Los retos y agudos filos detrás del controlado discurso ante el Congreso de Donald Trump

El discurso que el presidente Donald Trump dio ante el Congreso, el primero de su tipo en su mandato, lo mostró con un tono cordial, apartado al menos en su verbalidad de los exabruptos, ataques y descalificaciones y con llamados al diálogo bipartidista y a la construcción de acuerdos en beneficio del país.

Incluso, se apartó en un grado notorio de la retórica oscura que caracterizó a su mensaje durante su toma de posesión, hace poco más de un mes, y delineó un mensaje con alusiones optimistas y llamados de vocación incluyente. Un Trump diferente al de las agresiones punzantes y los desplantes autoritarios.

Donald Trump dio un controlado discurso ante el pleno del Congreso, menos oscuro y más propositivo que mensajes anteriores, aunque no libre de aristas filosas y equívocos. (AP)
Donald Trump dio un controlado discurso ante el pleno del Congreso, menos oscuro y más propositivo que mensajes anteriores, aunque no libre de aristas filosas y equívocos. (AP)

Pero la dulcificación en la expresión de varios de sus planteamientos e incluso momentos de gran emotividad como cuando el presidente hizo un homenaje a Ryan Owens, militar caído en una operación antiterrorista en Yemen, y se mostró especialmente empático hacia la viuda del fallecido, aunque elevaron y humanizaron su figura no evitaron que su mensaje incluyera en otros ámbitos punzantes estigmatizaciones y distorsiones.

Se le reconoce a Trump que haya abierto su discurso con una condena al antisemitismo, la xenofobia y otras expresiones de odio que han agobiado recientemente al país, pero su aproximación al tema de la inmigración, y en específico a los indocumentados, sigue estancada en la demonización de toda una comunidad a la que proyecta y descalifica por los crímenes, ciertamente atroces y condenables, cometidos por una mínima fracción de esas personas.

Para los familiares de esas víctimas, asesinados por indocumentados con graves antecedentes penales, la estadística no tendría peso alguno frente a su terrible dolor personal y la pérdida de su ser querido. Reconocer ese sufrimiento y dignificarlo es desde luego humano y pertinente, pero debería también estar acompañado de una visión clara de las cosas y no tomar solo su componente sombrío para usarlo como justificación de una ruda política antiinmigrante.

Trump tuvo la oportunidad, como lo hizo ante la viuda del soldado Owens, de honrar y prometer justicia y cambio a las familias de personas asesinadas por indocumentados y al mismo tiempo tender un puente igualmente justo y realista en el que reconozca las muchas y valiosas aportaciones que la inmensa mayoría de los indocumentados aportan a la nación. Por ejemplo, su respeto a la ley (el índice de criminalidad entre los inmigrantes es, como se ha mostrado en diversos estudios, menor que el de los nacidos en el país) y su importancia para la economía nacional.

En el Congreso, Carryn Owens, viuda de Ryan Owens, militar caído en una operación antiterrorista, recibió del presidente Donald Trump un emotivo reconocimiento y un homenaje al heroísmo de su esposo fallecido. (AP)
En el Congreso, Carryn Owens, viuda de Ryan Owens, militar caído en una operación antiterrorista, recibió del presidente Donald Trump un emotivo reconocimiento y un homenaje al heroísmo de su esposo fallecido. (AP)

En cambio, como se comenta en FiveThirtyEight, los principios que enarboló como bases para reformar el sistema de inmigración del país tienen filos ominosos para la comunidad inmigrante: establecer un modelo que privilegie el mérito para propiciar la llegada de personas de mayor nivel educativo y de habilidades laborales cancelaría la posibilidad de reunificación de familias inmigrantes legales; la reiteración de que los indocumentados arrebatan empleos y reducen salarios (nociones simplistas que no recogen el panorama completo) continúan retratándolos equívocamente como un factor negativo en términos económicos; y su insistencia en que se debe restaurar el imperio de la ley (más allá de lo correcto del formulismo) sugiere erróneamente que la población indocumentada es un gran foco de delito, aunque la falta de la inmensa mayoría de ellos sea solamente de tipo migratorio y no criminal.

Además de la inmigración, hay otros asuntos en los que el discurso de Trump implica fuertes sacudidas o manipulaciones al margen de las peculiaridades de su tono.

Por ejemplo, Trump afirmó que existen 94 millones de estadounidenses fuera del mercado laboral para ejemplificar la debilidad de la economía pero en realidad 44.1 millones de ellos son personas jubiladas, 15.4 millones incapacitadas, 12.9 millones se dedican a cuidar de un familiar y 15.5 millones estudian en la universidad o reciben capacitación laboral. Decir que todas ellas, como señala CNN, son indicador de una crisis en el mercado laboral es impreciso y usarlo como base para un análisis de la situación del empleo en el país suscita confusión.

También es inquietante la intención de Trump de elevar el presupuesto de defensa en 10% -equivalente a 54.000 millones de dólares- mediante cortes equivalentes en el resto de las entidades del gobierno federal y si a eso se añaden planteamientos que, en la práctica, implican menores ingresos fiscales y mayor gasto y acción públicas (como los prometidos recortes de impuestos, un esquema de créditos fiscales para sustituir los subsidios de la Ley de Salud Obamacare o su llamado a una inmensa inversión en infraestructura), el riesgo de caer en un abismo de mayor déficit y deuda es patente.

Muchos republicanos, cabe señalar, ven con inquietud esas inclinaciones del presidente, y si eso se suma al escepticismo y la oposición demócratas, las posibilidades de lograr consensos y acciones bipartidistas se ven reducidas, por más entusiasmo con el que Trump haya llamado en su mensaje a la búsqueda de acuerdos.

El discurso de Donald Trump fue constantemente ovacionado por los republicanos en el Congreso, mientras los demócratas mayormente se mantuvieron escépticos o reservados. Encuestas mostraron que el público recibió positivamente el discurso del presidente. (AP)
El discurso de Donald Trump fue constantemente ovacionado por los republicanos en el Congreso, mientras los demócratas mayormente se mantuvieron escépticos o reservados. Encuestas mostraron que el público recibió positivamente el discurso del presidente. (AP)

Otras distorsiones o parcializaciones son la alusión a que la recuperación financiera actual es “la peor en 65 años” pues soslaya que esa mejora económica se dio tras la inmensa recesión que heredó el gobierno de Barack Obama. Trump se queja mucho de las condiciones económicas actuales del país pero en comparación con lo que se vivía hace 8 años las circunstancias actuales son, aunque mejorables y con fuertes desigualdades, más auspiciosas que las que encaró Obama al iniciar su mandato. Llamar a los demócratas a lograr acuerdos pero empecinarse en una visión que los hace responsables de los males económicos del país sería en realidad un camino tapiado.

Finalmente, aunque su discurso fue más abocado a lo interno que a lo externo, fueron notorias algunas de sus afirmaciones y omisiones. Su llamado a destruir al grupo terrorista Estado Islámico (ISIS) y su respaldo a la OTAN, por ejemplo, sugieren que Estados Unidos mantendrá (y en el caso de ISIS incluso podría escalar) sus compromisos en materia de defensa, pero sus llamados a buscar “nuevas amistades” (una alusión a Rusia, país que no nombró de modo directo) y su postulado de que su labor no es representar al mundo sino a Estados Unidos dejan sobre la mesa posibles giros en la política internacional de la Casa Blanca.

En todo caso, el discurso de Trump, bien recibido en el país según encuestas, fue fundamentalmente enunciativo, pues no detalló sus planteamientos ni explicó cómo los financiará o llevará a cabo. Y si bien su llamado a que en 2026, cuando se cumplan 250 años de la Independencia de Estados Unidos, el país se coloque en una posición de mayor bonanza y paz plantea un escenario nominalmente esperanzador, sus promesas deberán corroborarse con hechos y, sobre todo, apartarse de sus componentes autoritarios y persecutorios.

Y, en el plano individual, se han alzado las preguntas, como se comenta en Politico sobre qué tanto Trump podrá mantener una conducta controlada como la que esbozó en su discurso y si dejará de lado sus exabruptos, confrontaciones y excesos. Y conviene que muestre que su disposición dialogante no es un mero llamado a una uniformidad sujeta a sus planteamientos y su cosmovisión sino un verdadero afán de encontrar consensos y equilibrios en los que se respete y dignifique a los que difieren de sus posturas.

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