Un legado familiar: de casa de los abuelos a un restaurante íntimo que tiene a la pesca artesanal como la gran protagonista
PINAMAR (Enviada especial).- “La cocina de Utopía nace del mar, de la pesca”, dice Ian Edgar. Nilda, su abuela y la dueña de la casa, fue cocinera, y Dafnis, su abuelo, además de anestesista, era pescador. Y soñaba con comprarse una propiedad cerca del mar. “Una gran casona donde todos, sin excepción, nos reunimos para festejar nuestros acontecimientos, cantar nuestras canciones, bailar, cobijar al que lo necesitara, recordar a nuestros seres queridos”, le escribió en una carta a una de sus hijas.
Utopía, además del nombre de la casa de los abuelos de Edgar, es la denominación del restaurante en Valeria del Mar que hoy el dirige, junto con su pareja, Camila Echeverria. “Ese es un poco nuestro lema”, dice ella sobre la carta que está en el menú y que se convirtió en un cuadro que está colgado en el local al lado de un retrato de Dafnis con redes y una foto de 1989 que Nilda tituló: “Pejerreyes capturados en Utopía”.
Abrieron por primera vez en 2015. Hacía un año y medio que eran pareja. Ella tenía 22 años, y él, que durante el día trabajaba como guardavidas, 24. También pescaba. Ninguno de los dos había trabajado en gastronomía, pero él siempre cocinaba para sus amigos y de ahí surgió la idea. “Siempre las juntadas eran de pesca o de arroces con el pescado como protagonista, teníamos la materia prima. Después lo dejé de hacer comercialmente y lo seguí haciendo por placer, con una embarcación más chica”, relata Ian.
“Cuando mi abuelo fallece, la casa se empezó a alquilar en temporada. Mi abuela tenía un taller de costura en San Isidro, trabajaba mucho, pero tenía muchas cosas que mantener y mucho trabajo. Después se puso muy grande, todo se empezó a desmadrar y decidió venderla. Y fue también un empujón, no se podía perder la casa”, agrega.
Con siete mesas, nació con la idea de ser a puertas cerradas, pero finalmente abrieron al público en temporada. La cocina, distribuida en dos plantas y con una parrilla afuera; ocupaba la mitad del salón, el antiguo living de la casa.
“Utopía fue como una cosa muy romántica. Todavía él tenía su trabajo de verano y teníamos pocos gastos”, cuenta Camila. “No teníamos techo, se largaba a llover y la gente se metía abajo de un techito. Nuestra idea era: ‘Salgo de la playa, atendemos siete mesas, como un extra’”, recuerda él.
A los cuatro años, cerraron. Se querían ir de viaje. Ella se fue a las Islas Baleares; él, a Italia. Después de cuatro meses y haber conseguido la ciudadanía, se instalaron en Tenerife. Utopía, en Valeria del Mar, volvió a estar en venta.
“En marzo 2020 nace nuestra hija. Nos quedamos hasta que cumplió seis meses y yo dije: ‘no aguanto más’. Los planes se arruinaron, mis viejos iban a viajar, todas cosas que no sucedieron. Ian trabajaba en una escuela de cocina y ahí quedó todo detenido. Y volvimos”, relata Camila.
Ian volvió a su trabajo de guardavidas. Después se dedicó a la pesca artesanal. En verano vendía en la playa y en invierno, en frigoríficos. Hasta el invierno pasado cuando se fue a Estados Unidos a trabajar. Terminó en una fábrica de productos de materias primas para piezas dentales. “Siempre sus trabajos habían sido al aire libre o en gastronomía, y ahí estaba encerrado nueve horas, pero rindió. Un día me llamó y me dijo: ‘¿y si reabrimos Utopía, flaca?’”, recuerda Camila.
“Traje unos mangos y reabrimos. Llegué en septiembre y le dije: ‘Andá para allá que vamos a comprar todo’. Fue una decisión muy espontánea. Decidí que si iba a trabajar en cocina, quería tener tiempo para poder dedicarle, poder hacer las cosas realmente bien. Tener solo ese trabajo y eso también fue como un clic, apostar todo”, dice él.
Y en cuatro meses reabrieron. “Cuando nos fuimos, nos despojamos de todo. No teníamos ni una batidora. Todo costaba mucha plata, siempre tuvimos mucha ayuda de la familia y de amigos. Tenemos esa suerte”, cuenta Camila.
“La verdad es que el proyecto de Utopía lo pudimos hacer gracias a la familia y amigos. Cuando abrimos la primera vez, tuvimos la superayuda de la mamá de Ian y su marido Hernán, ellos nos dieron el empujón económico, porque realmente lo que se necesita para abrir es muchísimo, que para nosotros en ese momento era imposible”, agrega.
Es Ian quien todavía se encarga de la pesca, que sigue siendo protagonista. Con una carta que varía y con un énfasis en la frescura de los productos, apelan al trabajo artesanal.
Camila está “en todo lo que no tiene que ver con la cocina”. A la mañana se ocupa de las compras y a la noche es camarera. “Hago el recorrido todas las mañanas por todos lados. No me traen nada, solo el hielo, todo el resto lo voy a buscar. Tenemos ese concepto del plato que va a la mesa, ¿te lo comerías para vos?”, dice.
Su gran objetivo es comprar la casa. “Ojalá algún día podamos. Todos tienen la esperanza de que eso suceda y nos dicen que tiene que ser nuestra, pero bueno, la plata tiene que aparecer, hay que ahorrar”, dice ella.