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Madeleine Albright: "La relación entre EEUU y América Latina es imposible"

“La relación entre EEUU y América Latina es imposible. Porque, o creen que les estamos diciendo todo el tiempo lo que tienen que hacer, o creen que les estamos ignorando todo el tiempo. No hay manera de alcanzar una solución”.

La que fuera la primera mujer en ocupar el cargo de secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, cree que esa tensión entre su país y el resto del hemisferio es una de las razones que explican la propensión latinoamericana al caudillismo que casi forma parte del acervo cultural de la región, tal cual revelan novelas como La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa o Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.

Pero Albright admite que no es una experta en Latinoamérica, y, a continuación señala que es un error muy común ver a la región como un todo, cuando la realidad es muy diferente.

Madeleine Albright Vía HuffPost
Madeleine Albright Vía HuffPost

“Lo más complicado es hablar de ‘América Latina’. Son países diferentes y cada uno con sus propias circunstancias”, declara. “Hay casos distintos, y países que están en fases distintas. Yo encuentro muy interesante el caso de Chile. Tuvieron a Pinochet y luego, súbitamente, un sólido sistema democrático. O en Argentina, que tuvo una influencia clara del fascismo”, sostiene.

Pero, aunque considera difícil generalizar, Albright ve un factor común en ciertos países de la región: “la presencia de pueblos indígenas que, de una forma u otra, han sido históricamente mantenidos al margen del sistema político. Ése es un elemento que no se da en otros países, porque afecta a un conjunto importante de la población, y que se manifiesta en países como Bolivia”.

Albright ha reflexionado mucho sobre el fascismo en los últimos dos años, en los que ha escrito y publicado el libro Fascismo. Una advertencia, que ha alcanzado la primera posición de la lista de ventas del New York Times, y que ahora ha sido publicado en español por Paidós.

“A Chávez se le subió el poder a la cabeza”

Uno de los capítulos del libro está dedicado a la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Aunque lo más paradójico es que Albright conoció en persona al fallecido presidente venezolano, e incluso le pareció un buen dirigente para llevar a cabo la modernización del país sudamericano.

Fue el 27 de enero de 1999, cuando un recién elegido Chávez viajó a Estados Unidos y se reunió con Bill Clinton y con Albright, quien entonces ocupaba el cargo de secretaria de Estado.

“Cuando Chávez llegó, trajo una sensación de cambio. Era un personaje atractivo, y de pronto, y sin que nadie lo esperara, empezó a hablar de los indígenas y de crear un fondo para combatir la pobreza con los recursos obtenidos por la venta del petróleo”, recuerda Albright.

La exsecretaria de Estado, recuerda que cuando “el presidente Clinton y yo nos reunimos con él, nos pareció una buena opción”.

Según Albright, la evolución posterior de Cháve guarda un paralelismo con lo que le pasó a otro líder político que merece otro capítulo de su libro: el presidente turco Recep Tayyip Erdogan.

Recep Tayyip Erdogan. (Presidential Press Service via AP, Pool)
Recep Tayyip Erdogan. (Presidential Press Service via AP, Pool)

“A Chávez se le subió el poder a la cabeza. Es lo mismo que pasó en Turquía. Ese país estaba también gobernado por una élite, como Venezuela. La única diferencia era que en Turquía la élite tenía que compartir el poder con los militares. Y Erdogan ganó limpiamente las elecciones, en buena medida porque se fue a hacer campaña y a movilizar a votantes en sitios que los partidos establecidos ignoraban. Chávez movilizó a sectores de la sociedad venezolana que no tenían voz, y luego, en el poder, les prestó atención. El problema es que el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Y eso, por desgracia, es válido igual para Turquía que para Venezuela que para Hungría”, precisa Albright, para quien el gobierno húngaro está, al igual que el polaco, deslizándose peligrosamente en esa misma dirección.

En el libro, la exsecretaria de Estado no deja claro si el chavismo – y su actual versión, el madurismo – es realmente fascista. Ése es el terreno, más bien, de países como Hungría, Polonia, y Turquía. Incluso en el caso de EEUU sostiene que el país no se está deslizando hacia el fascismo, a pesar de su antipatía política por Donald Trump, previsible en una discípula de Bill Clinton y amiga del expresidente y su esposa, Hillary.

Hillary Clinton y Madeleine Albright en un acto de campaña hace tres años. (Photo by Justin Sullivan/Getty Images)
Hillary Clinton y Madeleine Albright en un acto de campaña hace tres años. (Photo by Justin Sullivan/Getty Images)

Pero Albright sí cree que una serie de características del chavismo, –la explotación de las divisiones sociales– coinciden con lo que ella considera un régimen fascista.

Una de las ideas centrales de su libro es que los fascistas llegan al poder con el apoyo de los partidos conservadores, que tienden a creer que van a controlar a esos nuevos elementos políticos. Otra, que el fascismo tiende a imponerse mediante métodos legítimos, es decir, a través de elecciones. La tercera, que los fascistas suelen alcanzar el poder gracias a la debilidad de los sistemas institucionales y de la existencia de fracturas sociales. Y, en ese punto, Albright señala como ejemplo, de nuevo, a Venezuela.

“Todo país que ha tenido un gobierno que no se ha ocupado de su gente corre el peligro de que le pase esto”, sentencia con una voz firme y rotunda que no cabría esperar de sus 81 años. “En Venezuela, un gobierno de hombres viejos, cansados, que habían agotado a su pueblo, acabó creando una oligarquía”.