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El México de AMLO, nuevo aliado blando de las "revoluciones" latinoamericanas

LA HABANA.- Al llegar al poder el año pasado en México, Andrés Manuel López Obrador dijo que su política internacional estaría regida por los principios de no intervención, independencia y el derecho de autodeterminación de los pueblos.

Una versión muy personal de la Doctrina Estrada casi un siglo después de ser enunciada en su país. Una postura diplomática, en definitiva, en la que no tenían cabida la defensa de presidentes autoritarios o dictadores, una especie que se niega a desaparecer en el continente.

Un año después, nada queda de aquella propuesta. El presidente mexicano lidera el frente de países con gobiernos de izquierda que han estrechado sus filas en defensa de Evo Morales, pese al fraude electoral denunciado por la OEA.

El líder indígena, agarrado a la bandera mexicana, incluso se fotografió antes de empezar su exilio en el país norteamericano.

"Que quede claro, yo di la instrucción de ofrecer el asilo", subrayó el primer mandatario mexicano antes del arribo del líder aymara a su país de acogida.

"Aunque AMLO continúe con la clásica política exterior mexicana de querer llevarse bien con casi todo el mundo, no hay que obviar que en momentos específicos el PRI apoyó a la izquierda revolucionaria latinoamericana, entre otras cosas para congraciarse con su base y oposición, ambas de izquierda local", apunta el politólogo e historiador cubano Armando Chaguaceda, profesor en la Universidad de Guanajuato.

Paso a paso, el gobierno de Morena ha recolocado sus piezas y conexiones en el tablero geopolítico continental. Primero fue la presencia mexicana en la muy controvertida toma de posesión de Nicolás Maduro tras la abstención de su país durante la votación en el Grupo de Lima de principios de año, cuando se exigió la celebración de nuevas elecciones en Venezuela tras las presidenciales de mayo de 2018, discutidas y no reconocidas por la gran mayoría de los países del continente y por Europa.

AMLO rompió de esta forma la condena mantenida por sus predecesores Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto contra las violaciones de los derechos humanos y las vulneraciones constitucionales de mandatarios continentales.

Entreabierta la puerta antes cerrada, México no dudó de abrirla de par en par hasta convertirse en el mejor defensor de las tesis revolucionarias, algo que no ha sorprendido en absoluto al gobierno de Nicolás Maduro.

En Caracas se apostó de forma firme por su triunfo en México, acogido con euforia y como tabla de salvación ante los fracasos de Fernando Haddad en Brasil y de Gustavo Petro en Colombia.

Más tarde llegaría el regreso al poder del peronismo en la Argentina, una fiesta para el chavismo pese a que la oposición democrática espera una posición más pragmática de Alberto Fernández, sin dejarse influir de momento por la desolación que ha invadido a buena parte de la emigración venezolana.

"Los miembros del Grupo de Puebla, aunque no repliquen internamente las políticas públicas del grupo bolivariano, son sus aliados blandos. Ambos pueden incluso operar en tándem, como duros y blandos, entre otras cosas por la comunidad de elementos ideológicos: antiimperialismo, la preferencia por fórmulas políticas antiliberales; populistas en un caso, leninistas en otro", explica Chaguaceda.

Duros y blandos que el pasado domingo comenzaron a diseñar el exilio de Evo Morales, con la esperanza puesta en que una buena retirada a tiempo se puede convertir con el tiempo en un regreso victorioso.

Desde Caracas y desde Ciudad de México se canalizaron distintas propuestas para que el líder indígena acabara eligiendo al país norteamericano. Allí, a pie de pista, lo esperaba el canciller Mauricio Ebrard, en comunicación durante las últimas horas con su par venezolano, Jorge Arreaza.

"López Obrador es un priista clásico en cuya coalición hay muchos más izquierdistas que en cualquier gabinete desde Lázaro Cárdenas hasta la fecha. Oscilará entre mantener esa postura y escorarla un poco más a la izquierda", concluye Chaguaceda.