Lewis Hamilton se complica el Mundial por creerse más listo que los ingenieros

ISTANBUL, TURKEY - OCTOBER 10: Lewis Hamilton of Great Britain and Mercedes GP talks with Stefano Domenicali, CEO of the Formula One Group, on the grid during the F1 Grand Prix of Turkey at Intercity Istanbul Park on October 10, 2021 in Istanbul, Turkey. (Photo by Mark Thompson/Getty Images)
Photo by Mark Thompson/Getty Images

Lo vimos en Rusia, pero al final consiguió arreglarlo "in extremis". Los ingenieros le decían a Hamilton, en plena lucha con Lando Norris por el primer puesto, que era urgente que entrara a cambiar los neumáticos. Que se avecinaba una tormenta que requeriría de gomas más blandas, más adaptables al circuito mojado... pero Hamilton se negaba. Hasta dos veces salieron los ingenieros de Mercedes con todo preparado y se tuvieron que volver. A la tercera, visiblemente enfadado, Hamilton ya sí que entró, convencido de que esa parada le condenaba al segundo puesto.

Lo que sucedió a continuación dio, como casi siempre, la razón a los ingenieros: la lluvia arreció, Norris se negó con aún más vehemencia a cambiar sus ruedas y para cuando lo hizo ya había perdido toda opción a la victoria. Por hacer caso a los profesionales, Hamilton ganaba el Gran Premio de Rusia y se colocaba líder de un mundial eterno pero tremendamente emocionante a la vez. Después de la carrera, Hamilton sonreía aliviado y le explicaba a Norris que casi la lía por no obedecer. Norris no sabía dónde meterse: su terquedad le había costado su primer triunfo en la Fórmula Uno.

Con todo, Norris tiene veintiún años y es nuevo en esto. La arrogancia de la juventud, ya saben. Se entiende peor que Hamilton, treinta y seis años y siete campeonatos del mundo, cometiera el mismo error en Turquía, cuando volvió a no hacer caso a sus mecánicos, volvió a fiarse de su instinto... y lo que parecía un más que probable tercer puesto acabó siendo un quinto. Y, encima, el campeón seguía culpando de todo a su equipo por radio, delante de millones de espectadores, que estaban viendo otra realidad, por supuesto, no la del piloto en su monoplaza.

El momento clave de la carrera de Turquía llegó a unas veinte vueltas del final, cuando los neumáticos empezaron a recalentarse y a perder agarre en una pista que nunca acababa de secarse del todo. Hamilton luchaba con Sergio "Checo" Pérez por la cuarta plaza, detrás de Bottas, Verstappen y Leclerc. Con un coche muy superior al de sus inmediatos rivales, era de suponer que, tarde o temprano, conseguiría adelantar como mínimo al primer Red Bull y al Ferrari. Para ello, necesitaba cambiar cuanto antes de neumáticos... o confiar en un milagro que le permitiera acabar la carrera siendo competitivo con las mismas ruedas con las que partió en la parrilla de salida.

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Pérez entró, Leclerc entró... y Hamilton se vio de repente tercero, solo tres puntos por detrás de Max Verstappen, justo en la carrera en la que habían decidido penalizar. Un éxito rotundo. Y el caso es que, aunque durante algunas vueltas el milagro pareció posible, pronto Mercedes se dio cuenta de que necesitaban cambiar y cambiar con margen. Hasta tres veces se lo explicaron a Lewis y tres veces pasó el británico. Cuando por fin entró en razón, tras un par de vueltas perdiendo un mundo con sus rivales, la salia de boxes le dejó en quinto lugar, tras Pérez y Leclerc... y acosado por Gasly y el propio Norris.

Hamilton no entendía nada... y cómo aquello no podía ser culpa suya, decidió que el error era de su equipo. "Ni me habléis", les dijo, y cortó la radio. "Checo" Pérez, el hombre con el que estaba luchando en su momento por la cuarta plaza, acabó tercero, es decir, de haber calcado su estrategia, es muy probable que ese puesto hubiera acabado en manos de Hamilton, cuyo empeño en seguir en la pista frente a toda evidencia, puede haberle costado cinco puntos muy importantes en la clasificación del campeonato del mundo, en la que Verstappen vuelve a ser el primero con seis puntos de ventaja.

A falta de cinco carreras, la lucha no puede estar más emocionante... y la verdad es que es algo que echábamos de menos. Cada carrera es una partida de ajedrez en el que no solo juegan los reyes sino que cada pieza cuenta: Bottas contó, y mucho, en Turquía, pese a sus problemas con Mercedes hace unas semanas y su fichaje para el año que viene por Alfa Romeo. Pérez fue clave, resistiendo las embestidas de un Hamilton que buscaba rascar el máximo de puntos. Incluso Leclerc, un agente externo en esta pelea de dos, sirvió para restarle puntos al británico... igual que en la siguiente carrera se los puede restar al holandés.

Decía Bernie Ecclestone hace unos días que se estaban cargando la Fórmula Uno con tanta carrera. Es cierto que el calendario es excesivamente largo, pero mientras todas las carreras sean así y la clasificación esté tan apretada, no es algo que nos importe demasiado a los aficionados. Otra cosa habría sido un Mundial decidido ya con un mes y medio de carreras insulsas, pero, bueno, ahí estaría Fernando Alonso para hablarnos de su plan o George Russell destacando de cara al futuro o cualquier drama interno en cualquier escudería. Estábamos tan centrados en el pedazo de Mundial que nos espera el año que viene que se nos olvidaba la posibilidad de que este fuera uno de los mejores de la historia. Y lo está siendo.

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