palabra.”

Antonia Palacios. Ana Isabel, una niña decente. 1949.

Las misias, ingeniosas

En el grupo de las misias se identifican personajes de mujeres adultas y maduras, profundamente reflexivas e ingeniosas y con grandes dotes para aconsejar, así las vemos en las historias de El Doctor Bebé y La escuela mixta.

La misias son viudas, conocen el amor y saben cómo animar a los más jóvenes a contraer matrimonio. Estas lecciones formaban parte de sus enseñanzas dentro y fuera del aula. Por ello, se las observa inquietas y vigilantes frente a sus pupilos.

La maternal maestra

Finalmente, las maestras suelen tener rasgos comunes: dedicación, entrega, lealtad a la profesión y dulzura. Ellas forman parte de la infancia y luego de los recuerdos de un adulto. Sin embargo, pocas veces se las reconoce de manera pública.

La vida secreta de abuela Margarita y Glosa para volver a las escuelas nos acercan a la mirada amorosa de la enseñanza.

Algunas lecciones de la ficción

Señorita Antonia Esteller en <em>El Cojo Ilustrado</em>. Publicado el 1 de septiembre de 1896. <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8379685" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:El Cojo Ilustrado;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">El Cojo Ilustrado</a>, Author provided
Señorita Antonia Esteller en El Cojo Ilustrado. Publicado el 1 de septiembre de 1896. El Cojo Ilustrado, Author provided

En estas historias el salario modesto aparece apenas mencionado, más bien pasa a un segundo plano. En su lugar, aparece el ejercicio de una profesión asumida a través de rituales, costumbres y tradiciones. En este sentido, las señoritas, las misias y las maestras construyen una imagen de la fuerza de trabajo.

Los esfuerzos de las familias por educar a sus hijos quedan recompensados con la dedicación de mujeres preparadas y dispuestas a crear otros ambientes pese a contextos económicos deprimidos. La educación como motor de cambios sociales y personales es una de las premisas de estos personajes y su participación en las narraciones mencionadas

¿Parecido con la realidad?

¿Buscamos estas imágenes de ficción en las sociedades actuales? La autoridad en la enseñanza, el trabajo con las familias ¿son valores que solo se recuperan en la ficción?

Sin duda, la ficción muestra participación de la mujer en la sociedad, pero resulta interesante reconocer relatos de maestras desde otros periplos. Esas nuevas rutas recuperarían las voces de un colectivo en ocasiones olvidado por las memorias.