Los dimes y diretes de los primeros 100 días de Trump en la Casa Blanca

Donald Trump llegó al poder con la promesa de sacudir Washington DC y ciertamente ha causado una severa conmoción en la capital y el resto del país. Pero también dentro de la Casa Blanca se han notado tensiones, contradicciones, errores y hasta absurdos, ridículos y posibles faltas éticas o legales.

En el equipo cercano de Trump, los primeros 100 días de gobierno tienen pinta de relajo y en algunos casos todo podría quedarse en la tensión usual de la gestión presidencial o hasta en lo cómico –como en las punzantes sátiras que ha inspirado– de no ser porque en ello hay asuntos de importancia capital para el país y el mundo.

El presidente Donald Trump en la Oficina Oval de la Casa Blanca con su jefe de gabinete Reince Priebus, el vicepresidente Mike Pence, su asesor principal Steve Bannon, su vocero Sean Spicer y su entonces asesor de seguridad nacional Michael Flynn. (Reuters)
El presidente Donald Trump en la Oficina Oval de la Casa Blanca con su jefe de gabinete Reince Priebus, el vicepresidente Mike Pence, su asesor principal Steve Bannon, su vocero Sean Spicer y su entonces asesor de seguridad nacional Michael Flynn. (Reuters)

Como se ha comentado en los medios, existen varios grupos o facciones dentro del entorno cercano de Trump: los ideólogos de derecha (como Stephen Bannon y Stephen Miller), el coordinador operativo institucional (el jefe de gabinete Reince Preibus), los asesores y voceros con impulso mediático (Sean Spicer y Kellyane Conway) y la familia directa de Trump (sobre todo su hija Ivanka y el esposo de ella, Jared Kuchner).

Entre ellos habría no solo diferencias políticas sino también en la influencia que tienen ante el presidente, en su proyección o exposición ante los medios y, sobre todo, en su efectividad.

Bannon y Miller, por ejemplo, representan el factor de la derecha nativista radical mientras que Ivanka y Kushner han mostrado en varios aspectos posiciones más liberales, más cercanas a los demócratas que al conservadurismo republicano. Preibus, que fue presidente del Partido Republicano, sería una figura para tender puentes y mover la actividad en la Casa Blanca (aunque otros actores, al parecer, tienen también peso en ello) mientras que Spicer y Conway han sido quienes, usualmente, han actuado como ariete mediático para defender las posturas presidenciales y fustigar a los adversarios. En ello, con todo, han cometido algunos dislates sustantivos.

Analistas han mencionado que en todas las administraciones han existido grupos y pugnas, pero también se han mostrado sorprendidos por el remolino en el que parece estar sumida la Casa Blanca de Trump.

Eso sería, aunque en este caso hay mucho de especulación, a causa en parte de una falta de experiencia de gobierno, de excesiva improvisación y hasta de descuidos como de una actitud de Trump que propicia que existan bandos en competencia dentro de su entorno, para generar mayor acción, tener opciones y propiciar el dinamismo. Pero ello, que puede proveer soluciones variadas para la definición de un producto comercial o de un contrato de construcción, puede causar distorsiones y riesgos severos cuando se trata de punzantes asuntos de gobierno.

Steva Bannon y Reince Priebus, dos figuras clave en la operación de la Casa Blanca. (EFE)
Steva Bannon y Reince Priebus, dos figuras clave en la operación de la Casa Blanca. (EFE)

Y en algunos de los graves fallos de la presente administración, otra explicación podría ser, simplemente, una suerte de sobreestimación de las capacidades de los individuos y de subestimación de las complejidades de los asuntos a abordar. Como si bastara con voluntad de hacer algo para que la realidad se acople a ello.

Cada grupo ha tenido sus logros y descalabros. Bannon, por ejemplo, cobró inmensa influencia cuando fue incluido como integrante principal en el consejo de seguridad nacional (algo que fue muy criticado al tratarse de un ideólogo sin experiencia en esa materia) pero a poco se afirmó que Trump no habría estado al tanto de las implicaciones de tener a Bannon en ese grupo.

Bannon habría sido también una figura central en la definición de las órdenes ejecutivas de Trump en materia de inmigración y restricciones de viaje a personas de algunos países de mayoría musulmana, pero se ha sugerido que la formulación de ese decreto se hizo de modo intempestivo, sin considerar a cabalidad sus implicaciones y riesgos legales. El resultado fue que, ahora ya en tres ocasiones, jueces bloquearon esas órdenes ejecutivas por sus potenciales filos anticonstitucionales.

Por añadidura, el comentario mordaz dice que el aura de poder e influencia que logró ‘el presidente Bannon’ irritó a Trump y tensiones entre Bannon y Kushner, más fallas como las de las órdenes ejecutivas, opacaron al ideólogo conservador, que desde hace algunas semanas ha mantenido un perfil menor. Al menos en lo que se trasluce públicamente, pues él mantiene su posición de asesor principal.

El ámbito de seguridad nacional quedó además severamente sacudido con la caída de Mike Flynn, el asesor de Trump en la materia, cuando se reveló que tuvo comunicaciones con el embajador ruso y que él habría negado esa circunstancia al propio vicepresidente Mike Pence. En el contexto de las investigaciones sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016 y la posible implicación de personas de la campaña de Trump en ello (algo aún no probado), la caída de Flynn fue una ruda sacudida para el gobierno.

Otros relajos tienen tonos tragicómicos. Conway, que tuvo un papel singular en la campaña y el triunfo electoral de Trump, ha sido una defensora a ultranza de su jefe, aunque en ello haya llegado a extremos para tirarse los pelos. Su alusión a que existen “datos alternativos” para explicar las cosas (en realidad una forma de primar una explicación inventada o a modo por encima de la realidad objetiva, algo muy similar a la creación y respaldo de teorías conspirativas) la metió en un huracán mediático, y si se suma a ello el impropio comercial que, con la imagen de la Casa Blanca de fondo, hizo de los productos de Ivanka y el comentario, muy satirizado, de que actualmente hay amplias formas y sistemas de vigilancia, incluidos hornos de microondas que “pueden convertirse en cámaras” para espiar a las personas, e incluso al presidente Trump es de suponer, las críticas a Conway han resultado intensas.

Ivanka Trump y su esposo Jared Kuchner, ambos muy cercanos al presidente Trump y activos en la Casa Blanca. (AP)
Ivanka Trump y su esposo Jared Kuchner, ambos muy cercanos al presidente Trump y activos en la Casa Blanca. (AP)

Esos y otros dislates han también mermado la imagen de Conway en ciertos círculos, aunque ella retiene credibilidad en otros. No es claro si Trump la reprendió por las posibles violaciones éticas al hacer un comercial de productos de Ivanka (un asunto en el que él mismo presidente se implicó al reprochar que una cadena de tiendas decidiera retirar la mercancía de su hija), pero en todo caso Conway sigue en su puesto un tanto ambiguo de asesora.

Otras figuras tienen cimientos más firmes y, al parecer, de la confianza incondicional del presidente. Ivanka y su esposo Jared han cobrado enorme influencia en la Casa Blanca y aunque se les ha criticado por no tener experiencia de gobierno y por estar en una posición de posible grave conflicto de interés, a diferencia del resto del equipo cercano de Trump su aura parece estar al alza.

Críticas como los fuertes gastos que la familia del presidente (incluidos también los de los otros hijos de Trump) hace incurrir al erario con sus viajes, sobre todo por el costo de su seguridad, y alegaciones sobre que Ivanka habría obtenido beneficios comerciales en el extranjero (como patentes en China) gracias a su cercanía con el presidente están allí. Pero, también, se ha aludido a la posición moderadora de Ivanka y Kushner en varios aspectos de política y su agenda que en ciertos temas se sitúa mucho más en el centro de la de Bannon o Miller.

Sean Spicer, vocero presidencial, y Kellyanne Conway, asesora de Trump, son dos figuras muy activas en la defensa de la gestión presidencial ante los medios. (Reuters)
Sean Spicer, vocero presidencial, y Kellyanne Conway, asesora de Trump, son dos figuras muy activas en la defensa de la gestión presidencial ante los medios. (Reuters)

Finalmente, el vocero presidencial Spicer ha tenido su saga de erupciones y tormentas en un modo poco visto para un portavoz de la Casa Blanca. Su actitud de confrontación ante los medios ha sido notoria, y también su defensa a ultranza de algunas afirmaciones cuestionables o, de plano, falsas. Por ejemplo, haber dicho de forma patentemente equívoca que la audiencia de la ceremonia inaugural del gobierno de Trump fue la mayor de la historia, que millones de no ciudadanos votaron en la pasada elección o que Hitler “no cayó tan bajo” como Bashar al-Assad en el uso de armas químicas.

Todas esas falsedades, y otros momentos de tensión ante los medios, han deteriorado la imagen de Spicer. Y aunque él aceptó y se disculpó ampliamente por su comparación entre Hitler y Assad (que implicaba negar o restar importancia al hecho de que el líder nazi sí uso armas químicas para asesinar a millones de judíos y otras personas en campos de concentración) sus dichos se suman al relajo que se ha vivido en la Casa Blanca desde el 20 de enero de 2017.

A todo ello hay que añadir los casos de funcionarios de menor rango o exposición, pero de importancia en la operación de la Casa Blanca, que de uno u otro modo han hecho revelaciones, infidencias, filtraciones sobre decisiones, tensiones y contradicciones del gobierno.

Pero, en realidad, toca a Trump decidir la composición y permanencia de su equipo cercano. Es su facultad determinarlo y aunque la opinión pública, los medios y sus opositores partidistas sean muy críticos ante ello al final serán los resultados –en lograr los objetivos del presidente y, en su caso, el bien común– lo que determinará la efectividad y trascendencia de sus colaboradores.

El saldo, con todo, es magro hasta ahora.

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