Madres de Abril piden respuestas a represión en Nicaragua

CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Las dos madres caminaban codo a codo delante de un ataúd en Estelí, ciudad del norte de Nicaragua, compartiendo su dolor por las muertes de sus hijos durante una ola de protestas antigubernamentales.

Francisca Machado acompañaba el féretro de su hijo Franco Valdivia Machado, de 24 años, hacia el cementerio un día de abril. Socorro Corrales había enterrado a su hijo Orlando Pérez Corrales, de 23 años, el día previo.

Esa imagen de solidaridad dio nacimiento a un movimiento que fue bautizado Madres de Abril, formado por parientes de muchas de las 325 personas que fallecieron como consecuencia de la represión de protestas antigubernamentales encabezadas por los estudiantes. Sus integrantes exigen justicia al gobierno del presidente Daniel Ortega, que ha acentuado su control del poder y silenciado voces opositoras, arrestando a cientos de personas y cerrando medios de prensa y organizaciones de derechos humanos.

Las madres se preparan para una larga lucha en busca de los responsables de las muertes de sus seres queridos, manifestantes que fueron tildados por el gobierno de delincuentes y golpistas. Tres de las nueve líderes del movimiento se fueron de Nicaragua por temor ser perseguidas.

“No quisiéramos saber de que vamos a tener que pasar todos esos años, pero sin embargo parte de la responsabilidad es que debemos prepararnos para ese escenario”, declaró Francys Valdivia Machado, cuyo hermano menor fue enterrado ese 22 de abril.

Las madres de Nicaragua tratan de aprovechar las experiencias de agrupaciones más conocidas como las Madres de Plaza de Mayo, en Argentina, y las Madres de Ayotzinapa, México. El movimiento nicaragüense abarca unas 150 familias.

Tanto Valdivia como Pérez eran estudiantes universitarios. El primero cursaba el tercer año de la carrera de derecho y el segundo estaba a punto de recibirse de ingeniero. Valdivia componía canciones de rap con letras con trasfondo político bajo el nombre de “Renfan” y le encantaba el béisbol; Pérez era muy activo en su iglesia, ayudando sobre todo a los ancianos.

No se conocían, pero estaban cerca el uno del otro la noche del 20 de abril, durante una protesta contra una reforma al sistema de seguridad social en un parque de Estelí. Pérez cayó primero. Valdivia caminaba hacia él cuando recibió un tiro en la cabeza.

Sus familias creen que ambos fueron abatidos por un francotirador que disparaba desde el edificio municipal. Quince minutos antes de ser abatido, Valdivia había denunciado el uso de la fuerza por parte de las autoridades contra manifestantes pacíficos en un video distribuido por Facebook, sosteniendo lo que parecía una bala de goma en su mano.

La ola de protestas a nivel nacional comenzó el 18 de abril, atrayendo más que nada a ancianos que eran los más afectados por los recortes a sus pensiones. Cuando las movilizaciones de los ancianos fueron reprimidas con violencia por matones de la Juventud Sandinista, los estudiantes se volcaron a las calles en grandes números para defenderlos.

Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, dijeron que el uso de la fuerza se justificaba porque se estaba produciendo un intento de golpe. Organizaciones defensores de los derechos humanos, nacionales y extranjeras, no opinaron lo mismo.

Un grupo de expertos internacionales enviados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para investigar la represión dijo en un informe de diciembre que las matanzas fueron obra de la policía y de grupos oficialistas. Los expertos fueron expulsados del país antes de que pudiesen dar a conocer al público su informe.

Una tarde reciente, Francys Valdivia Machado participó en una videollamada con otras integrantes del comité ejecutivo de Madres de Abril.

La presidenta del grupo hablaba desde una casa alquilada en una localidad de México, adonde se había instalado después de recibir amenazas del gobierno de Ortega. En junio, dos individuos que lucían camisetas como las de matones oficialistas que la emprendieron contra los estudiantes se presentaron en su casa y en su despacho de abogada, preguntando por ella. Valdivia y su familia pasaron semanas escondidas en distintas viviendas de Managua antes de partir hacia México.

Con su laptop abierta en una pequeña mesa y la bandera de Nicaragua desplegada detrás de su silla, la abogada de 28 años habló de la creación de un museo para documentar la represión y de asuntos administrativos.

Las mujeres esperan sellar un pacto de cooperación con las Madres de Ayotzinapa, organización que incluye a familiares de 43 estudiantes desaparecidos en septiembre del 2014 en el sur de México, y establecer relaciones formales con las Madres de Plaza de Mayo.

“Ellas tienen una gran trayectoria de lucha para conocer las diferentes violaciones de derechos humanos que hubieron, la documentación, la investigación, su lucha inclaudicable de exigir la verdad, de exigir justicia y sabemos que son procesos que no son de la noche a la mañana”, manifestó Valdivia, aludiendo a la agrupación argentina, que se formó durante la dictadura militar de fines de los 70 y principios de los 80 para buscar a seres queridos desaparecidos.

En mayo, una rama de la agrupación argentina les envió una carta a sus hermanas nicaragüenses expresando su solidaridad y ofreciendo su colaboración.

Marjorie Agosin, profesora del Wellesley College que escribió un libro sobre las Madres de Plaza de Mayo, dijo que el movimiento nicaragüense puede aprender mucho de la resistencia de las argentinas.

Señaló que las madres argentinas utilizaron efectivamente símbolos --desfilaban con pañuelos blancos en la cabeza que hacían pensar en pañales-- y forjaron alianzas con distintos sectores de la sociedad y con organizaciones de derechos humanos internacionales.

“En América Latina estigmatizan a los pobres, a los desaparecidos, a los estudiantes”, manifestó Agosin. “Si forjas una alianza con gente de clase media o clase alta... eso se da en todos los aspectos de la sociedad”.

Ello hace que le resulte más difícil a un gobierno tildarlos de terroristas, señaló.

El día que Socorro Corrales decidió caminar con Francisca Machado al cementerio estaba enojada.

“Me dio una furia, un dolor, una cólera...”, dijo Corrales, quien ahora está en Estados Unidos, donde pidió asilo.

Caminar junto a Machado ”fue una forma de lucha, una forma de gritar a los cuatro vientos todo lo que estaban haciendo con nuestro pueblo, con nuestros muchachos, con nuestros hijos”.

En los meses siguientes, más y más mujeres se fueron sumando al movimiento y apoyándose mutuamente en los reclamos de justicia para sus seres queridos. Las madres, hermanas y tías de las víctimas se reunían una vez por semana en una rotonda en Managua para mantener su visibilidad, hasta que esos encuentros fueron prohibidos.

Francys Valdivia dijo que empezó a escuchar más y más madres que buscaban asesoría legal. Eventualmente formaron las bases del movimiento.

Las protestas antigubernamentales fueron prohibidas en la práctica en Nicaragua tras la agitación del año pasado, que constituyó el desafío más grande al poder de Ortega desde que fue reelegido hace más de una década, pero los miembros de la asociación han realizado manifestaciones en Costa Rica y España este mes.

“Nuestros familiares iniciaron una lucha”, manifestó Valdivia, aludiendo a su hermano menor muerto. “Nosotros, como familiares, estamos obligados a continuar con esa lucha independientemente del dolor que cada uno podamos tener”.