Lukashenko encara las elecciones de este domingo en Bielorrusia con una oposición silenciada
El próximo domingo se celebran en Bielorrusia unas elecciones presidenciales que, en la práctica, solo servirán para prolongar el mandato de Alexandr Lukashenko, quien ocupa el cargo desde 1994. En las elecciones de 2020, Lukashenko fue declarado vencedor con un 80% de los votos, lo que desató acusaciones de fraude electoral y provocó una ola de protestas masivas y una feroz represión, con miles de arrestos y la emigración de opositores.
Este año, el mandatario ha retrasado los comicios de agosto a enero, con la esperanza de evitar nuevas manifestaciones en las calles, aunque la represión ya ha logrado silenciar cualquier intento de disidencia.
Lukashenko, estrechamente vinculado a Moscú y al presidente ruso Vladimir Putin, ha permitido que Rusia use su territorio para la invasión de Ucrania en 2022 y ha aceptado el despliegue de armas nucleares tácticas rusas en Bielorrusia. Su régimen ha estado marcado por un autoritarismo extremo, con el control total de la economía y una fuerte represión de la oposición.
A pesar de algunos gestos de distensión hacia Occidente, como la liberación de algunos presos políticos, las protestas que siguieron a las elecciones de 2020 fueron duramente sofocadas, con más de 65.000 personas detenidas, miles de heridos y cientos de medios y organizaciones no gubernamentales cerrados.
Candidatos sin poder político real
En este contexto, los candidatos que se presentan en estas elecciones no tienen un verdadero poder político, ya que todos los opositores se encuentran encarcelados o en el exilio. La principal figura opositora, Svetlana Tijanóvskaya, quien se vio obligada a abandonar el país tras las elecciones de 2020, ha calificado estos comicios de "farsa" y ha instado a los bielorrusos a votar en contra de todos los candidatos.
Además, Lukashenko ha estrechado aún más su relación con Rusia, firmando acuerdos que incluyen la colocación de misiles nucleares rusos en su territorio, lo que aumenta la tensión en la región.
"El último dictador de Europa"
Lukashenko, conocido como "el último dictador de Europa", se ha mantenido en el poder gracias a un sistema autoritario y a su dependencia de las ayudas y el apoyo político de Rusia. A lo largo de su Gobierno, ha restaurado prácticas económicas propias del periodo soviético, rechazando los símbolos nacionales de Bielorrusia y reinstaurando el uso de la bandera y el escudo soviéticos.
A nivel interno, su Gobierno sigue ejerciendo una fuerte vigilancia a través de su servicio de seguridad, la KGB bielorrusa, y mantiene la pena de muerte, que se ejecuta mediante disparos en la nuca, convirtiendo a Bielorrusia en la única nación europea que aplica esta condena.
La situación política en Bielorrusia es cada vez más insostenible para la oposición. Los líderes opositores que alguna vez se atrevieron a desafiar a Lukashenko hoy languidecen en cárceles, sin contacto con el exterior durante largos períodos, y algunos se encuentran en condiciones extremadamente precarias.
Aunque el presidente bielorruso ha indultado a un número reducido de prisioneros políticos, la represión se ha intensificado en los últimos meses, con arrestos masivos de familiares y amigos de los opositores exiliados o encarcelados. A medida que las protestas se disuelven y las libertades fundamentales se reducen, el poder de Lukashenko parece más consolidado que nunca, con la oposición política desplazada o exterminada.