Lewis Hamilton contra las cuerdas ante una rebelión con la que no contaba

ZANDVOORT, NETHERLANDS - SEPTEMBER 05: Lewis Hamilton of Great Britain and Mercedes GP prepares to drive on the grid ahead of the F1 Grand Prix of The Netherlands at Circuit Zandvoort on September 05, 2021 in Zandvoort, Netherlands. (Photo by Francisco Seco - Pool/Getty Images)
Photo by Francisco Seco - Pool/Getty Images

Hay años plácidos que se complican de manera inopinada. Pongamos el de Lewis Hamilton: entra en 2021 como siete veces campeón del mundo, empatado por fin con el mítico Michael Schumacher, tiene el mejor coche de la parrilla al menos un año más y ha conseguido parar los intentos de Mercedes de colocarle a George Russell como compañero de equipo. A su lado, un año más, seguirá el fiel Valteri Bottas, el hombre que nunca, jamás, refunfuñaría ante una orden de equipo; el que nunca, jamás, se atrevería a hacer sombra al gran campeonísimo.

La temporada empieza como acabó la anterior y la anterior y la anterior: de las cuatro primeras carreras, Hamilton gana tres y coge una ligera ventaja en la clasificación porque en Red Bull no se rinden y colocan a Max Verstappen sistemáticamente en el podio. A partir de ahí, empieza el caos. Poco a poco, en el trascurso de una temporada larguísima, Red Bull consigue colocarse a la altura de Mercedes y, con el paso de los grandes premios, superarles. Hamilton no puede con Verstappen, que se acerca en la clasificación hasta adelantarle y conseguir una pequeña ventaja.

Es la de este año una Fórmula Uno enloquecida, como en los viejos tiempos, con mil carreras dentro de cada carrera. Una Fórmula Uno en la que, de repente, un día, te gana el Alpine de Esteban Ocon. Una Fórmula Uno en la que, de repente, cae un diluvio y los puntos valen la mitad. Hamilton ve el escenario y se da cuenta de que esto no es lo de otros años, y en parte eso es un atractivo para él: siempre se ha dicho que Lewis ganaba porque tenía el mejor coche, punto. Como si no hubiera ganado grandes premios todos los años de su carrera con todo tipo de coches. Ahora, tendrá la gran oportunidad de demostrar que es el mejor sin matices.

Y, así, entre piques en la pista, decisiones polémicas y despistes de Verstappen, a Hamilton le bastan tres carreras para remontar una pila de puntos y volver a colocarse de líder. Toma y daca. En su contra, la ambición sin límites del joven neerlandés que quiere comerse el mundo. A su favor, la experiencia de un equipo campeón que corre a una para él, como si no existiese nadie más en el paddock, como si su escudero Bottas no fuera más que un torpe Sancho Panza dispuesto a ceder en todo el momento.

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Solo que Bottas lo vive de otra manera. A Bottas se le ha faltado mucho al respeto y no voy a ser yo quien diga que sin motivo. Con el segundo coche más rápido de la parrilla, Nico Rosberg ganó un Mundial. Bottas ha tenido carreras realmente esperpénticas. Ahora bien, todo multimillonario tiene su ego. Sobre todo si su trabajo consiste en jugarse la vida. Cansado de los intensos rumores que hablan del fichaje -por fin- de George Russell y cansado, sobre todo, de que todo el mundo repita que Russell es mucho mejor que él, Bottas decide "salir al mercado", a ver qué pasa.

Y lo que pasa es Alfa Romeo. La escudería suiza es un espanto y acaba de perder a Kimi Raikkonen, que decide que, para esto, mejor perderse en los puertos de Montecarlo entre yates y modelos. Con todo, Bottas sabe que el año que viene será distinto para todos, como si las cartas se volvieran a repartir y cualquiera pudiera tener cuatro ases en la mano. Ese cualquiera podría ser él, quién sabe. Quizá, incluso, con dobles parejas le valdría. Mejor ser cabeza de ratón que cola de león egomaníaco, se dice, y acepta la oferta. A partir de ahí, algo cambia en él.

A partir de ahí, como el personaje de una película americana, decide convertirse en protagonista y vivir su propia aventura. En el Gran Premio de Holanda, donde marcha tercero y es uno de los únicos dos pilotos a los que Verstappen no ha doblado -el otro es, por supuesto, Hamilton-, entra a cambiar ruedas y sale como un tiro. Se siente rápido, se siente liberado y aprieta, arriesga, bate sector a sector todos los récords... así, hasta que desde la radio le dicen que pare. "¿Por qué?", pregunta. "Porque Lewis va a ir también a por la vuelta rápida y le vas a quitar un punto que puede ser clave". ¿Y qué hace Bottas? Acelera.

Al final, la rebelión queda un poco en nada, porque a la vuelta rápida de Bottas -que a la segunda indicación decide frenar un poco en el último sector- le sigue otra de Hamilton y todos contentos... pero el mensaje ya está mandado y para Hamilton es terrible: no des nada por hecho a partir de ahora. Allá te las apañes en los próximos ocho grandes premios. Mercedes haría bien en pensar que, para eso, mejor Bottas en la calle y Russell a terminar el Mundial, como hizo en 2020. La rebelión de Bottas puede ser un bombazo narrativo pero llega en el peor momento. Hay órdenes de equipo caprichosas y órdenes de equipo que deciden campeonatos. Esta era de las segundas. Entendemos que habrá sanciones y duras. No había ninguna necesidad de hacer lo que hizo.

En cualquier caso, ahí queda el momento para las videotecas y queda Hamilton muy tocado de cara al futuro. Ya vuelve a ser segundo y su coche vuelve a ser considerablemente más lento. El reto es mayúsculo en una temporada que tiene de todo: piques internos, promesas que dan pasos adelante, fenómenos atmosféricos inesperados... La Fórmula Uno es el "todos contra todos" que siempre nos ha gustado ver en el que cualquier cosa, cualquier día, es posible. Si Hamilton gana aun así, será con justicia el mejor de la Historia. Si no gana, se dispararán las dudas. Hay mucha gente esperándole, y no solo Bottas.

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