Los bares belgas agudizan el ingenio y las medidas contra el robo de copas de cerveza

Alarmas de seguridad y zapatos como aval se han convertido en algunas de las medidas tomadas por los propietarios de bares y cafeterías belgas. Es su forma de intentar paliar los efectos de ese afán coleccionista de algunos turistas que deciden llevarse la copa de su consumición con trofeo. Se calcula que las copas, vasos y jarras de cerveza desaparecidas son decenas de miles.

Algunos turistas tienen por costumbre llevarse la copa donde se tomaron su cerveza belga como recuerdo y eso supone un agujero económico para los locales, que están tomando medidas. (Foto: REUTERS/Francois Lenoir)
Algunos turistas tienen por costumbre llevarse la copa donde se tomaron su cerveza belga como recuerdo y eso supone un agujero económico para los locales, que están tomando medidas. (Foto: REUTERS/Francois Lenoir)

El sistema elegido por Philip Maes, dueño de la Bruges Beerwall de Brujas, es tan ortodoxo como costoso. En declaraciones recogidas por The Guardian cuenta que se ha gastado unos 4.000 euros en colocar una alarma de seguridad en las copas de su negocio. De esta manera, si el cliente decide llevársela consigo como recuerdo, pitará al pasar por el arco que debe cruzar para salir del local. Un sistema con el que pretende frenar la continua desaparición de copas.

“Perdemos al menos 4.000 copas al año”, explica Maes, quien señala sobre todo a los turistas. “Por alguna razón, algunos clientes piensan que cuando pagan por algo para beber, reciben el vaso como regalo”, ironiza. En su caso, como además de café son también cervecería, ya tenía colocado un escáner a la salida y la implantación de este sistema de seguridad les costó menos. Parte de la inversión ya estaba hecha.

El caso del Dulle Griet de Gante es más singular y económico, todo sea dicho. Lo que ha hecho su dueño, Alex Devriendt, es canjear zapatos por copas. El cliente debe entregar su calzado antes de consumir y se le devolverá antes de irse cuando haya hecho entrega de su recipiente.

“Cualquiera que beba nuestra cerveza de la casa debe entregar su zapato. Luego los colocamos en una canasta que levantamos contra el techo. La cesta se ha convertido en una atracción, pero para nosotros sigue siendo una garantía. Las copas son ​​bastante caras porque las hemos hecho especialmente”, explicaba al periódico belga The Nieuwsblad.

El invierno parece ser la época predilecta para este tipo de coleccionismo basado en la apropiación de lo ajeno por una cuestión práctica. Como señala Devriendt, el hecho de llevar un abrigo encima ayuda a esconder mejor el preciado tesoro.