La música de un año que concluye
Con el fin de año llegan los balances, pros y contras que también atañen a la actividad en cuanto a música llamada “clásica” se refiere. Y si bien ese balance ocupa dos mitades de dos temporadas, la 2023-24 y lo sucedido hasta el momento en la presente, el resultado del 2024 es, en líneas generales, positivo.
Desde el fin de la pandemia la asistencia ha ido repuntando, en algunos casos con notable incremento de público no sólo nuevo sino también joven. Sólo en la New World Symphony ese aumento ha superado el veinte por ciento, y a juzgar por la noche inaugural de temporada de la Florida Grand Opera con “La flauta mágica” de Mozart, con un título que atrae a todas las edades, la presencia de muchas nuevas caras y un lleno total, permite abrigar esperanzas.
El caso contrario fue la Miami Lyric Opera, la compañía de Raffaele Cardone que cerró sus puertas después de veintidós temporadas.
Por otra parte, no sólo la Orchestra Miami de Elaine Rinaldi, que presentó la única velada local dedicada al centenario de Giacomo Puccini y otro destacable concierto Benjamin Britten, sino también la fervorosa Master Chorale of South Florida bajo Brett Karlin, han logrado sobrevivir en un ámbito cada vez más difícil para la subsistencia de pequeñas organizaciones artísticas.
Vale mencionar la expansión de la South Florida Symphony Orchestra con sede en Fort Lauderdale, que bajo la dirección de Sabina Maria Alfonso ahora presenta cinco conciertos en el New World Center de Miami Beach y la sostenida presencia de la Miami Symphony Orchestra en el Knight Concert Hall del Arsht Center.
Tampoco puede soslayarse, la permanencia del Miami International Piano Festival creado por Gisela Brodsky que cuenta con un público fiel en Aventura expandiéndose a Miami Beach a la sala del Wolfsonian en Miami Beach, ni la Miami Chamber Music Society dirigida por Marina Radiushina presentándose principalmente en el Sanctuary of the Arts, una sala multiuso en Coral Gables donde también actuó la excelente Venice Baroque Orchestra bajo el auspicio de RK Cultural Productions. En la misma sala, la siempre novedosa Illuminarts presentó “Love’s Magic” con el barítono Jesse Blumberg y en el Lowe Museum una velada de música napolitana del siglo XVIII.
El aporte de la Universidad de Miami no se limitó a su Frost Symphony Orchestra liderada por el venerable Gerhard Schwarz sino que continuó presentando títulos tan inusuales como necesarios en la Frost Opera Theater y en el verano, el tradicional Frost Chopin Festival.
En su breve residencia invernal, la Cleveland Orchestra trajo el importante debut del pianista Seon-Jin Cho y de la ascendente directora Karina Canellakis. Anteriormente, había regresado su titular Franz Welser-Most con la “Primera sinfonía” de Brahms y el excepcional violinista Nikolaj Szeps-Znaider en el “Primer Concierto” de Bruch.
Si orquestas como la de Viena, Berlín o Amsterdam no llegan a Miami (lo hacían antes pero ahora sólo hasta Palm Beach), la serie clásica Knight del Arsht Center se impuso con la fenomenal Orquesta de Rotterdam que al mando de Lahav Shani con el rutilante Daniil Trifonov amerita como hito de la temporada, seguido por la presencia de Joshua Bell y la Academy of Saint Martin in the Fields y un concurrido concierto del popular Lang Lang.
Seraphic Fire, el espléndido ensamble genuino orgullo Miami, contó no sólo con la dirección de su creador Patrick Dupré Quigley (a cargo de un ambicioso periplo musical desde el medioevo a nuestros días y del afortunadamente ya tradicional “Enlightment Festival” cada febrero) sumándose el impecable James Bass en obras contemporáneas, Ruben Valenzuela y Elena Sarkhova en una velada dedicada íntegramente a compositoras.
Bajo su nuevo director Stéphane Dèneve, la New World Symphony evidenció un cambio de rumbo, aportando algunos de los ”highlights” de la temporada. Como ejemplos, la exquisita “Sheherazade” de Ravel con Isabel Leonard iluminó un largo programa gálico. En mayo, Dèneve condujo una estilística “Consagración de la primavera” de Stravinsky con el magistral James Ehnes en el curioso “Primer concierto para violín” de John Williams. Vale añadir que sus dos generosos “encore” -Bach e Ysaÿe- fueron antológicos.
Más memorable aún, quizás el broche de oro de la temporada, fueron las dos óperas presentadas por Dèneve en el marco de la serie “Resonance of Remembrance”: “Los siete pecados capitales” de Kurt Weill por la sólida Danielle de Niese y “El emperador de Atlántida” de Viktor Ullmann dirigida por Yuval Sharon. Una espectáculo audaz de ribetes históricos para Miami, que generó controversia gracias a su extraordinario nivel artístico y significancia.
Cada reaparición de Michael Tilson Thomas en su New World Symphony es vitoreada como el milagro que es. Acompañado por el gran Emanuel Ax -que había ofrecido un soberbio recital para la Friends of Chamber Music (FOCM)- o luego enmarcando a Dashon Burton, fue motivo de alegría y esperanza renovada. No obstante, la apoteosis llegó con Jean Yves Thibaudet en el “Concierto en Sol” de Ravel y una avasalladora “Sinfonía 15” de Shostakovich.
Como anotación al margen, las continuas interrupciones causadas por celulares atronando el más sublime pianissimo igualan al aplauso intempestivo entre movimientos de una composición; por más que sea un tema discutido y discutible, es hora de que se lo mencione previamente a cada función, o al menos en los programas, para beneficio de la concentración de ejecutantes y del resto de la audiencia.
Último pero no menos importante, vaya un tributo a Julian Kreeger (1940-2024), cuyo deceso señala el fin de una era en más de un renglón; como figura señera dentro del ámbito camerístico local o como indómito emprendedor y difusor de la música que amaba. Durante cuatro décadas su FOCM brindó una constelación de estrellas, la lista asombra, músicos eximios convocados por el sólo placer de hacer música. Se informa que la entidad por el momento proseguirá al mando de sus hijos, así como el resto de la programación, de hecho, el próximo 27 de enero presenta al pianista británico Sir Stephen Hough.
Si en términos actuales, definitivamente Julian hoy sería un genuino“influencer”, se necesita su fervor y compromiso en la nueva generación para que una ciudad tan nueva como Miami se deje “influenciar” por su recuerdo y no quedarse sin una clase de música simple y llanamente imprescindible. Será ese el mejor homenaje y nuestra invalorable ganancia.
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