Los científicos emprenden una lucha contrarreloj para evitar la desaparición del plátano

Mazos de plátanos de la variedad Cavendish vistos en Maracaibo, Venezuela. (Crédito imagen: Wikimedia Commons).
Mazos de plátanos de la variedad Cavendish vistos en Maracaibo, Venezuela. (Crédito imagen: Wikimedia Commons).

Hace 12 años, a comienzos de 2007, me tocó hacerme una pregunta en mi blog bastante preocupante (al menos para mí, que adoro los plátanos) ¿nos quedaríamos sin las dulces bananas dentro de 10 años?

En aquel artículo, explicaba que todos los plátanos (en España usamos este término para referirnos a la variedad Cavendish, principalmente cultivada en Canarias, al que diferenciamos de las “bananas”, más grandes y amargas que se preparan fritas, por ejemplo) provienen esencialmente de la misma planta, ya que todas las bananeras que se explotan hoy son copias clónicas.

En efecto, hasta a mediados de la década de 1950, el plátano más consumido en el mundo era el así llamado Gros Michel, del que dicen que era más dulce y sabroso que el Cavendish que hoy encontramos en nuestros mercados. Desafortunadamente, una variedad de hongo responsable de la enfermedad de Panamá acabó con los cultivos del Gros Michel a nivel global.

Por fortuna, las empresas tenían un plan b, la variedad Cavendish, que era resistente al hongo que acabó con el Gros Michel; esa es la razón por la que hoy se cultiva esta variedad en todo el planeta. Desafortunadamente una nueva variedad de aquel hongo, al que llaman TR4 (o si queréis poneros más técnicos Fusarium oxysporum raza 4 tropical) lleva años amenazando a las cosechas de Cavendish. De ahí mi artículo de 2007 en el que hablaba de la temible posibilidad de que este hongo alcanzara Latinoamérica, la región del mundo que más plátanos produce.

El TR4 se descubrió por primera vez en Taiwán a mediados de la década de 1980. A pesar de los esfuerzos, includos los que suponen quemar el cultivo para evitar su propagación, este hongo ha demostrado ser un enemigo muy duro. Baste decir que aunque se destruya la plantación completa, el hongo puede reposar en estado latente en el suelo durante décadas, por lo cual ese terreno no puede volver a emplearse para cultivar bananas.

Como os decía, lo que más temíamos ya ha sucedido. El pasado mes de agosto, laboratorios fitosanitarios detectaron trazas de TR4 en plantaciones de Colombia. De momento es el único país de la región en el que se ha detectado, y a pesar de que el gobierno declaró el estad de emergencia y destruyó la cosecha, probablemente es solo cuestión de tiempo que alcance otros países de la región, como Ecuador, en el que se producen buena parte de los plátanos consumidos en los Estados Unidos y Europa.

La amenaza es seria. No se pueden poner plazos, pero probablemente en unos pocos años la variedad Cavendish sucumba, como antes le sucedió a la Gros Michel. A pesar de que se conocen alrededor de 1000 variedades de bananera, la Cavendish es única ya que crece rápidamente y puede transportase a lo largo de grandes distancias sin que se eche a perder. Además, tiene el tamaño, aspecto y sabor que todo consumidor asocia hoy en día con un plátano.

¿Qué hacer entonces ante su inevitable desaparición futura? Los científicos lo tienen claro, hay que parar al TR4 creando variedades que puedan combatirlo. Sin embargo hay un problema, nadie sabe si los consumidores aceptarán esa futura versión (probablemente transgénica) de banana, pese a que su consumo será indudablemente seguro.

Bananera de la variedad Koa e Kea afectada por el hongo Fusarium. (Crédito imagen: Flickr Scot Nelson).
Bananera de la variedad Koa e Kea afectada por el hongo Fusarium. (Crédito imagen: Flickr Scot Nelson).

En Fast Company acaban de publicar un extenso artículo centrado en dos esfuerzos científicos encaminados a que el plátano continúe presente en nuestros supermercados. Cada uno de ellos sigue estrategias diferentes, uno llevado a cabo en Reino Unido, trata de dotar a la variedad Cavendish de una herramienta que la haga capaz de desactivar los genes del TR4. El otro enfoque científico, que nos llega desde Australia, pretende aprovechar un gen descubierto en una variedad salvaje de bananera, que la hace inmune a la enfermedad de Panama raza 4 tropical, insertándola en el ADN de la variedad Cavendish.

Vamos por partes. El enfoque británico se basa en la popular herramienta de corta y pega de genes CRISPR, si bien no exclusivamente. Además del CRISPR, los científicos del laboratorio Tropic Biosciences usan una tecnología adicional creada por ellos mismos que se basa en la interferencia de genes mediante ARN. Esta tecnología les permite silenciar genes, aunque en este caso no los del propio plátano. La idea es que la planta pueda dirigir ese “silenciamiento” hacia fuera, es decir hacia las células del propio TR4. ¡No hay mejor defensa que un buen ataque!

¿Ventajas? Las variedades de Cavendish tratadas con este método podrían estar disponibles en los mercados rápidamente, hablamos de meses. Al no modificarse la información genética de la propia banana (en el sentido de que no se “importarían” genes de otra especie de planta) el sabor y apariencia se mantendría, y además podría considerarse al resultado como una variedad no transgénica.

El otro enfoque, el australiano, lleva años realizando ensayos con la variedad de Cavendish que porta el gen salvaje de la resistencia al TR4. Si todo sale bien, la nueva banana modificada genéticamente podría estar lista en unos pocos años, dependiendo de lo que se tardase en obtener la aprobación regulatoria. ¿Desventaja? Hablamos de un plátano transgénico, y como digo y pese a tratarse probablemente de un alimento seguro (si así lo anuncian las agencias gubernamentales), muchos consumidores no estarían dispuestos a incorporarlos a su frutero doméstico.

¿Tan grave es si nos quedamos sin plátanos? En las zonas no desarrolladas, como Europa, probablemente no tardaríamos en olvidarnos de ellos. Al fin y al cabo hay mucha variedad de fruta de proximidad. Sin embargo en muchos países tropicales, el plátano no solo es un alimento básico y central en su dieta, sino que además es un gran motor de la economía.

¿Solucionará la ciencia este problema? Y si es así ¿quién se llevará el plátano al agua? El futuro lo dirá, mientras tanto disfruta todo lo que puedas de esta maravillosa fruta. Dentro de unos años tal vez las recuerdes con nostalgia.

Me enteré leyendo Fastcompany.com