Los espermatozoides viejos producen descendencia más sana

Crédito: PA Science
Crédito: PA Science

Una idea que se tenía muy clara sobre la reproducción en animales es que el esperma es poco importante. Para que se entienda bien: es necesario que fecunde el óvulo, pero su contribución se queda ahí. Da igual si el esperma es “mejor” o “peor”: mientras llegue, su influencia no va más allá.

Y sin embargo, un artículo reciente deja claro que no es así. Los espermatozoides “mayores”, los que han tenido tiempo para madurar, producen descendencia de mayor calidad. Con esperanzas de vida más largas, y que a su vez dejan mayor descendencia, también con vidas más largas.

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¿Cómo se ha llegado a esta conclusión? El experimento es bastante elegante – desde cierto punto de vista. En una especie de peces, se ha recogido eyaculado de los machos. Y se ha dividido en dos fracciones: una con espermatozoides más “viejos”, que han podido madurar más tiempo desde que se han generado, y otros “jóvenes” recién producidos. Una vez separados “por edad”, se ha permitido que fecunden óvulos. Y se ha estudiado tanto a los hijos de estos espermatozoides, como a la descendencia que dejaron, a los “nietos”.

Los resultados fueron claros: los espermatozoides de mayor edad producían el mismo número de descendientes que los más “frescos”. Pero la esperanza de vida, el tiempo medio que vivió cada individuo no lo era igual. Los espermatozoides más maduros daban lugar a individuos más longevos. Que a su vez, producían más hijos. Y de mejor estado de salud y con vidas más largas.

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Parecería que los espermatozoides de mayor edad son mejores… pero depende de cómo midamos el éxito. Lo que han podido detectar los investigadores es que el tiempo de maduración de los espermatozoides no implica mayores tasas de fecundación, al menos no de manera natural. Vamos, que los espermatozoides “viejos” no fecundaban más óvulos, no producían mayor descendencia.

Y lo que tampoco queda muy claro es qué ocurre a nivel molecular. Aún no se sabe qué mecanismos producen una mayor longevidad de los hijos de espermatozoides viejos. Se sabe que algo los diferencia, pero no el qué.

Este sería el siguiente paso: detectar los genes – o la señalización epigenética – que marca la diferencia. Y también comprobar, como se cree, que este mecanismo funciona en otros animales además del pez cebra en que se ha comprobado. Pero para eso, habrá que esperar más resultados.