Los asombrosos elefantes perdidos

Hasta hace no mucho pensábamos que tan solo existían dos especies de elefantes, el africano y el asiático. En 2010 un grupo de biólogos publicó un decisivo artículo en el que señalaban una nueva especie, el elefante de bosque africano, que hasta ahora se había incluido como subespecie dentro del elefante africano. Aun así, tres especies no parecen muchas si tenemos en cuenta la enorme diversidad con la que ha contado este fascinante animal a lo largo de su historia evolutiva.

Cuando el homo sapiens anatómicamente moderno comenzó las grandes migraciones que lo llevaron a extenderse fuera de su cuna en África, existían al menos 42 especies de mamíferos terrestres que pesaban más de una tonelada… Hoy tan solo sobreviven los elefantes, los hipopótamos y los rinocerontes.

Los elefantes pertenecen al orden de los Proboscídeos y aunque en la actualidad tan solo queden estas tres especies, en un pasado no tan lejano existieron docenas de especies diferentes que, a pesar de estar hoy extintas, siguen asombrando a los investigadores que estudian sus fósiles.

Para conocer su larga marcha hasta nuestros días debemos remontarnos 65 millones de años atrás en el tiempo. El gran impacto que acabó con los dinosaurios dejó sin embargo el terreno abonado para que los pequeños mamíferos se convirtieran en los reyes del planeta. Aprovechando el gran nicho que dejaron los gigantes, salieron a la superficie y se extendieron rápidamente por todos los rincones.

Los investigadores han conseguido estudiar el linaje de los elefantes y consideran que el orden de los Proboscídeos hunde sus raíces hace más de 60 millones de años, ocupando una enorme diversidad de ambientes, desde las selvas hasta desiertos, desde los valles hasta las alturas y llegando a estar presentes en todos los continentes a excepción de Australia y la Antártida.

Su diversidad era también muy amplia y en dentro de ella podemos encontrar al que posiblemente sea el mamífero terrestre más grande de todos los tiempos: el Palaeoloxodon namadicus, una enorme mole de 12 toneladas, que resulta aún más impresionante si lo comparamos con el mayor de los elefantes modernos.

Otros, como el Platybelodon grangeri, tenía la trompa en forma de pala para poder alimentarse de plantas en ambientes acuáticos, como pantanos y márgenes de ríos.

En cuestión de colmillos (aunque si somos precisos deberíamos decir incisivos) los elefantes extintos también ofrecían un amplio repertorio, aunque nada comparado con el Stegotetrabelodon que poseía, no dos, sino cuatro defensas que podían alcanzar hasta los cuatro metros de longitud.

Tanto en el pasado como en nuestros días los elefantes son una especie clave en los ecosistemas en los que viven. Al igual que sus antepasados siguen largas rutas en busca de comida y agua con lo que dispersan grandes cantidades de semillas a través de largas distancias, a su paso también abren camino a herbívoros más pequeños o a lagartos, en incluso allanan la maleza facilitando a muchos depredadores atrapar a sus presas. Al pastar, los elefantes ayudan a reducir la carga de combustible y la intensidad de los incendios forestales, y sus propios excrementos devuelven nutrientes al suelo más rápidamente que la caída estacional de las hojas y su descomposición.

Por ese trabajo poco conocido, por su importancia en los hábitats donde viven y por su majestuosa belleza deberíamos cuidar los que quedan para que no sigan los pasos de sus antepasados hacia la extinción.

Referencias científicas y más información:

Nadin Rohland, David Reich et al. “Genomic DNA Sequences from Mastodon and Woolly Mammoth Reveal Deep Speciation of Forest and Savanna Elephants” PLoS Biology 2010

Patrick Barkham “Elephants are the end of a 60m-year lineage – last of the megaherbivores