Leonor Plantagenet: una reina inglesa en el trono de Castilla
En septiembre de 1170 se celebraron en Tarazona (actual provincia de Zaragoza, España) los esponsales entre Alfonso VIII, rey de Castilla, y Leonor de Inglaterra. En aquel momento, el novio tenía catorce años. Ella, apenas nueve. Se convirtió entonces en reina de un territorio alejado de sus orígenes y ajeno a su educación que ya no abandonaría hasta su muerte, el 31 de octubre de 1214.
Leonor había nacido en septiembre de 1161, en el castillo de Domfront. Era hija de Enrique II Plantagenet, rey de Inglaterra, y de la célebre Leonor de Aquitania, y hermana de los no menos famosos Ricardo “Corazón de León” y Juan “sin Tierra” (protagonistas de películas como Robin Hood o El león en invierno). Poco se sabe de la infancia de la niña, salvo que su formación tuvo lugar en los grandes centros que la corona de los Plantagenet tenía en el continente, como Fontevraud, Angers o la ciudad aquitana de Poitiers. Precisamente, era el dialecto poitevino la lengua que hablaba cuando llegó a Castilla.
Durante los cuarenta y cuatro años que duró su matrimonio, las fronteras del reino castellano avanzaron de manera significativa hacia el sur, dejando la Reconquista a las puertas de Andalucía tras la victoria de las tropas cristianas en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212).
En ese tiempo, además, fueron padres de una abundante prole, hasta el punto de que Leonor pudo alumbrar entre trece y catorce hijos. Algunos murieron siendo niños. Otros ocuparon algunos de los tronos más destacados del momento: Enrique I y Berenguela reinaron en Castilla, Urraca fue reina consorte de Portugal, Leonor lo fue de Aragón, Blanca reinó en Francia por su matrimonio con Luis VIII y Constanza fue abadesa de Las Huelgas.
El patrocinio artístico de Leonor de Inglaterra y Alfonso VIII
En el medio siglo que la pareja estuvo en el trono, el arte de los territorios que gobernaron asistió a profundos cambios. Las últimas manifestaciones del románico convivieron con la recepción de los primeros esquemas góticos, en un ambiente de efervescencia artística y cultural del que participó activamente el matrimonio real.
Juntos promocionaron algunos de los edificios más importantes del momento, como el Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, el Hospital del Rey de Burgos y la catedral de Cuenca, en los que verían la luz algunas de las primeras soluciones góticas en edificios castellanos. Juntos, también, protegieron económicamente a reconocidos artistas que habían trabajado en el reino, como el maestro Garsión en Santo Domingo de la Calzada, Fruchel en Ávila o Ricardo en Burgos.
Juntos, sí, aunque es obligado insistir en la trascendencia que tuvo la presencia de Leonor en Castilla en todo este proceso de renovación artística, al igual que la de algunos miembros extranjeros de su séquito. Los estudios demuestran que la fundación de Las Huelgas se debió, en realidad, al empeño personal de la reina, en un deseo por emular el panteón dinástico que acababa de establecer su familia en la abadía de Fontevraud.
Por ello, tampoco extraña que pudiera ser decisión suya traer a un maestro inglés o aquitano, Ricardo, para dirigir su construcción. Como ingleses debieron ser, igualmente, parte de los miniaturistas que iluminaron algunos de los manuscritos más bellos del último tercio del siglo XII, como la Biblia de Burgos (c. 1175) y el Beato de Cardeña (c. 1187), cuyas figuras alargadas, de formas suaves y elegantes, eran las habituales en los códices de la zona del Canal de la Mancha.
También en solitario: la imagen de una reina
Pero la conexión de Leonor con el arte de su tiempo va más allá de las obras que promueve junto a su esposo. Leonor será la impulsora del culto a Tomás Becket en Castilla. Ella, en solitario, protegerá el altar dedicado al santo de Canterbury en la catedral toledana. Del mismo modo, depende de su voluntad individual la creación de alguna de las primeras obras con la imagen del santo y el relato de su martirio, como es el caso del frontal localizado en la iglesia románica de San Miguel en Almazán (Soria).
Y, pese a que las fuentes solo nos indican que la reina era fermosa, contamos incluso con alguna imagen idealizada suya, como la que la representa de cuerpo entero, esbelta, coronada y portando un cetro vegetal en la mano, en un sello de cera conservado en el Archivo Capitular de Toledo. O aquella otra, en el Tumbo Menor de Castilla, en la que, sentada junto al rey, coronada y nimbada como él, participa de la donación de la fortaleza de Uclés a la orden de Santiago.
Leonor y las artes
Unas ricas estolas de seda decoradas con motivos heráldicos, conservadas en San Isidoro de León, llevan una inscripción que informa que fue la hija de Enrique de Inglaterra quien las bordó.
Aunque resulta complicado imaginar a una Leonor “artista” aguja en mano confeccionando estas dos piezas, lo que resulta indudable es que fue ella quien las encargó y las regaló. Y al igual que sucede con el resto de ejemplos mencionados, estas estolas ponen de manifiesto, una vez más, que fue el gusto refinado de la reina, y su voluntad decidida por la promoción de las artes y de los artistas de su tiempo, uno de los vectores fundamentales ‒si acaso el más importante‒ que impulsaron el proceso de renovación artística y cultural que floreció en Castilla durante el reinado de Alfonso VIII.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Marta Poza Yagüe pertenece al grupo de investigación MARCAM. Las mujeres y las artes en la Castilla Medieval. Promoción, recepción y capacidades de acción (PID2021-128754NA-100).