Esa mística de los Pumas que puede aparecer cuando nadie la espera

Una década y media atrás, el rugby argentino transitaba la incertidumbre en el terreno de la competencia internacional. Mientras la era profesional decretada por la entonces IRB cumplía 10 años, la UAR buscaba un hueco entre los grandes de Europa. La mayoría de las figuras y titulares del seleccionado actuaba en clubes de ese continente, por lo cual la propuesta consistía en armar un equipo allá, cediendo la localía y, por ende, los derechos de la televisión. Era una aspiración tan lógica como lejana. Además, se venía de una rápida y dura eliminación en la Copa del Mundo de 2003, en Australia.

De repente, apareció una invitación fuera de agenda: enfrentarse en Cardiff con los British & Irish Lions que se iban de gira a Nueva Zelanda. La oferta contenía una suma que para las arcas de la UAR era como agua en el desierto: 250.000 libras esterlinas. Y allá fueron los Pumas, logrando una de sus actuaciones más memorables, empatando pero mereciendo ganar. El sábado pasado se cumplieron 15 años de ese mojón al que en ese momento no se le dio la trascendencia debida.

La lógica de aquellos años tenía un color parecido con el que se llegó al Bronce de 2007: jugadores con la pasión que traían de sus clubes preparados en Europa para la competencia profesional. Una combinación casi ideal por ese lado, pero no por otro importante: el seleccionado no siempre podía contar con ellos. Eran épocas en que se negociaba ceder en junio -momento de definiciones en Europa- para poder contar con todos en noviembre. Ello pese a que la regla de la IRB exigía entregar a los jugadores en esas ventanas. La fecha del test con los Lions, 23 de mayo, clausuraba ya de por sí tener a la mayoría de los titulares, incluso al disputarse un lunes, el feriado más feriado del deporte.

Todos esos elementos agrandaron la épica que tuvo aquella excursión a Gales. La lista se terminó de armar casi en las puertas del embarque en Ezeiza. Durante los días previos, Néstor "Lalo" Galán, responsable de selecciones, le iba diciendo al head coach, Marcelo Loffreda, todos los que no iban a estar. Los Pumas viajaron sin 26 de sus titulares, entre no cedidos por sus clubes y lesionados, y de los 27 que lo hicieron, 18 jugaban de modo amateur en sus clubes argentinos. O sea, el seleccionado argentino fue a enfrentar al poderoso combinado británico-irlandés con mayoría de los ingleses que venían de ser campeones del mundo, con un plantel con más de la mitad amateurs y con un staff que sólo cobraba por partido.

¿Qué hizo fuerte aquella gesta? La historia de la camiseta. La mística. La pasión. Federico Méndez y Mauricio Reggiardo ya se habían retirado, pero volvieron esa noche para dar una mano. El mendocino como pilar izquierdo, el puesto de la primera línea que menos conocía. Ambos, con Mario Ledesma como hooker (uno de los pocos de Europa que pudieron ir), jugaron un partido excepcional, tirando para atrás al pack de los Lions. También retornó Lisandro Arbizu, y fue, como siempre, una pared en el centro de la cancha. Felipe Contepomi debutó como capitán (Agustín Pichot no fue cedido, pero junto a otros estuvo en el encuentro para alentar a sus compañeros) y el 'Ninja' Federico Todeschini metió todo. El tucumano José María Nuñez Piossek hizo un try magistral y Juan Leguizamón, uno de los más jóvenes, descolló en la tercera línea. La postal fue la de él llevando en andas a Méndez. El cambio de generación.

Fuimos pocos argentinos los que estuvimos esos días en Cardiff, una ciudad que había sido desbordada por hinchas ingleses, ya que el sábado, también en el Millennium, se jugó la final de la FA Cup que Arsenal le ganó por penales a Manchester United. El lunes, desde las 19.45, fue el turno de los Pumas. La táctica llevada a cabo por Loffreda y Daniel Baetti (el staff también lo integraban Les Cusworth y Mario Barandarian) no sólo fue técnica (se hizo hincapié en el juego sin pelota) sino mental. Ya en el vestuario, a solas con tres periodistas argentinos y luego de cruzar un abrazo con Clive Woodward, el entrenador de los Lions, el 'Tano' nos reconoció que el equipo se había planteado mostrar una situación de debilidad, buscando que el rival se confiara más de la cuenta.

Con el tiempo cumplido, los Pumas ganaban por 25-22. El estadio, con 61.569 personas, estaba mudo. Los Lions fueron dos veces al line desde un penal pero no pudieron entrar. Hasta que a los 48 minutos y 35 segundos, el árbitro australiano Stuart Dickinson (el mismo de los 9 minutos extra con Irlanda en el '99) cobró correctamente un penal. Jonny Wilkinson lo transformó en empate. Los Pumas habían merecido ganar. Y festejaron. Méndez después volvió solo al césped para saber que ese partido, ahora sí, había sido el último suyo. Fue una década y media atrás, cuando los Pumas animaron una de sus tantas páginas escritas con épica.