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Luisana Lopilato y Joaquín Furriel, listos para el estreno de La corazonada: policías, ladrones y una historia de amor

Primera película argentina original de Netflix. De por sí es alentador. Si a eso se le suma que se trata de un thriller, mixturado entre el policial y el suspenso, géneros no tan frecuentados por nuestra industria, la propuesta suena aún mejor. Este jueves la plataforma de streaming estrenará a nivel internacional La corazonada, con Luisana Lopilato y Joaquín Furriel, cuyo relato está basado en la novela La virgen en tus ojos de la periodista y escritora Florencia Etcheves.

"Pipa, mi personaje, recibe su primera oportunidad para poder destacarse como policía. Ella no va a parar hasta llegar a la verdad. Es una mujer con mucha fuerza", explica Luisana Lopilato desde Canadá, país en el que reside junto a su marido Michael Bublé y sus hijos. "Juánez, mi personaje, dice menos de lo que sabe. Es un tipo que se muestra duro y entero, pero es frágil y vulnerable", confiesa Joaquín Furriel, confinado en su casa de Buenos Aires, sobre el inspector de la división homicidios que le toca interpretar. En tiempos de Covid-19, la presentación del film se realizó vía streaming con todos los protocolos del gigante Netflix. A través de una plataforma online, los actores conversaron animadamente con LA NACION, con toda la expectativa puesta en esta producción dirigida por Alejandro Montiel, quien también es el responsable del guión cinematográfico junto a Florencia Etcheves y Mili Roque Pitt.

Honestidad liminal

Manuela "Pipa" Pelari y Francisco Juánez comparten el oficio. Ella debutante. Él, experimentado. Ella, virginal y honesta. Él, lindante entre los universos de la justicia y el hampa criminal. Ambos tendrán que resolver el asesinato de una chica de 19 años. ¿La sospechosa? Su mejor amiga. En simultáneo, la joven agente interpretada por Lopilato deberá involucrarse en la investigación de otro crimen en el que su jefe, el Juánez de Furriel, aparece implicado.

La corazonada apela a relatos simultáneos donde, a contrapelo de lo que se supone, todos se intuyen culpables hasta que se demuestre lo contrario. "Para mí es muy importante entender el género para el que estoy trabajando y acordar con mis compañeros la forma en la que lo abordaremos, cómo vamos a contar. Por eso, mi mayor inspiración fue el trabajo en equipo, el encuentro con el director, con Luisana, con los autores", reconoce el actor nacido en el sur del Gran Buenos Aires.

Si bien no es demasiado frecuente, nuestra cinematografía tiene nobles antecedentes en el abordaje del policial atravesado por el suspenso. Don Napy, Daniel Tinayre, Adolfo Aristarain y Adrián Caetano, entre otros, bucearon en esas aguas infrecuentes, pero no tanto. La corazonada pone un pie ahí donde cada dato cuenta, en una realidad de apariencias equívocas: "Todos siguen sus propios instintos, por eso, con mucho suspenso, hasta el final no se sabrá qué sucederá", grafica Lopilato. Para Furriel, "todos ocultan algo, lo importante es encontrar la verdad".

La película se estrenará en 190 países. Posibilidades de la vida digital y de la penetración de Netflix en el consumo de espectáculos, con una audiencia de millones de espectadores. La historia transita locaciones reconocibles de Buenos Aires y una idiosincrasia local que se plasma en un argot que les da identidad cercana a los personajes. Sin embargo, trasciende estas cuestiones para adentrarse en un mundo corrupto y criminal de códigos compartidos sin fronteras. Universalidad criminalística.

"La película tiene nuestras marcas, porque somos un país con mucha literatura policial, contamos con novelas muy importantes. Y por la cantidad de crisis que vivimos hay algo que resulta reconocible", reconoce Furriel. Rafael Ferro, Maite Lanata, Juan Guilera, Abel Ayala, Sebastián Mogordoy, Delfina Chaves, Marita Ballesteros y Miriam Odorico integran el elenco de esta producción de FAM contenidos, Corinthian y Cindy Teperman SRL.

Es por amor

Como exponente de un género de discursos engañosos, La corazonada también se sumerge en esas aguas difusas de los sentimientos amorosos en medio de la hostilidad y el escaso valor de la vida. Los personajes aman o se ilusionan con hacerlo. A su modo. En medio del oscurantismo. "Pipa está enfocada en su carrera. Ahí está puesto el amor. Admira al personaje que interpreta Joaquín, porque es una meta de lo que le gustaría ser. El amor que siente Pipa es por admiración", reflexiona Lopilato. El personaje al que le da vida Furriel transcurre enfrascado sin permitirse demasiado abstraerse a cuestiones más humanas: "Juánez vive un duelo y eso marca su vida. A él le sucedió, años atrás, lo que ahora le sucede a Pipa: la admiración por el otro como una forma del amor. Él también vive ciento por ciento para su trabajo, por eso es quien es. En ese sentido hay poco margen para otras cuestiones. Es un tipo muy poco demostrativo, hermético con respecto al amor", reconoce Furriel.

Sin caer en el spoileo, conjugación de los tiempos digitales, acaso el vínculo entre dos amigas que desnuda el material enfoque la cuestión con precisión: los personajes transitan esos territorios contradictorios del amor patológico. Ese que no contiene, sino que daña. En La corazonada, el amor se sublima con aspereza.

Sabido es que la construcción de un personaje es un todo orgánico. Y así como la palabra es uno de los lenguajes posibles, la mirada, el andar y la vestimenta construyen a esa criatura a partir de signos que el espectador organizará a su modo. Luisana Lopilato y Joaquín Furriel apelaron a la tosquedad de sus criaturas. Esas que no saben, no pueden o no quieren amar, se escudan en un decir y movimientos que les permiten transitar esas periferias delictivas con aparente comodidad. "Pipa es un conjunto de cosas. No es tan femenina, no es una mujer que esté fijándose en qué ponerse. Ella está lista para ir a trabajar. Se levanta de la cama, se toma un café, se pone una bota y sale", enumera la actriz que decidió radicarse en Canadá, país de su marido, pero sin postergar su carrera transitada con paso firme y buenas elecciones: "Pipa no sé si tiene tanta luz", reconoce la actriz que oscureció su melena para darle un marco que la aleje de su foto más reconocible. El screen cinematográfico delata. Lo hace en detalle. Todo cuenta. Será por eso que la actriz se permite mirar distinto a la hora de la composición de ficción: "Tiene una mirada muy fuerte, no se deja engañar, no le gusta la injusticia, le gusta la verdad, saber, averiguar".

En el caso de Joaquín Furriel, su construcción física tuvo que balancearse entre Francisco Juánez y nada menos que uno de los personajes de William Shakespeare: "Como iba a convivir con Hamlet, tenía el pelo y la barba muy relacionados con este personaje, no había mucho para cambiar". Sin embargo, se logró combinar ambas criaturas y que la cinematográfica tuviese impronta propia: "El director tenía muy claro qué tipo de inspector quería con Juánez". El personaje, un funámbulo que camina entre la ley y el deshonor está definido por cierta atmósfera pasada, algo antiguo en su construcción externa, de modos y andar precisos: "Había que lograr la manera de caminar. El calzado es muy importante, primero por el valor que puede tener en un plano, pero, además, según lo que te ponés es cómo caminás", reconoce el actor. Ambos personajes no se privan de enfundar armas, elemento que forma parte de la corporalidad de los dos como una extensión del propio cuerpo.

Confinados

A Luisana Lopilato se la nota concentrada, enfocada en este desafío, consciente de que su Manuela Pelari requirió mucha energía de ella. Joaquín Furriel se permite, en una pausa que impone la tecnología, reflexionar acerca de los nuevos modos de la entrevista periodística en tiempos de cuarentena: "Que distinto todo, ¿no?", dirá aún sin resignación y anhelando el cara a cara. Ese corte de pocos minutos permitió que Michael Bublé apareciese junto a su mujer y le robase una sonrisa, luego de saludar a Furriel y a este cronista y elogiar la película a la que ya tuvo acceso.

La cuarentena modificó los planes de la actriz: "Tenía planeado estar en Argentina en este momento, ensayando Casados con hijos. Creo que fue como un golpe, el 2020 está frenado en lo laboral y hay que adaptarse a esta nueva tecnología, a nuestra nueva vida. En lo personal, como todos, se siente, con días buenos y con días malos". Si la situación pandémica es anómala, el compromiso de sobrellevarla se potencia en Luisana como madre de tres hijos pequeños: Noah, Elías y Vida. "No quiero abrumarlos con tanta información, pero si que sepan lo que está pasando", explica esta madre de 33 años que obliga a la familia a mantener rutinas horarias y seguir normalidades, aun cuando el confinamiento sea enemigo de los horarios estables. "No todos tienen la posibilidad de quedarse en casa. Para los que tienen sí o sí que salir a trabajar porque necesitan comer es difícil. Es triste lo que está pasando".

Luisana se esperanza con que el trauma de la peste contemporánea se resignifique en un cambio de paradigma: "Va a ser parte de nuestra historia, creo que nuestros hijos lo van a estudiar en el colegio. Ojalá que uno pueda salir mejor de todo esto. Poder respetarnos más, cuando hay tiempo mirarnos a los ojos, dejar los teléfonos, disfrutar de los momentos familiares, de nuestros hijos".

Para Joaquín Furriel, la pandemia implicó mover algunas estructuras instaladas en su yo más profundo: "Es extraño, porque siempre fui una persona muy organizada. En mi agenda laboral necesito tener un orden. En mi vida me han pasado cosas que no me las esperaba, como el accidente cerebro vascular, donde la sensación es medio parecida porque se detiene todo. Sin embargo el mundo seguía, el que estaba detenido era yo. Ahora siento que se detuvo todo. Esa necesidad de organización y certidumbre está muy asociada a la ilusión también. Para mí es importante todo eso, un motor para levantarme durante el día".

El actor alterna el trabajo con la crianza de su hija Eloísa, fruto de su relación con la actriz Paola Krum. Además de ver truncada su temporada en el Teatro San Martín reviviendo los textos de William Shakespeare, la pandemia de Covid-19 le impidió viajar a España para rodar una serie ambientada en el 1700 y terminar otra historia episódica para Netflix que se iba a filmar en nuestro país. "Uno está todo el tiempo peleando por buscar certidumbres cuando, en general, la vida nos demuestra permanentemente que vivir, en un punto, es una gran incertidumbre".

Antes de concluir la charla, Luisana y Joaquín reconocen la dramática situación de esa infinidad de familias de los sectores más vulnerables de la sociedad: "Hay mucha informalidad laboral, no es un país fácil. Hay complejidades mayores a las que puedo tener yo. Nadie merece pasarla mal", reflexiona Furriel. Luisana Lopilato, con su mirada puesta en su Argentina natal y en su Canadá de residencia, se esperanza ante lo nuevo por venir: "Los que, si o si, tienen que salir a trabajar, en un futuro, cuando estemos mejor, deberán estar mejor pagos. Uno se da cuenta cuánto se necesitan y cuán importante son en nuestras vidas".

También en plan de incertidumbres, está vez artísticas, frente a La corazonada el espectador se involucrará con hipótesis que le permitirán trazar un camino propio que no siempre podrá ajustarse al diseño del libreto cinematográfico. Y ahí reside buena parte del atractivo de este género de especulaciones, con personajes corruptos de ley propia. Vínculos anómalos que grafican la podredumbre social. Thriller de morales endebles que hasta se permite merodear las cruces santificadas, una religiosidad absurda cuando se trata de demarcar la territorialidad del crimen mafioso.