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Lewis Hamilton ya es mayorcito para pensar que los profesores le tienen manía

SCARPERIA, ITALY - SEPTEMBER 13: Race winner Lewis Hamilton of Great Britain and Mercedes GP wears a shirt in tribute to the late Breonna Taylor as he talks to the media in parc ferme during the F1 Grand Prix of Tuscany at Mugello Circuit on September 13, 2020 in Scarperia, Italy. (Photo by Bryn Lennon/Getty Images)
Photo by Bryn Lennon/Getty Images

De las diez carreras que ha corrido este año, Lewis Hamilton ha ganado seis. De los últimos seis mundiales de Fórmula Uno, ha ganado cinco. No parecen los números de alguien que es víctima de una conspiración, la verdad, pero el británico sigue empeñado en buscar una. Puede que, a la larga, ganar siempre aburra o que necesites darle un poco de valor a unas victorias que todo el mundo achaca a la superioridad de tu coche. Que Hamilton es un piloto sensacional no debería despertar ningún debate: lo demostró siendo casi un crío en McLaren, lo demostró cuando Mercedes no era aún lo que era y desde luego lo está demostrando ahora, convirtiendo a todos sus rivales en comparsas.

Ahora bien, tampoco hay dudas de su victimismo. Un victimismo que ya afloraba en 2007, cuando todo el equipo corría para él en su lucha contra Fernando Alonso y al final el campeonato se lo llevó Kimi Raikkonen. En el Gran Premio de Rusia, la FIA le impuso una doble sanción de cinco segundos por dos ensayos de salida fuera de lugar durante la vuelta de calentamiento y esa sanción le costó el triunfo final. Desde luego, toda la situación fue una chapuza: no había voluntariedad (como no la había en el caso de Djokovic, recordemos, lo que no exime de culpa), se comunicó tarde (más de media hora después de los hechos) y probablemente todo se debiera a un error de comunicación con sus propios ingenieros de Mercedes.

Todo esto puede enfadar mucho a Hamilton y puede considerar que se le ha privado de una nueva victoria y con ella la posibilidad de empatar con Michael Schumacher a 91 triunfos en lo más alto de la clasificación histórica. Es un contratiempo, digamos. Además, hablamos de una carrera que al final ganó su compañero Valeri Bottas, así que, bueno, tampoco parece tan grave... salvo, ya digo, que seas Lewis Hamilton. En declaraciones posteriores al Gran Premio, Hamilton no estaba enfadado, estaba furioso: aseguraba que la sanción era injusta a la vez que afirmaba no haberse leído aún esa parte del reglamento. Cuando le preguntaron si dicha sanción tenía algo que ver con su activismo político en contra de la brutalidad policial, no lo dudó dos veces y sentenció: “Sí, por supuesto, están tratando de pararme”.

Vayamos por partes: si alguien está intentando pararle, no lo está haciendo demasiado bien. Hamilton, insisto, ha ganado cinco de los últimos seis mundiales (el otro también se quedó en Mercedes, cortesía de Nico Rosberg) y lidera la clasificación de este año con 77 puntos sobre el primer piloto que no corre en la escudería alemana. De tratarse de una conspiración, se trataría de la más torpe de toda la historia. Por otro lado, no conviene banalizar con las causas sociales: que Hamilton encabezara la protesta “Black lives matter” en su versión Formula Uno no le convierte en el único que defienda la causa en el “paddock” ni es bueno insinuar que esa postura incomoda tanto como para querer sabotearle.

Por supuesto, siempre hay gente como Vitali Petrov, dispuesto a ganarse un rato de fama con declaraciones extemporáneas. El ex-piloto ruso, mas conocido por la carrera en la que sirvió de tapón para que Fernando Alonso no ganara su tercer título en 2010 que por sus propios éxitos, vino a decir esta misma semana que Hamilton era una especie de dictador de lo políticamente correcto y que ya estaba bien de hacerle caso. Ahora bien, Petrov es un hombre retirado y con sus declaraciones no hacía más que dejarse a sí mismo y su homofobia en evidencia. Petrov no es la FIA y Petrov no representa desde luego al mundo de la Fórmula Uno.

Lo que ha hecho Hamilton como portavoz de esta causa es meritorio y digno de aplaudir. También lo fue que denunciara el asesinato de Breonna Taylor públicamente en el podio de Mugello. Ahora bien, utilizar esa lucha para tapar un error propio o de su escudería es impropio de un gran campeón y desde luego impropio de un activista. Numerosos son los deportistas que han sacrificado sus carreras por las luchas sociales o que han vivido al menos el ostracismo al que dichas luchas les condenaban, desde Muhammad Ali a Colin Kaepernick pasando por John Carlos o Craig Hodges. Un sacrificio mucho mayor que diez segundos de sanción en el Gran Premio de Rusia.

La ambición y la exigencia son consustanciales a todo gran campeón. También la decepción en la derrota. Demuestran hambre y competitividad. Ahora bien, hay cosas con las que no se juegan y esta es una de ellas: a Djokovic no le echaron del US Open porque le tuvieran envidia sino porque le dio un pelotazo a una juez de línea, a Hamilton no le sancionó la FIA por ser negro o por ser activista sino por infringir levemente el reglamento. Entender eso como una represalia es colocarse en un escenario que no le pertenece y una manera de banalizar las represalias de verdad que han corrido tantos antes que él. Hamilton ya tiene edad para no andarse con esas cosas. Va camino del séptimo título de campeón del mundo. Bien hará en disfrutarlo sin dejar de luchar por lo que es justo en el camino. Pero sin victimismos de palacio y yate, por favor.

Vídeo | Hamilton echa en falta diversidad en la F1

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