El legado del jesuita español Luis Espinal a Bolivia tras 40 años de su asesinato

La Paz, 21 mar (EFE).- El nombre del jesuita español Luis Espinal Camps tiene distintos significados en Bolivia, que lo ligan con la lucha por la democracia, el desarrollo del cine y el periodismo del país suramericano, cuyo recuerdo se mantiene intacto tras cuatro décadas de su asesinato.

A esas facetas se suma su lado artístico como escultor aficionado, académico y escritor de cinematografía, además de un afamado texto "Oraciones a quemarropa", que han conmovido a generaciones de bolivianos por su combinación de agudeza, realismo y fe.

EL SIMBOLISMO DEL JESUITA

"Sigo teniendo pena (por su muerte)", dijo a Efe Hans Moeller, que junto a su esposa Alcira Zeballos conocieron a Espinal hace más de medio siglo, poco después de la llegada a Bolivia en 1968 del sacerdote, nacido en 1932 en la localidad catalana de San Fruitos de Bages, en la provincia de Barcelona.

Moeller, de 74 años, recordó que uno de los primeros encuentros con Espinal fue cuando el religioso daba charlas a universitarios en ciudades mineras como Oruro y luego lo reconoció como comentarista de cine en apariciones suyas en televisión.

Su aporte fundamental fue en los medios de comunicación, como en los periódicos ya desaparecidos Última Hora y Presencia, además del Semanario Aquí, que condujo, y de su paso por la estatal Televisión Boliviana, "que censuró uno de sus programas periodísticos y de investigación", rememoró Moeller.

El estilo de este jesuita destacaba por "constantemente" encontrar formas para manifestar lo que él creía que era "verdad", señaló.

Espinal fue secuestrado, torturado y asesinado por un grupo paramilitar la noche del 21 de marzo de 1980, meses antes de que la dictadura de Luis García Meza, una de las más crueles de Bolivia, tomase el poder.

UNA COMUNIDAD ESPECIAL

El matrimonio Moeller formó parte por varios años de una comunidad "mixta" formada por jesuitas y laicos comprometidos con la fe cristiana durante la década de 1970, en la que Espinal tuvo un rol inspirador, recordaron ambos.

Hans y Alcira convivieron con Espinal y otros jesuitas españoles como Xavier Albó, José Prats, Luis Alegre o José Henestrosa, en una comunidad en que todos ponían sus ingresos en común para vivir, además de una experiencia que alentaba su fe en medio de la inestable realidad política boliviana.

Los Moeller recordaron que Espinal fue padrino de bautizo de uno de sus hijos y que el sacerdote hizo un par de juguetitos tallados en madera, una muñequita y un sapito, para que ellos jugaran y que aún conservan.

Este matrimonio recuerda la disciplina de Espinal, que comenzaba temprano por la mañana para dar clases en la universidad, escribir durante el día e ir a ver películas por la noche, para luego redactar sus comentarios que se publicaban en diarios bolivianos.

Junto a los Moeller, en esa comunidad vivían los matrimonios de Gloria Ardaya, una sobreviviente de una masacre paramilitar en 1981, con su esposo, y Oscar Eid, junto a su esposa, que fue un reconocido político del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR).

LA VIDA DIARIA DEL MÁRTIR

Espinal "era una persona de la que uno podía aprender mucho y tenía unas respuestas muy atinadas. No las de un sabio, sino normales", recordó con nostalgia Moeller, que admite que hubiese preferido que aquel "amigo" siguiera vivo.

Hans Moeller recuerda que el jesuita mártir solía aprovechar el tiempo en aquella comunidad de sacerdotes y matrimonios tallando madera con un pequeño cuchillo y que "era un problema", ya que cada mueble viejo que se sustituía pasaba a ser una obra artística.

También recuerda que por varios años "tenía una pequeña libreta de anotaciones" en las que apuntaba algunas charlas con la gente que conformaron las "Oraciones a quemarropa", un pequeño texto de reflexiones que se conoció después de su asesinato.

"Iba a pie a todo lado", rememoró, como una descripción de la austeridad de vida que llevaba el sacerdote que ahora es considerado el padre del cine boliviano.

Este 21 de marzo se recuerdan los cuarenta años del asesinato del jesuita Luis Espinal, una muerte que todavía tiene elementos poco claros, según quienes lo conocieron.

Su legado e importancia en Bolivia ha valido para que muchas plazas, calles y escuelas en distintos puntos del país lleven su nombre e inmortalicen su vida.

(c) Agencia EFE