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El pecado de los mexicanos que haría inclinar la balanza a favor de Trump en las elecciones

Por Jorge Sayegh

Texas es el segundo estado con mayor población hispana —esencialmente de origen mexicano— de los Estados Unidos. Texas es también, sorprendentemente, un estado que vota por el partido republicano de una manera sistemática e irreductible. La última vez que un candidato demócrata a la presidencia ganó en Texas fue Jimmy Carter, hace 40 años.

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Un cartel para registrarse a votar se observa en un ‘food truck’ de tacos, como parte de la campaña de la Cámara de Comercio Hispana de Estados Unidos “Guac the Vote”. Houston, Texas. Sept 29, 2016 (Foto: REUTERS/Trish Badger)

La comunidad latina de Texas está compuesta por hispanos que representan un 28% de los votantes potenciales. Un segmento enorme que podría decidir cualquier elección. Pero sucede que sólo 4 de cada 10 de esos votantes potenciales acuden a las urnas.

Malas noticias para Hillary Clinton y para la comunidad latina del país que —después de escuchar los insultos de Trump o su promesa de construir un muro en la frontera— supondría que Texas se convertiría en el factor electoral que dibujara el límite entre la xenofobia y la integración, pero… las encuestas le siguen dando un amplio margen de ventaja al candidato elegido por el Partido Republicano.

Razones sociológicas, históricas o psicológicas para no votar, sobran. Ciertamente ha habido muchas promesas incumplidas por los políticos, basta con voltear donde Obama y preguntarse qué ha pasado con los 11 millones de inmigrantes ilegales (en su gran mayoría hispanos) que todavía siguen aportando a la economía estadounidense, sin embargo no pueden ni soñar con hacerse ciudadanos legales. Pero que los ciudadanos latinos de Texas no suelan movilizarse para votar y que hoy sigan manifestando su desinterés electoral para las próximas elecciones sólo tiene un nombre: apatía política.

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Photo by John Moore/Getty Images

La gente parece haber olvidado que Texas (junto con un 25% del territorio de los Estados Unidos) perteneció hasta 1835 a México. La tejana Eva Longoria lo mencionó de manera casi poética durante la reciente Convención Demócrata: “Mi familia nunca cruzó la frontera, la frontera nos cruzó a nosotros”. Fue en 1836 cuando los Estados Unidos inventaron un plan para anexarse a Texas y luego a la mitad del territorio mexicano de entonces, creando lo que se llamó República de Texas.

El gobierno mexicano de la época intentó retomar parte de su país de pronto convertido en una absurda república. Al principio todo parecía ir bien. La legendaria batalla de El Álamo fue ganada por México. Ese momento, que tanto se ha repetido por Hollywood y el mundo Disney, a pesar de haber sido una derrota circunstancial para los intereses expansionistas de los Estados Unidos, se convirtió en un símbolo de nobleza y lealtad en la historia estadounidense. A su vez representa una suerte de victoria pírrica para México por los hechos que siguieron a continuación.

Después de este triunfo el ejército mexicano fue adentrándose en el territorio hasta el fatal desenlace de la “Siesta de San Jacinto”. Pues sí, estimado lector, leyó usted bien: la siesta. En su paso de vencedores y con un ejército enemigo aparentemente dado a la fuga, el General Santa Anna, comandante en jefe y presidente de la república, no se le ocurrió mejor estrategia que ordenarle a sus tropas tomar un terreno cercano a lo que hoy es Houston para dormir a pierna suelta.

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Día de San Jacinto en La Porte, Texas (Foto:AP Photo/Houston Chronicle, Cody Duty)

Y así, entre ronquidos, sueños de grandeza y laureles efímeros, en pleno reposo vespertino, el valiente ejercito de “colonos rebeldes texanos” atacó por sorpresa a las tropas mexicanas y les infringió una humillante derrota, cuando los soldados desarmados todavía no se recuperaban de la modorra que les había ocasionado la siestecita oficial ordenada por el alto mando.

Desde entonces Texas no volvió a ser de México y en menos de una década la entonces “república” decidió convertirse en un estado más de la Unión. En pleno siglo XXI, ya no hay soldados mexicanos intentando recuperar su territorio perdido, ni tampoco sus descendientes parecen estar muy motivados por involucrarse en las elecciones de lo que hoy es su país.

Según voceros del Advocacy Alliance Center of Texas, un instituto que promueve la participación política, no hay entre los ciudadanos de origen hispano mayor disposición para registrarse y votar que en otras épocas, a pesar del circunstancial peligro que representarían las supuestas políticas xenofóbicas de un Donald Trump despachando desde el Salón Oval.

Los mexicanos en Texas parecen seguir durmiendo la siesta.

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