El legado de Racy: la brasileña que combatió el racismo en la tierna infancia

Sao Paulo, 14 dic (EFE).- La escuela infantil Nelson Mandela de Sao Paulo se convirtió en referencia en el combate al racismo en Brasil. Su ahora exdirectora Cibele Racy ha sido pionera en esta revolucionaria forma de entender la educación y acaba de ser considerada como una de las 100 mujeres más influyentes del mundo según la BBC.

Al lado de nombres como los de la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, o la actriz y activista estadounidense Jane Fonda, Racy figura en esa prestigiosa lista tras conseguir un ambiente educativo libre de prejuicios de raza, género o cargo profesional.

A través de elementos lúdicos y "figuras de afecto", como gigantescos muñecos, dibujos e historietas, la escuela dirigida por Racy pasó a incorporar la diversidad y aceptación entre sus actividades diarias con los cerca de 2.000 niños que atiende, de edades entre 4 y 6 años.

El proyecto fue impulsado después de que el estudio de la Historia y Cultura Afrobrasileña pasase a ser obligatorio en la enseñanza secundaria a partir del 2003, cuando Luiz Inácio Lula da Silva ascendió a la presidencia de Brasil.

Para Racy, sin embargo, las relaciones étnico-raciales han de ser trabajadas desde la primera infancia, cuando "los niños empiezan a percibir las diferencias" y el "pensamiento racista debe comenzar a ser combatido".

"La educación tiene que empezar desde la primera infancia. No debatiendo el tema, porque los niños ni siquiera pueden verbalizar lo que sienten, pero a través de la representatividad, para que ellos se reconozcan y puedan valorar sus identidades", contó la educadora en una entrevista con Efe.

Pero el trabajo para alcanzar un ambiente libre de racismo y plena igualdad empezó años antes, en 2004 y con los adultos que trabajaban en el centro educativo, donde "había claras relaciones de poder" que eran "determinadas por el color de la piel".

"Cuando asumí la dirección de la escuela, me di cuenta de esa relación de superioridad o inferioridad entre los trabajadores, que estaba relacionada con el racismo estructural", explicó.

La exdirectora puso en marcha entonces una serie de acciones con los profesionales, porque "es imposible trabajar esas cuestiones con niños sin antes resolverlas con los adultos que pretenden educarlos".

"Para que uno deje de ser racista, se requiere un proceso interno de reformulación muy profundo. Es un proceso personal e intransferible, porque tienes que reconocer tu fragilidad, tienes que ser humilde. No es estudio, es un proceso afectivo", aseguró.

Una vez alcanzado un ambiente libre de prejuicios, la escuela pasó a trabajar la temática con los alumnos y sus familias.

ROMPIENDO TABÚES

Todo empezó con la llegada del príncipe africano Azizi Abayomi, un enorme muñeco negro creado para guiar las discusiones de manera más accesible y lúdica posible. A partir de la recreación de la historia de vida del personaje, los niños pasaron a incorporar las relaciones étnico-raciales de una forma natural a su cotidiano.

"Pero cuando empiezas a trabajar con la cuestión racial, difícilmente te quedas en eso. Empezamos a desmontar toda clase de prejuicios, tabúes, estereotipos, como cuestiones de género y otros temas importantísimos", analizó la directora.

Otras acciones adoptadas por la escuela, que pasó a llamarse Nelson Mandela en 2016 en homenaje a la labor antirracista del histórico líder sudafricano, abarcan la realización de eventos multiétnicos y la sustitución de la tradicional fiesta junina brasileña, que celebra cada mes de junio la cultura campesina del país, por un festejo afrobrasileño.

Aunque el nuevo proyecto pedagógico fuese bien acogido por las familias de los niños, el centro escolar fue blanco de protestas y ofensas por parte de los residentes del tradicional barrio del Limao de Sao Paulo, lo que expone el silencioso racismo estructural que impera en Brasil.

"En una ocasión, pintaron en el muro la frase 'vamos a cuidar del futuro de nuestros niños blancos' rodeada de varias esvásticas", rememoró Racy.

La respuesta, evocó, fue a la altura: tras discutir lo que había pasado con los alumnos, los pequeños decidieron crear un grupo de trabajo y repintar todo el espacio.

"Movilizamos a varios artistas, el movimiento negro, cerramos toda la calle, vino el movimiento punk, exalumnos. Fue una acción que paró el barrio del Limao y resultó en una pintura magnífica", afirmó.

LA EDUCACIÓN PÚBLICA TIENE EL PODER DE TRANSFORMAR UN PAÍS

A los 60 años y jubilada desde el año pasado, Racy siempre supo que su lugar era en la educación pública brasileña, que atiende a más del 80 % de los estudiantes del país, estimados en 45 millones.

Según la educadora, "la educación forma personas, pero la educación pública tiene el poder de transformar un país".

"Yo no quería convertirme en la profesora que tuve en mi infancia. Quería salir de aquella burbuja que yo había vivido como blanca, llena de privilegios", sostuvo.

Por eso, en momentos en que el debate sobre el racismo estructural en Brasil, donde un 56 % de la población es negra, vuelve a la luz tras dos brutales asesinatos, Racy alegó que la mejor forma de combatirlo es con políticas públicas "más robustas".

"A medida que se expone la muerte de Joao, José o María en las televisiones y periódicos, tenemos que hacer campañas antirracistas en la misma proporción, porque es con educación que lo vamos a combatir", expresó.

Racy admitió que hizo algunos "sacrificios" en su vida personal para mantener vivo el sueño de un mundo más justo y más igualitario, pero el reconocimiento de la BBC solo ha confirmado que todas las elecciones que hizo en sus cuatro décadas como educadora "valieron la pena".

(c) Agencia EFE