Messi se queda en el Barça, pero todos pierden con ello

Demonstration in front of the FC Barcelona offices, calling for the resignation of the club's president, Josep Maria Bartomeu, and that Leo Messi does not leave the Barça team, on 26th August 2020.(Photo by Joan Valls/Urbanandsport /NurPhoto via Getty Images)
Un aficionado del Barça participa en la protesta contra la junta directiva del Camp Nou. (Foto Joan Valls/Urbanandsport /NurPhoto via Getty Images)

Leo Messi se queda porque no puede irse, lo cual es muy diferente a quedarse porque quiere. Como explicó en GOAL, el capitán del Barça permanecerá contra su voluntad porque no le queda otra y quiere evitar un litigio legal con el club de su vida a toda costa. Desgastado, frustrado y desesperanzado. Así acabó un culebrón que de final feliz tiene poco y que tan solo significa alargar un problema con fecha de caducidad, ya que Messi podrá negociar con quien quiera desde el 1 de enero. El mejor jugador de la historia está atrapado en el club que le vio convertirse en lo que es hoy en día. Un resultado en el que no hay ningún ganador claro.

Leo Messi

La decisión de marcharse del Barça no era un calentón derivado de la hecatombe de Lisboa. No fue el 2-8 lo que hizo saltar todas las alarmas de Messi, sino ese continuo vaivén de proyectos sin hoja de ruta cuya característica más reconocible revolotea alrededor de la improvisación. El ‘10’ llevaba todo la temporada con la intención de cerrar su etapa en Barcelona previo entierro emocional acompañado de un mar de lágrimas de familiares y amigos.

En este sentido, Leo ya tenía asumido el pegar un giro radical en su vida y la de su familia para empezar una nueva etapa lejos del Camp Nou. Estaba dispuesto a cambiar todo su ecosistema y salir de su zona de confort para volver a ganar con lo que eso conlleva. Imaginad hasta qué punto debe estar hastiado para cambiar el destino de todo su núcleo familiar y zarpar de la ciudad donde ha vivido desde que era un crío. Messi se queda a disgusto, retenido contractualmente contra su voluntad; porque es la única opción posible que le ha dado Bartomeu y un entorno que ha gestionado pésimamente la guerra mediática que le ha planteado el presidente.

Por otra parte, a Leo se le acaba su ciclo futbolístico mientras la Copa de Europa se aleja de Barcelona. El club necesitará tiempo para llevar a cabo la transición de las vacas sagradas y Messi ya no dispone de margen de maniobra para volver a la cima. El argentino ya no puede seguir cargando con la mochila del desborde, la creatividad, el último pase y la finalización. Sabe que a sus 33 años su carrera irá en pendiente hacia abajo por una cuestión generacional que entronca con lo que le demanda su equipo. Esto es, “si tenemos a Messi, somos favoritos así que vamos a abusar de ello”. A partir de aquí se debe explicar el Barça de las últimas temporadas, donde Messi, en lugar de reducir su radio de influencia y verse enfocado a la frontal del área, ha acabado multiplicando sus funciones.

Bartomeu

Algunos ven al presidente azulgrana como el gran vencedor de la decisión de Messi. Se podría argumentar que, gracias al show del argentino, el mandamás culé ha distraído la atención mediática del aficionado. Al fin y al cabo, no dimitió tras tejer una campaña de desprestigio contra sus jugadores ni tras el 2-8 contra el Bayern de Múnich, Messi le ha dado oxígeno y tiempo en cantidades industriales tras dos semanas y media de silencios ensordecedores y tampoco ha acabado adelantando las elecciones.

Todo está en el punto de partida sin que las piezas se hayan movido ni un centímetro. Así, Bartomeu no pasará a la historia como el presidente que vendió al mejor jugadores en la historia del club y, de bien seguro, venderá a través de sus tentáculos mediáticos que fue un mandatario inflexible cuya gestión del “culebrón Messi” se saldó con el ‘10’ teniendo que dar media vuelta y quedándose en Barcelona.

Sin embargo, la realidad es que si Messi está tan agotado del Barça es por culpa de su pésima gestión deportiva y sus falsas promesas. Leo desnudó a su presidente y dirigió todas las miradas hacia su república bananera. Incapaz de construir un proyecto ganador, autor de un endeudamiento financiero que tiene al club con el agua al cuello y encargado de denostar a las figuras más veneradas del barcelonismo: Johan Cruyff, Pep Guardiola y el propio Leo Messi. Messi le decía adiós al Barça, pero sobre todo a su presidente. Al que eligieron los socios cegados por el triplete y al que ha demolido todo lo que se erigió en el pasado a base de volantazos.

Bartomeu salva la cabeza, pero no la cartera. Dudo que lo exprese en público, pero para el dirigente azulgrana no había mejor solución que vender al emblema de la entidad. Y es que, ante las inminentes elecciones de marzo, el presidente debe arreglar un libro de cuentas con más boquetes que el queso gruyer. Necesitado de dinero y de margen de maniobra para no tener que responder con su patrimonio personal a las deudas del club, vender a Messi por una cantidad elevada y librarse de los 100M€ de sueldo del astro argentino hubiese significado un alivio económico de magnitudes bíblicas.

Plantilla

No se ha hablado apenas del papel que han jugado los compañeros de Leo en este entuerto. Más allá de las explosivas palabras de Piqué tras la abultada derrota lisboeta, el resto ha permanecido tan callados como Leo hasta hace pocas horas. Ninguno ha cargado contra el presidente ni tampoco Messi ha recibido grandes dosis de apoyo públicas. A Leo ni le convenció la charla con Koeman ni el posible potencial de este equipo. Quizás algo se rompió en Múnich. El más que posible adiós de Luis Suárez y Arturo Vidal, compinches del rosarino en el Barça, debilita el núcleo duro del argentino en el vestuario.

En el otro lado de la balanza, no hay un futbolista que se vaya a ver más perjudicado por la permanencia del argentino que Antoine Griezmann. Koeman tenía la intención de alejar al francés de su posición de extremo para meterlo por dentro y entregarle su lugar natural en la mediapunta, la zona de Leo. Ahora va a tener que reconducir el rumbo de su proyecto y ver cómo reparte un equilibrio de poderes en una plantilla en constante ebullición jerárquica.

Aficionados

Sin duda, los grandes perdedores de este embrollo. Dos semanas y media de sufrimiento, viviendo un sinfín de filtraciones interesadas y sin que Leo haya sabido discernir comunicativamente entre su lucha con el presidente y con sus aficionados. La masa social hubiese agradecido unas palabras escuetas aunque cargadas de honestidad y transparencia antes que un silencio angustiante. Ahora el aficionado azulgrana podrá despedir a Messi como se merece, en el césped y con una sonora ovación, y no con el amargo recuerdo de la mayor derrota en la historia del Barça en la Copa de Europa.

Además, podrá disfrutar, por un tiempo extra, de las genialidades del argentino. Sin embargo, es difícil saber si Messi recuperará la ilusión, que no la competitividad, en un curso que se intuye como una carretera plagada de curvas cerradas. Encadenar una estrella a los cimientos del Camp Nou no parece la mejor idea para mantener contento al ‘10’. La esperanza, por tanto, reside en que, con la entrada de una nueva junta en marzo, Messi confíe en un nuevo proyecto azulgrana que le permita tener un retiro dorado en Barcelona. Como en 2015, el socio volverá a tener el poder de cambiar el rumbo de la entidad. Esperemos que no vuelva a estar tan ciego.

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