Lo que se puede esperar a la política migratoria de Trump con el impulso de su asesor Stephen Miller

La abrupta remoción de Kirstjen Nielsen del Departamento de Seguridad Nacional (DHS por sus siglas en inglés), entidad que entre otros asuntos maneja las cuestiones de inmigración de Estados Unidos, revela que Donald Trump tendría la intención de recrudecer aún más su política en materia migratoria, un dato ominoso si se tiene en cuenta que Nielsen fue la responsable de aplicar la política más inhumana y retardataria en cuestiones de manejo de indocumentados en la historia reciente, como fue la separación de menores de sus padres y la reclusión de familias en centros de detención migratoria.

La ya exsecretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (AP)
La ya exsecretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (AP)

Pero Nielsen, señalan analistas, no era al parecer todo lo dura que Trump deseaba para ese puesto.

Aunque Nielsen expresó continuamente su respaldo y afinidad con la política del presidente, incluso tras ser separada de su puesto de un modo casi fulminante (Trump ni siquiera esperó a que ella hiciera pública su “carta de renuncia” antes de anunciar en Twitter su salida del DHS), al parecer al mandatario no le pareció la persona adecuada para dirigir una entidad que, aunque también tiene en su mandato la lucha antiterrorista, la prevención y atención de desastres y la ciberseguidad, parece cada vez más dominada por la obsesión de Trump en materia de inmigración y control fronterizo.

La salida de Nielsen, que perdió mucho de su peso político cuando el general John Kelly dejó ser el jefe de Gabinete de Trump, era un cambio que se rumoraba desde meses atrás, y en cierto modo es indicativo de que las cosas no han marchado como Trump deseaba o suponía que iban a suceder en relación a la inmigración y la seguridad fronteriza.

Nielsen apoyó e impulsó la noción de Trump de que es imperativo construir un muro en la frontera con México para frenar la “invasión” de las caravanas migrantes, que en realidad son personas y familias que huyen de sus países y buscan llegar a Estados Unidos para solicitar asilo. Pero ese planteamiento, equívoco por no ser el muro la real solución sino un desplante ideológico-propagandístico, topó con pared en el Congreso y aunque Trump cerró el gobierno en aras de lograr el aval presupuestario a su proyecto de muro nada logró y tuvo que recurrir a una debatible declaración de emergencia nacional, ampliamente rechazada en el Congreso y que solo persiste por el veto presidencial, para tratar de hacerse con recursos extraordinarios para construir barreras físicas en la frontera con México.

Crisis y fiascos

Pero, de repente, Trump se ha topado con que la verdadera crisis en la frontera no es la que se contiene con un muro sino la que produce un sistema de gestión de indocumentados y peticionarios de asilo desbordado por una gran afluencia de migrantes, la insuficiencia de recursos de las autoridades fronterizas y el deficiente sistema legal de inmigración del país.

Algo similar sucedió en 2018, cuando se dio la crisis de menores separados de sus padres: se trató de una política de extrema crueldad impulsada por Trump y operada por Nielsen que, al quedar revelada su profunda inhumanidad, tuvo que ser revertida por el propio presidente vía una orden ejecutiva. Eso no mermó el drama de los menores separados, que demoraron mucho tiempo antes de ser reunidos con sus padres, pero sí exhibió una vez más los absurdos y falacias de la política antiinmigrante de Trump.

Más recientemente, la presente crisis por la numerosa llegada de solicitantes de asilo a la frontera exhibió que la obsesión de Trump por el muro, el cierre del gobierno y el rechazo legislativo a la emergencia nacional no solo lo minaron a él políticamente (salvo en su núcleo duro) sino que en cierto modo condujeron a una crisis humanitaria (no de seguridad) en la frontera y a una tensión social y partidaria en el país.

Ante esos fiascos, de los que, se afirma, Trump no se culpó a sí mismo sino a sus operadores (Nielsen sobre todo) y opositores (los demócratas), la reacción del presidente no sería, con todo, un giro hacia una política más compasiva hacia la inmigración, los indocumentados o los peticionarios de asilo, sino una escalada de su ya de por sí ruda y criminalizante actitud en materia migratoria.

Stephen Miller (BRENDAN SMIALOWSKI/AFP/Getty Images)
Stephen Miller (BRENDAN SMIALOWSKI/AFP/Getty Images)

Endurecimiento en inmigración y frontera

El dato de que el asesor presidencial Stephen Miller se encuentre ahora al frente del manejo de asuntos de inmigración en la Casa Blanca (y sea una fuerza tras el relevo de Nielsen y de otros cambios en el DHS) revela un endurecimiento aún mayor en esa materia, según analistas. Miller ha sido notorio por sus posiciones contra la inmigración, tanto la legal como la indocumentada, y su influencia creciente sugiere que la Casa Blanca podría incrementar aún más la presión tanto en DHS y sus instancias –entre ellas, la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), la Policía de Inmigración y Aduanas (ICE) y el Servicio de Ciudadanía e Inmigración (USCIS) – para formular y aplicar políticas y programas mucho más duros en cuestiones fronterizas y de inmigración.

Algunas muestras de esa posible ruta han salido de comentarios del propio Trump o de su entorno directo. Además del muro, por ejemplo, agilizar la expulsión de indocumentados, endurecer la reclusión de familias y menores, acabar con la liberación de migrantes para que sigan sus procesos fuera de centros de detención, eliminar a los jueces de inmigración, abatir la inmigración legal vía el criterio de reunificación familiar, restringir cierto tipo de visas, terminar con la llamada “lotería de visas” e incluso terminar con el derecho constitucional a la ciudadanía por nacimiento de hijos de indocumentados.

A veces, incluso, desbordando el ámbito de la inmigración como fue la advertencia de Trump de que gravará las importaciones de automóviles de México si ese país no frena las caravanas migrantes.

Son políticas que en muchos casos ya causan desasosiego y tensión tanto para inmigrantes como para la sociedad estadounidense y que de agudizarse o establecerse implicarían mayor estigmatización, persecución e inhumanidad en contra de los indocumentados y una mayor confrontación política ideológica entre Trump y su entorno con el resto de los grupos políticos del país.

Kevin McAleenan fue designado por Donald Trump como secretario interino del Departamento de Seguridad Nacional. (EFE)
Kevin McAleenan fue designado por Donald Trump como secretario interino del Departamento de Seguridad Nacional. (EFE)

Incluso se ha afirmado que el cese de Nielsen se habría catalizado por la oposición de la secretaria a la pretensión de Trump de retomar y endurecer la política de separación de menores y reclusión de familias. La persona designada por Trump para suplir a Nielsen, el titular de CBP Kevin McAleenan, al parecer ve ese endurecimiento como una posible ruta, aunque también se ha dicho que al tratarse de un funcionario de carrera que sirvió también durante la administración de Barack Obama es un especialista en seguridad fronteriza que no sería proclive a escandalizar o impulsar ideologías.

Las afirmaciones de que parte del afán de Trump por remover a Nielsen se debió a que ella era renuente a implementar rudas políticas o ideas del presidente en materia de inmigración, algunas de las cuales podrían haber sido contrarias a la normatividad (aunque Nielsen ciertamente aplicó algunas), vuelve especialmente punzante la pregunta sobre qué perfil de funcionario sería el deseado por Trump para asumir la jefatura del DHS.

En todo caso, no es claro si McAleenan asumirá la titularidad de DHS pues, según analistas, legalmente el turno le tocaría a la subsecretaria de esa entidad y no a él. Y, al final, sea quien sea solo asumiría en calidad de interino pues el puesto de titular de Seguridad Nacional debe ser ratificado por el Senado.

Y no es claro si en las actuales situaciones de tensión política el Senado logre el consenso, ni siquiera dentro de los republicanos, para designar a un secretario de DHS que implique un endurecimiento antiinmigrante como el que buscaría ahondar Trump.

Y es en ese último punto en el que las recientes determinaciones del presidente lanzan una luz singular: Trump no ha parecido muy interesado, pese a su punzante retórica, en hallar soluciones reales al problema de la frontera y, en cambio, ha optado por la agitación retórica y la rudeza en las políticas, aunque esto con frecuencia se le revierta y solo ahonde la crisis que, supuestamente, buscaba atender.

El filoso camino a 2020

Pero toda esa confrontación está, en realidad, mucho más fundamentada en las necesidades político-electorales con miras a las elecciones presidenciales de 2020 y a la construcción por parte de Trump de una retórica que lo apuntale ante su núcleo duro de votantes (que aunque minoritario es muy considerable) y le dé munición para lanzarse en contra de sus opositores con la imagen de un mandatario que ha luchado con firmeza contra “crisis”, “invasiones” y “abusos” pero que ha sido frenado por sus opositores.

Esa “electoralización” de las políticas públicas podría ser uno de los objetivos y efectos de los relevos que Trump busca en DHS y que Miller impulsa. En ello se fincarían mucho de las posibilidades de reelección de Trump.

Stephen Miller, asesor del presidente Donald Trump, tendría un rol cada vez mayor en la definición de políticas restrictivas sobre inmigración en EEUU. (AP)
Stephen Miller, asesor del presidente Donald Trump, tendría un rol cada vez mayor en la definición de políticas restrictivas sobre inmigración en EEUU. (AP)

Y no es el único caso, aunque el de la inmigración y la seguridad fronteriza es especialmente estridente. El entorno de Trump y grupos importantes en el Partido Republicano han comenzado a afirmar que impedirán que el socialismo se imponga en Estados Unidos, y el propio presidente hizo ante el Congreso una alusión a Venezuela, con la pretensión de colocar a los progresistas y demócratas socialistas en la misma bandeja que el régimen de Nicolás Maduro.

La intención de contraste y confrontación de Trump y su grupo al respecto es clara y posiblemente efectiva ante ciertos grupos de derecha radical, pero es engañosa pues la izquierda estadounidense, (Bernie Sanders y otros progresistas, por ejemplo) se orienta más bien hacia la socialdemocracia europea. Pero agitar el espectro del socialismo parece ser una de las banderas electorales de Trump para 2020 y lo será también la imagen de la “invasión” de caravanas de ominosos migrantes que llegan desde el sur.

El anuncio de Trump de que cortar la asistencia financiera a Guatemala, Honduras y El Salvador, países de origen de la mayoría de los integrantes de las caravanas, reitera ese afán combativo-propagandístico, aunque en realidad la merma de esa asistencia potencialmente catalizará los problemas en esos países y el éxodo hacia Estados Unidos.

Un tuit reciente de Trump, en el que dice que “nuestro país está lleno” y retoma su reproche de que México debe “aprender a todos los ilegales” que avanzan por su territorio “y no dejarlos que hagan la larga marcha hacia Estados Unidos” implica que mantendrá su posición de que el país está siendo invadido y buscará cerrar aún más el flujo de migrantes a la frontera.

Cabe decir que todo país tiene el derecho a establecer sus políticas de inmigración y controlar su frontera, pero en ello deben respetarse en todo momento los derechos humanos y el debido proceso de los inmigrantes.

Y convendría en paralelo aplicar acciones para resolver los problemas de fondo: en lo interior establecer un sistema de inmigración más justo y humano, que libre de racismo y xenofobia reconozca las sustanciales aportaciones de los inmigrantes y vele por sus derechos en vez de estigmatizarlos y perseguirlos, y en lo exterior una política de asistencia efectiva a los países de origen para que, con mejores condiciones económicas y de seguridad, logren retener a su población con mejores perspectivas.

Trump, con todo, no parece estar en esa vía sino construyendo una política aún más filosa en lo antiinmigrante y ofensiva en lo político de cara a las elecciones de 2020.

Sigue a Jesús Del Toro en Twitter: @JesusDelToro