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Los muros de Trump, virtual candidato republicano, en su apuesta por la Casa Blanca

La amplia victoria de Donald Trump en la elección primaria de Indiana catalizó la decantación dentro del Partido Republicano y forzó a Ted Cruz, derrotado de modo contundente en ese estado, a tirar la toalla y dejar al magnate como el virtual candidato presidencial del Partido Republicano. El inminente retiro de John Kasich, el último aspirante en la contienda, confirma esa situación.

Así, Trump tiene en la bolsa la nominación republicana, pero no necesariamente el apoyo completo de su partido ni el de los votantes que necesita para llegar a la Casa Blanca.

Y aunque en su discurso del martes Trump trató de limar asperezas y curar heridas -incluso exaltando a Cruz, a quien había atacado previamente de modo crudo y personal- en un afán de unir en torno a sí al partido para enfrentar a Hillary Clinton, la más probable opción demócrata, no es claro que tal apoyo amplio y decidido hacia Trump vaya a darse de modo unánime desde importantes grupos republicanos y conservadores.

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Tras su amplio triunfo en Indiana, Donald Trump se convirtió en el virtual candidato presidencial republicano luego del retiro de Ted Cruz. (AP)

Ciertamente uno de los escenarios posibles es que el Partido Republicano, sobre todo su dirigencia y los grupos conservadores que ven en Trump a un arribista ajeno a su ideología y plataforma histórica, acepten al magnate y en aras de frenar a Clinton se unan en un bloque común que dé soporte e impulso adicionales a Trump.

Muchos ya lo piensan así, pero no es claro que el repudio a Hillary sea un pegamento suficientemente fuerte para cohesionar al partido y a muchos de sus simpatizantes moderados e independientes en torno a Trump, pues la disociación ideológica del magnate con muchos principios conservadores clave y la multitud de ofensas y agravios que él ha vertido contra importantes figuras republicanas y contra amplios grupos sociales (las mujeres, los hispanos, los musulmanes, los discapacitados, los militares que fueron prisioneros de guerra solo por mencionar algunos) no son manchas fáciles de lavar.

Cruz, por ejemplo, no dijo nada en su discurso en el que anunció la suspensión de su campaña sobre apoyar a Trump y el propio presidente del Partido Republicano, Reince Priebus, si bien dijo que el magnate es el virtual candidato republicano luego mencionó ante la cadena CNN que “tomará algún tiempo” para que sanen las heridas de la contienda primaria y los republicanos se unan en torno a Trump.

El punto es que el tiempo restante no es mucho de aquí a las elecciones de noviembre y quizá muchas de esas heridas están demasiado abiertas y supuradas. Así, como comentó el portal Politico, hay voces en el Partido Republicano que consideran a Clinton el mal menor y se dispondrían a apoyar a la demócrata contra Trump. Esa ‘traición’ sería, en su lógica, aceptable ante su necesidad de frenar a Trump.

Inclusive, las alusiones de Cruz en su discurso al caso de la primaria de 1976, en la que Ronald Reagan perdió la candidatura republicana ante Gerald Ford, pero luego Ford fue vencido por el demócrata Jimmy Carter y Reagan volvió cuatro años después para ganar la Presidencia e instaurar una era icónica para los conservadores, dejan entrever que muchos republicanos, Cruz incluido, consideran que aunque se perdió esta batalla no han perdido la guerra, que es de más larga duración, y que Trump podría consumirse en las elecciones generales y abrir paso a una renovación a fondo del Partido Republicano en el que Cruz y otros que encararon frontalmente al magnate (como Mitt Romney, Jeb Bush, Carly Fiorina o Lindsay Graham, entre otros) tendrían un papel destacado.

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Ted Cruz anunció la suspensión se su campaña tras su fuerte derrota en Indiana, dejándole el camino libre a la candidatura republicana a Trump. (AP)

Y una fuerte inquietud que existe entre muchos republicanos, además de la tensión ideológica o personal con Trump y del hecho de que está detrás de Clinton en las encuestas (6.5 puntos abajo en promedio de acuerdo a RealClearPolitics), es que el amplio rechazo que el magnate suscita entre la ciudadanía puede tener un efecto dominó y le arrebate a los republicanos el control del Senado y merme su mayoría en la Cámara de Representantes.

Ante ello, hay quienes, en lugar de plegarse a Clinton y con la convicción de que Trump será derrotado en las elecciones generales, piensan simplemente en abstenerse de votar o, incluso, en una tercera candidatura que aunque en cierto modo selle con su presencia el triunfo de Clinton al dividir el sufragio republicano y conservador, opere como un soporte para muchos congresistas republicanos en problemas y mitigue, con ello, las posibles pérdidas en las elecciones para el Congreso.

Mike Bloomberg, el millonario y exalcalde de Nueva York, alguna vez aludió a la posibilidad de postularse como independiente, pero no es claro si está realmente dispuesto ahora a hacerlo. Por otro lado, los plazos se encuentran ya avanzados y es complicado a estas alturas del proceso organizar una campaña y una candidatura.

Con todo, una jugada que podría ayudar a que, si no todos, sí una mayoría sustancial de los republicanos acepten a Trump es su selección de candidato a vicepresidente. Él ha dicho que optará por un político con trayectoria, y quizá esa elección atempere la hostilidad de algunos hacia Trump. En las especulaciones, por ejemplo, se ha mencionado como opciones a Chris Christie, Newt Gingrich y hasta Marco Rubio. Pero tampoco está claro si esas opciones, aunque consuelen a ciertos grupos republicanos, le darán el impulso a Trump para derrotar a Clinton (o a Sanders) en noviembre.

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Trump logró amplios apoyos pero también ha generado enorme hostilidad en importantes grupos sociales, que serpan claves en noviembre. (AP)

Si logra esa cohesión y afina su mensaje en un balance entre la acidez contestataria que le funcionó en la primaria y una posición más dialogante necesaria para la elección general, Trump tiene posibilidades, sobre todo si consigue, como él ha afirmado, ampliar la base de votantes republicanos en ciertos estados clave para ganar en noviembre, como Ohio, Michigan o Pennsylvania.

Y aunque no puede descartarse que el magnate acelere, consolide fuerzas y recursos financieros externos y gane la elección presidencial gracias al amplio apoyo popular que ya ha conseguido y al que pueda sumar, los datos hasta ahora no le ayudan. Sus negativos son considerables y su respaldo entre grupos clave como las mujeres, los afroamericanos y los hispanos son muy reducidos. Su apuesta actual de apoyarse en los votantes blancos de clase trabajadora no sería suficiente, en términos demográficos, para darle la victoria si no le añade una cantidad sustancial de voto de minorías.

Y aunque no es imposible, lograr remar a contracorriente de sí mismo para atraerse a votantes que lo han rechazado consistentemente no es fácil ni seguro, y eso se refleja en encuestas y estudios a boca de urna. Los promedios de las encuestas ponen a Trump detrás de Clinton y de Sanders y otros indicadores como los ejercicios predictivos dan poca esperanza a Trump. Por ejemplo, PredictWise da 70% de probabilidad de que un demócrata gane la elección presidencial de noviembre y solo un 30% a un republicano.

Pero si algo se ha visto en esta campaña es la sorpresa e impredictibilidad, por lo que las posibilidades de Trump no pueden minimizarse o descartarse a priori. Muy pocos, por ejemplo, suponían hace 10 meses que el magnate sería el candidato republicano y apenas hasta hace unas cuantas semanas aún se hablaba de que Trump podría ser desbancado si se llegaba a una Convención Republicana abierta.

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Tanto Hillary Clinton como Bernie Sanders derrotan a Trump en el promedio de las encuestas sobre la elección presidencial de noviembre. (AP)

Y, claro está, queda aún pendiente el factor demócrata. Clinton va arriba en la contienda y parece la más probable opción presidencial, pero Sanders aún no ha cedido y mientras más tiempo pase antes de que el Partido Demócrata tenga un candidato definido más tiempo tendrá Trump para consolidar sus apoyos.

El triunfo de Sanders en Indiana y su convicción de continuar hasta el final de las primarias en junio tienen un doble filo: por un lado le conceden a Trump cierto aire pero, por el otro, al final podrían conducir a que los demócratas cierren su proceso y se unan en torno a su nominado sin el resentimiento de una campaña rota antes de tiempo por presiones o cálculos anticipados.

Al final, queda el votante, los millones que han votado por Trump y que lograron romper la hegemonía del liderazgo tradicional. Esos ciudadanos, con o sin Trump, son ya una fuerza a considerar en cualquiera de los escenarios futuros.

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