La lava ralentiza su marcha hacia el mar mientras la Palma ayuda sin descanso a los afectados

La erupción del volcán de Cumbre Vieja ha atraído irremediablemente la atención tanto de los medios de comunicación de todo el mundo como de muchos amantes de estos fenómenos. Pero lo cierto es que para los lugareños de la pequeña isla de la Palma se trata de un drama que desean acabe lo antes posible.

Hasta el momento, más de 6000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares, algunos de los cuales ya han desaparecido o lo harán en cuestion de poco tiempo. La lava ha sepultado ya más de 190 casas y ha afectado a más de 320, pero también infraestructuras de todo tipo y plantaciones. Las aguas subterráneas han quedado contaminadas, y por donde ha pasado el magma dificilmente podrá volverse a construir.

Las autoridades alertan de la toxicidad de los gases emanados, y se espera que el dióxido de azufre generado por la erupción llegue a la península española y otros puntos del Mediterráneo en las próximas horas, aunque ya con efectos muy reducidos. La posibilidad de lluvia ácida en Canarias también es real, aunque con riesgos mínimos.

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La lava, mientras tanto, continúa impasible su cada vez más lento avance, apenas a cuatro metros por hora, hasta el punto que ya se pone en duda que acabe desembocando en el mar, en cuyo caso la emisión de gases ácidos sí sería preocupante.

Pero de momento no hay tiempo para pensar en estas cosas, y los habitantes de la Palma trabajan ahora en una red solidaria de empresas, supermercados y voluntarios encargada de recoger, clasificar y ordenar ropa, alimentos o juguetes a repartir entre las familias a las que el volcán ha dejado sin nada.