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España arrastra una leyenda negra que no sabe cómo quitarse de encima

Imagen de la narración del francés Samuel de Champlain sobre el trato que los españoles les daban a los indígenas tras la conquista. <a href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Champlain_Indes_Occidentales_planche_LX_-_R%C3%A9cit_des_Indiens.jpg" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Wikimedia Commons;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">Wikimedia Commons</a>

Hablar de Leyenda Negra está de moda. En los últimos años han aparecido numerosos libros, documentales, podcasts o vídeos que se han propuesto combatir las interpretaciones estereotipadas o denigratorias de la historia de España y su huella en América.

La crueldad sin límites de los conquistadores con los pueblos indígenas o la intolerancia inquisitorial como causa del atraso científico son algunos de los tópicos que han animado una polémica cultural que ha llegado incluso a tomar visos de conflicto diplomático. En 2019, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador exigió que el rey Felipe VI pidiera perdón por la conquista de América.

Hablar de Leyenda Negra garantiza la polémica porque conduce inevitablemente a valorar moral y políticamente un pasado complejo cuyo legado sigue presente en nuestros días. Sin embargo, definirla es algo un poco más difícil.

Entre la conquista de América y la reforma protestante

La expresión nos remite a lo opuesto de la Legenda Aurea, título de una recopilación de biografías de santos realizada en el siglo XIII por el dominico genovés Santiago de la Vorágine. La idea de Leyenda Negra no sería una excepción hispánica, sino que ante cualquier discurso con pretensiones oficiales o apologéticas encontramos respuestas acusadoras o críticas, cada una con su propio contexto, lenguaje e intención.

Ciertamente, no puede negarse que ha existido una visión negativa de la monarquía hispánica, como se desprende de numerosos textos que permiten seguir el rastro de su expansión mediterránea y atlántica. Ya en el siglo XIV, los escritores del Renacimiento italiano criticaron a los militares y comerciantes de la Corona de Aragón.

De todos modos, lo que entendemos como Leyenda Negra es inseparable de la guerra de propaganda que se despertó a partir de dos procesos fundamentales en la génesis de la modernidad: la conquista de América y la Reforma protestante. Esta guerra cobró unas proporciones nunca vistas ante la aparición de un nuevo dispositivo tecnológico como la imprenta.

En 1552 se imprimía la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Bartolomé de las Casas, texto fundamental que denunciaba los malos tratos recibidos por los indígenas y que generó un importante debate sobre las leyes que regulaban el trabajo en las encomiendas. Con la revuelta de los Países Bajos y los enfrentamientos con Inglaterra a lo largo de los siglos XVI y XVII, apareció una auténtica galaxia de publicaciones anticatólicas que venían a reforzar la nueva identidad religiosa de los protestantes.

Mural de Diego Rivera en el Palacio Nacional de México, en donde retrata la explotación de México a manos de los conquistadores españoles. <a href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Murales_Rivera_-_Ausbeutung_durch_die_Spanier_1_perspective.jpg" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Wikimedia Commons;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">Wikimedia Commons</a>, <a href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:CC BY-SA;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">CC BY-SA</a>

Un país de intolerantes y despóticos

En el siglo XVIII, la hegemonía española fue eclipsada por el auge de dos potencias rivales, la Francia absolutista y la Gran Bretaña parlamentaria. Si el español inspiraba odio o temor, ahora inspiraba más bien lástima al evidenciar el alto coste económico de sus pretensiones universalistas. El pensamiento de la Ilustración utilizaría a España como ejemplo de los vicios a los que conducía la intolerancia religiosa, el despotismo monárquico y la falta de libre comercio.

Montesquieu, en sus Cartas Persas (1721), haría alusiones a la pereza de los españoles y Adam Smith, en La riqueza de las naciones (1776), se refiere al sistema de flotas españolas para ejemplificar la ineficacia del mercantilismo. El punto culminante de estas críticas ilustradas fue la polémica despertada por el artículo correspondiente a España de Nicolas Masson de Morvilliers en la Encyclopédie méthodique (1782), en el que se consideraba que la aportación española a las artes y las ciencias había sido nula.

Una nación de vaivenes

Con las revoluciones liberales, la imagen de España en el exterior entra en nueva fase de mayor ambivalencia caracterizada por el auge del Romanticismo. El levantamiento contra Napoleón en 1808 serviría para reinterpretar la historia de España como la de una nación valerosa que lucha por su independencia nacional. La Restauración del absolutismo con Fernando VII y el consiguiente restablecimiento legal de la Inquisición hasta 1834 (aunque en la práctica sus funciones ya las ejercieran otros tribunales) fue visto como el retorno a los tiempos más oscuros.

<em>Duelo a garrotazos</em> de Francisco de Goya y Lucientes que representa las ‘dos Españas’ ya en el siglo XIX. <a href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Francisco_de_Goya_y_Lucientes_-_Duelo_a_garrotazos.jpg" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Museo del Prado / Wikimedia Commons;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">Museo del Prado / Wikimedia Commons</a>

A lo largo del siglo XIX, se produjeron muchas de las óperas, novelas, dramas y pinturas que acabaron de fijar en la imaginación popular de los europeos los arquetipos de conquistadores sanguinarios o inquisidores malvados.

Simultáneamente, las nacientes repúblicas hispanoamericanas emprendían el proceso de construir su propio relato nacional tras haberse separado violentamente de la metrópolis española. Los trescientos años de administración virreinal pasaban entonces a condenarse como un período de opresión.

Derrotas y sentimiento nacionalista

No fue hasta después de 1898, con la pérdida de Cuba y las Filipinas en la guerra con los Estados Unidos, cuando se empezó a usar el término de Leyenda Negra como hoy lo hacemos. Quien lo popularizó fue el regeneracionista Julián Juderías en 1914, al ponerlo en el título de un libro que venía a denunciar a numerosos autores europeos por difundir “relatos fantásticos” sobre la historia española.

Portada de una edición de 1943 de <em>La leyenda negra: estudios acerca del concepto de España en el extranjero</em>, Julián Juderías. <a href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:La_leyenda_negra_1943_Juli%C3%A1n_Juder%C3%ADas.jpg" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:BNE / Wikimedia Commons;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">BNE / Wikimedia Commons</a>, <a href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:CC BY-SA;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">CC BY-SA</a>

Aunque la historiografía a lo largo del siglo XX fue abandonando las exageraciones románticas para acercarse a planteamientos más rigurosos, la angustia respecto a las voces que criticaban la unidad católica o las derrotas militares en Marruecos fue un factor muy importante en la movilización de las derechas españolas en el primer tercio del siglo. La propaganda franquista invocó con frecuencia la existencia de una Leyenda Negra como evidencia indiscutible de la conjura internacional contra los valores del nacional-catolicismo.

Como dijo el historiador Pierre Chaunu, la Leyenda Negra constituye en buena medida “el reflejo de un reflejo”. Es decir, en ella no solo se engloba la imagen exterior de España sino también “la imagen exterior de España tal y como España la ve”.

En esta continua confusión entre ambas cosas quizás radique la causa de que siga siendo un término tan polémico en nuestros días. Además, este es un tema que nos obliga a reflexionar sobre cuál ha de ser nuestra actitud hacia el pasado hispánico. Inevitablemente, la rivalidad imperial generó críticas externas y el mantenimiento a toda costa de la integridad de la monarquía y de la unidad religiosa, disensiones internas. ¿Debemos estar a la defensiva o debemos hacer autocrítica?