Anuncios

Madrid, 1929; Dinant, 1939: las dos familias de Francisco Rejas

Bruselas. 6 mar (EFE).- El segundo hijo de la familia Rejas nació un 31 de diciembre de 1928, aunque para el registro civil Francisco llegó al mundo el 1 de enero del año siguiente. Sus padres, con la guerra del Rif reciente, optaron por inscribirle como nacido en 1929 para retrasar un año su convocatoria al servicio militar.

Fue un intento vano de ponerle a salvo del conflicto, ya que al poco de estallar la guerra civil sus padres -republicanos- tomaron la dura decisión de enviarle a unas colonias en Barcelona.

Tres años después, se convertiría en uno de los más de 5.700 niños evacuados de España para ser acogidos en familias por toda Bélgica, en un extraordinario esfuerzo de integración de una sociedad que recibió escaso apoyo oficial y cuyas historias rescata ahora un arduo trabajo de investigación.

Su relato y el de otros menores llega el próximo jueves a la Embajada española en Bélgica, que, mientras conmemora los cien años del establecimiento diplomático español en el país y viceversa, busca agradecer a esas familias por la acogida de tantos niños y niñas españoles.

Hoy son personas como la hija de Francisco, Mari Carmen, quienes, casi un siglo más tarde, cuentan estas historias de supervivencia y de cómo el amor de sus dos familias ayudó a Francisco a superar el trauma del exilio.

“Cuando tiene siete años, sus padres, que son republicanos, proponen algo fortísimo para proteger a sus hijos: les mandan, como se decía, ‘quince días de vacaciones’”, narra Mari Carmen a Efe desde su casa en el sur de Bruselas.

Francisco llega entonces a unas colonias cerca de Barcelona, donde le separan de sus hermanas y pasa los tres años de la guerra.

Ya en 1939, con Barcelona cerca de caer para el bando sublevado, se pone en marcha su salida de Sitges, pero un adulto le quita el sitio en el camión que le iba a trasladar a Francia y, con diez años, se ve obligado a cruzar los Pirineos solo. La suerte quiso que se encontrara de camino con una expedición de otros niños que acabaría llevándole a Bélgica.

Fue en Dinant, al sur del país, donde apareció su “hermana”, una modista de unos veinte años llamada Henriette Bouchat, quien al verle solo le preguntó si quería irse a casa con ella.

“Sigue a esa mujer y llega donde los padres de Henriette, que fueron entonces la familia de acogida de mi padre. A partir de ahí, poco a poco, mi padre sintió que ya tenía dos familias. No tanto dos países en ese momento, pero dos familias, una de origen, la española y una en Bélgica”, explica Mari Carmen.

No todo fue fácil al principio en casa de los Bouchat, porque Francisco no sabía francés y para los otros niños de Dinant era el extranjero, pero cuando su madre adoptiva le defendió ante otros niños él sintió, explica su hija, que sus padres belgas “le querían, le iban a querer y podía estar tranquilo”.

Con 17 años, tras muchos intentos infructuosos de contactar a sus padres -quienes le buscaban en Francia sin saber que estaba en Bélgica- Francisco volvió a España, donde se quedó ocho años e incluso recibió la visita de su familia belga, que conoció a sus padres biológicos en Madrid.

“Él siempre pensaba que había causado una pena enorme a sus padres porque se había ido de España, como si él tuviese la culpa de eso, y después, cuando se atrevió a decir a su familia en Bélgica que quería volver a ver a sus padres, también se culpabilizó mucho porque sabía que estaba haciendo daño a sus padres de Bélgica”, recuerda Mari Carmen.

Francisco volvió a Bélgica en 1953 ayudado por su familia de acogida, donde se estableció con su mujer española y tuvo cuatro hijos.

Al igual que su padre, ella y sus hermanos también tuvieron la suerte, cuenta, “de poder amar a esas dos familias y de sentirse amados”. “A día de hoy, tenemos contactos con los primos de aquí y los primos de España, es muy fuerte la relación todavía. No me gusta la palabra normal, pero hay algo lógico en ese sentimiento”, relata.

Mari Carmen, que nació en 1955, cuenta que “siempre ha vivido con esas dos historias”, sabiendo que tenía una familia en España y otra en Bélgica. De sus viajes a España de niña recuerda “el mundo que separaba la vida en Madrid y la vida en Dinant” y preguntarse cómo lo hicieron sus padres para adaptarse a vivir en un pueblecito al sur de Bélgica donde los horarios, el clima o la comida eran radicalmente distintos.

Ya adulta, Mari Carmen cursó estudios de psicología y de filosofía y hoy ejerce como terapeuta, especializada en el trauma del exilio. “Toda mi historia se ha formado con la historia de dónde vengo y mi interés de tratar a niños traumatizados por diferentes razones, el cómo cuidar a los niños que tienen que pasar por esto”.

A sus pacientes hoy les ayuda a construir resiliencia, un proceso que se acelera con un factor: “encontrar a personas que te amen”. Precisamente la suerte que encontró su padre con su segunda familia, la que le llegó a los 10 años, en un pueblecito belga.

Y es que cuando falleció, en 2018, en su esquela se leían los nombres de la familia Rejas pero, por supuesto, también un recuerdo de los Bouchat-Pirson, su “famille apparentée”.

Laura Zornoza

(c) Agencia EFE