Los Erdogan, un matrimonio con ingresos de 40 millones de euros al año y que vive en un palacio de 600

Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, es conocido por su ideales conservadores y religiosos. Su forma de vestir, de actuar y de pensar tienen en común una cosa: la sobriedad y la austeridad, acorde con los valores musulmanes. Pero aunque siempre aparezca vestido de la misma forma y su gesto sea adusto, su estilo de vida es de lo más exuberante. Así se puede comprobar viendo las fotos de sus residencias y conociendo el estilo de vida de su mujer Emine.

Los Erdogan tienen una fortuna valorada en 150 millones de euros y disponen de tres palacios, uno de ellos de 600 millones. Emine es famosa por su amor por las antigüedades y por las formas de lujo francesas. Tanto le gusta ir de compras que es habitual que le cierren calles enteras en las ciudades extranjeras que visita su marido para que pueda comprar tranquilamente. Así sucedió en Bruselas: el pasado octubre, sus guardaespaldas cerraron todo un centro comercial para que ella pudiera comprarse un pequeño bolso de mano valorado en 2.000 euros.

(El Palacio Blanco, lugar de residencia de Erdogan)

En Varsovia, la primera dama se dejó 42.000 euros en una tienda de antigüedades. Todas ellas están ahora en el palacio que su marido ordenó construir -con cargo al erario público, a las afueras de Ankara. Su lugar de residencia costó unos 600 millones de euros.

Según publica el Daily Mail, el palacio de los Erdogan tiene las paredes forradas de un papel de seda especial que cuesta 2.500 euros el metro cuadrado. Las puertas de la vivienda, unas 450, son dobles y cada una de ellas está valorada en 40.000 euros. Es decir, solo en puertas se gastaron 18 millones de euros. Pero este no es el único dispendio. Las lujosas alfombras que cubren el suelo de sus más de 1.000 habitaciones están valoradas en 10 millones de euros.

El costo del lugar prácticamente se duplicó debido a las exigencias de la pareja. Cuando la oposición criticó el gasto desmedido, Erdogan se defendió asegurando que el Palacio Blanco -así se llama la residencia- se iba a convertir en un lugar turístico y que elevaba el interés cultural de Turquía. Cuando le preguntaron por el motivo del traslado de su antigua oficina presidencial, Erdogan respondió que estaba llena de cucarachas. Pero en vez de llamar a un experto en plagas, prefirió dilapidar el dinero de sus contribuyentes en una faraónica obra.

Los medios cercanos a Erdogan intentan tapar este dispendio describiendo a la pareja como dos obsesos del ahorro. Un periódico incluso publico que Emine Erdogan guarda los huesos de aceituna y la piel de los limones que sobran de las comidas oficiales para aprovecharlos en salsas. Pero la realidad es que Emine exige que en su palacio solo se sirva té blanco, una variedad de lo más exclusiva que cuesta 2.000 euros el kilo. Además, la primera dama rara vez viste otra cosa que no sea de una marca de alta costura francesa.

La revista Forbes sitúa a Erdogan como uno de los políticos más ricos del planeta. Además de su patrimonio de 150 millones de euros, la revista estima que sus ganancias anuales rondan los 40 millones de euros, y provienen principalmente de inversiones bursátiles. Unas cifras que solo son comprables a las fortunas acumuladas por sátrapas como Saddam Hussein o Muamar el Gadafi.