Los pacientes mayores que tienen un ACV no acceden a los anticoagulantes que necesitan

Por Lisa Rapaport (Reuters Health) - Después de un primer accidente cerebrovascular (ACV), los pacientes mayores, pobres y con menos educación formal tienen menores chances que el resto de acceder a los anticoagulantes que previenen un segundo episodio, según demuestra un nuevo estudio. "Nuestros resultados describen las brechas socioeconómicas en el uso de los anticoagulantes", dijo vía e-mail la autora principal, Maria Sjolander, investigadora especializada en estadísticas y farmacología de la Universidad de Umea. Su equipo estudió a unos 12.000 pacientes con un primer ACV que convivían con una arritmia llamada fibrilación auricular (FA), que aumenta el riesgo de tener un ACV. Sólo a un 36 por ciento le habían recetado un anticoagulante antes de abandonar el hospital, pero apenas en un 11 por ciento de los casos de 90 años o más y en un 29 por ciento de los pacientes de 80 años, comparado con el 61 por ciento de los menores de 70 años. El 30 por ciento de los pacientes más pobres o sin educación secundaria accedió al tratamiento, a diferencia del 48 por ciento de los pacientes con formación universitaria y el 46 por ciento de los sobrevivientes más ricos. La Organización Mundial de la Salud estima que, cada año, unos 15 millones de personas tienen un ACV en el mundo; cinco millones mueren y otros tantos quedan con alguna discapacidad permanente. Los primeros síntomas son: debilidad o entumecimiento de un lado de la cara, pérdida de la sensibilidad o la movilidad en un brazo y alteración del habla. Millones de personas en el mundo conviven con la FA, que ocurre cuando ambas cámaras superiores del corazón (aurículas) se contraen rápida e irregularmente. Esto impide que la sangre llegue a las cámaras inferiores (ventrículos) y que ambas secciones del corazón trabajen juntas. Los síntomas aparecen y desaparecen. La FA aumenta el riesgo de tener un ACV porque los latidos rápidos favorecen la acumulación de sangre en el corazón y, por lo tanto, la formación de coágulos, que pueden llegar al cerebro. Los anticoagulantes previenen su formación. Los fármacos inhiben la producción de vitamina K en el hígado, lo que demora el tiempo de coagulación sanguínea. Esto reduce el riesgo de tener un ACV porque impide que los coágulos se agranden. Pero un efecto adverso del tratamiento es que prolonga los sangrados en caso de cortes o lesiones. "Los médicos le tienen miedo a las hemorragias, en especial en los adultos mayores. Pero la evidencia indica claramente que el beneficio clínico neto de los anticoagulantes en esa población es especialmente alto por su elevado riesgo de tener un ACV", dijo la doctora Daniela Poli, investigadora del Centro de Trombosis del Hospital Universitario Careggi, Florencia, Italia. Los anticoagulantes reducen un 70 por ciento el riesgo de tener un ACV, mientras que el riesgo de sangrado es del 1-2 por ciento anual y algo superior en los adultos mayores, según explicó Poli, que no participó del estudio. En la revista Stroke, el equipo publica que una limitación del estudio es no haber accedido a información sobre la gravedad de los ACV de los pacientes y otras enfermedades que podrían haber influido en la decisión médica de no recetar anticoagulantes o reducido la seguridad de su uso. Para el doctor Mark Metersky, profesor de la División de Cuidados Críticos y Atención Respiratoria de la Facultad de Medicina de University of Connecticut, Farmington, no sorprende que los pacientes mayores fueran menos propensos que los más jóvenes a utilizar esos fármacos. "Son más propensos a tener factores de riesgo de hemorragias con la anticoagulación, como la tendencia a sufrir caídas, lo que impide que los médicos les receten anticoagulantes", finalizó Metersky, que no participó del estudio. FUENTE: Stroke, online 16 de junio del 2015.