Laura Novoa y su paso por el Cantando: "Me asustaba dar este salto enorme"

Se reconoce un poco obsesiva en su trabajo, tanto que se ocupa de cada detalle, de la ropa que va a lucir, el maquillaje y los accesorios que más le convienen. Por ejemplo, para la segunda gala del Cantando 2020 (eltrece), buscó a quien la vistió para la obra de teatro El casamiento, de Witold Gombrowicz. Laura Novoa asegura que otros fueron más prejuiciosos que ella cuando aceptó ser parte del certamen. La cuarentena por la pandemia de coronavirus la agarró en plena mudanza y con un maravilloso panorama laboral: estaba haciendo Si la cosa funciona, en teatro, a dos días de empezar a filmar una película y con una serie de televisión en carpeta para fin de año. Todo se desvaneció, pero ella siguió con su otra actividad: el coaching. En diálogo con LA NACION, la actriz habla de cómo se siente en este programa de canto, de feminismo, de mujeres y de amor.

-Pocos te imaginaban en el Cantando, ¿se te había cruzado por la cabeza ser parte de ese show?

-Todos los porqué los explicó Nacha (Guevara) en su primera devolución. Tenía tanto miedo y estaba tan asustada que cuando habló Nacha algo me hizo clic en el corazón. Soy de estudiar y esforzarme mucho hasta que hay un momento mágico y Nacha lo resignificó: tiene que ver con el desafío de buscar espacios nuevos que nos vuelvan a interpelar. La cuarentena me agarró en un principio de año que hacía años que no tenía: estaba haciendo teatro, a dos días de filmar una película que me tenía como protagonista y con una serie de televisión para fin de año. Además estaba un poco estresada porque me mudé en marzo, a las dos semanas anunciaron la cuarentena y yo estaba sin las lamparitas en la casa, y así sigo. Al principio sentí un enorme bache y lo único que seguí haciendo fue coacheo. Lo hago desde hace muchos años y me llegó de una manera inesperada.

-¿Cómo es eso?

-Cuando vivía en Francia [a principios de los '90] empecé a coachear a actores para hacer personajes. Después se fue convirtiendo en algo que está más cerca del counseling y tiene relación con el porqué llegan los personajes a uno y qué pueden curar. También hago un juego con mis alumnos: en vez de copiar a Stanislavski que habla de la búsqueda del camino en el arte, yo le pongo arte al camino. De alguna manera, el coaching me eligió a mí y todo se fue dando. Empecé de muy chica y mis papás no me dejaban trabajar, entonces estudiaba mucho y una vez que terminé el secundario, pude trabajar como actriz. Estudié con Sara Quiroga, Augusto Fernández, Agustín Alezzo, fui al Instituto Vocacional de Arte, ex Labardén. Mi primer trabajo fue de vestuarista de Alicia Zanca en una obra de teatro que tenía muchos cambios. Con eso pagaba mis clases de teatro, a mis 15 años.

-¿Lo tuyo es un poco amor y otro poco, herencia?

-Desde chiquitita veo artistas en mi casa y muchas veces acompañé a mi papá (Pepe Novoa) al teatro, a grabaciones. Hay algo de ese mundo que es muy empático. Lo del coaching se dio como una salida laboral en Francia porque aunque hablo bien francés, tengo acento latino. Antes de viajar ya había hecho Socorro, 5º año en Canal 9 ; Los chicos quieren entrar en el Teatro Payró, y había ganado el premio ACE Revelación por Calderón. Quizá, si no hubiera tenido una referencia y tomado el gustito, me hubiese quedado allá, nunca lo sabré. Cuando volví, empezó la vorágine de trabajo, pero llegaba gente que me había conocido allá y que se enteró que hacía coaching. Primero fueron actores y después fue llegando otra gente: un médico, una psicóloga que necesitaba dar una clase en la facultad y no se animaban hasta una abuela para organizarle el cumpleaños a la nieta en cuarentena. El día que me llamaron para el Cantando venía de coachear a una cantante lírica que estaba preocupada por si aceptaba o no un trabajo que era para afuera y la ponía insegura el sonido. Y le dije que si la escuchan y sale mal, no pasa nada, pero también puede pasar que la escuchen, salga genial y tampoco pase nada. Terminé de decir eso -porque la vida es increíble- y me llamó mi representante para el Cantando.

-¿Qué fue lo primero que pensaste?

-Tengo algo un poco místico con esta profesión y siento que los personajes vienen a uno para aprender algo. Respetuosamente pensé qué era lo que venía a decirme esta oportunidad de trabajo, en principio, y además considero que el trabajo dignifica. Tengo la sensación de que siempre que estoy a punto de retirarme, cosa que me pasa seguido [risas], pero ahí aparece algo nuevo.

-¿Por qué pensás en retirarte?

-Desde lo lúdico. Pintaba un año genial de trabajo, llegó la pandemia y estaba en casa sin verle la vuelta. Cuándo vamos a volver a hacer teatro, que aprueben protocolos de cine, que las productoras vuelvan al ruedo porque sino están fundidas le pegan en el palo. Con el tiempo entendí que aprendí mucho más en trabajos en los que sentía más miedo que esperanza. Entonces agradecí el trabajo. Fantaseo con jubilarme haciendo coaching porque es un trabajo más artesanal y privado, muy lejos de la exposición que es algo que me cuesta. Cuando me convocaron estuve tres días bastante neurótica porque me asustaba dar este salto enorme, pero me animé. Confieso que es complicadísimo ensayar por Zoom, casi sin conocer al otro. Pero tengo un equipo maravilloso: mi compañero Patricio Arellano y la coach, Sol Bardi, y mi ángel de la guarda es Katie Viqueira, maestra de cantantes a la que llamé antes de aceptar y le dije: "Una buena coach sabe buscar otra buena coach, te pido que hagamos una clase y me digas crudamente si pudo hacer esto o no".

-¿Y qué te dijo?

-Y me dijo que sí. Justamente en esta cuarentena tomé clases de canto, de guion, estoy haciendo yoga todos los días porque me gusta investigar sobre eso. Hice todo lo que siempre dejaba pendiente por falta de tiempo. No me aburrí, todo lo contrario, más bien no me alcanzaban las horas del día. Las primeras semanas fueron la nada misma y después pensás cómo hacer de éste un tiempo de sembrado para poder salir más fuerte, tener oportunidades y ver qué nos viene a decir la pandemia. Me ocupaba de todo eso y además de mis papás, porque me mudé a dos cuadras de su casa. Ellos no salen así que les llevamos las compras y también les limpiamos la casa. Un laburazo que les dejé armado a mis hermanos [risas]. También les daba clases de yoga porque no pueden dejar de moverse y entonces caminan por la casa, tienen todo un circuito. Y ahora todo es un caos porque no puedo hacer más que cantar las 24 horas del día.

-¿Qué te dijeron tus padres y tus hijos, Mora (19) y Franco (14)?

-Fui la menos prejuiciosa de todos. Me sorprendieron mucho las actitudes de los demás. Mis padres, creo que por el miedo, me dijeron: "Pero no lo vas a hacer, ¿no?". Y acepté porque está bueno, hoy tengo el diario del lunes, pero en ese momento no sabía dónde me metía y hoy lo estoy disfrutando, me saco la joggineta, me peino, me maquillo, me visto y me voy a jugar un rato; no de actriz, pero le pega cerca porque es como si me hubieran llamado para hacer un musical. Es parte de lo que amo hacer. Después hay otro costado que no conozco y espero no salir lastimada del evento, pero creo que no. Por ahora, estoy conectada con la mitad del vaso lleno.

-¿Preparás las previas? Son parte importante del show y el jurado las tiene en cuenta para las calificaciones.

-Hago lo mismo que hago con un personaje: estudio muchas horas por día. La coach me tuvo que parar diciendo que no ensayamos los fines de semana. Si fuese por mí, ensayo cinco horas diarias, pero me dijeron que son dos. Estudio la canción, imagino el acting - porque me gusta la dirección-, después buscamos la ropa, el maquillaje y el peinado, y con todo eso armado voy y no preparo ninguna previa. Tengo la suerte de que el jurado es teatrista. Cuando Nacha me habló supe que entendía todo. Lo mismo con Pepito (Cibrián) y Moria (Casán). A Karina, la Princesita la conozco menos y es de otro palo.

-Alguna vez contaste que le tenés un poco de fobia a la exposición, ¿aprendiste a manejarla?

-Es verdad que me incomoda la exposición. Es como la canción de Silvio Rodríguez, Sueño de una noche de verano: "han echado basura en mi verde jardín". Siento que la vidita privada de cada uno es de cada uno, en donde la peleamos todos, yo siendo madre, argentina, mujer, feminista, comprometida. No me asusta el desafío. En el Cantando me siento en una familia de artistas y si el jurado dice que no les gustó, qué puedo retrucar. Después de tanto esfuerzo y tanto miedo, en el momento en que pisé la pista pensé: "Puedo estar acá sin que me duela la panza". No lo sufrí. La pasé super bien.

-Se habló mucho de la fractura del Colectivo de Actrices y de la formación de otra agrupación, Las Bolten, de la que sos parte, ¿cómo están las relaciones hoy?

-Las Bolten no es un movimiento aparte de ningún otro, es un chat de amigas, todas feministas, que están en diferentes movimientos porque el feminismo es amplísimo, horizontal y no verticalista. Hay actrices del Colectivo, pero es una de las tantas agrupas que nos convocan en pos del aborto legal, seguro y gratuito. Es un chat donde hay actrices del Colectivo, de Acción, de cine, abogadas y todas confluimos en ese chat para informarnos de un montón de cosas que nos convocan. Cuando marchamos a la Plaza, en general, lo hacemos con el sindicato de audiovisuales. Es muy importante que se pueda comprender que no hubo fractura. Esa fue una lectura del patriarcado y de una televisión que no nos representa y que quiere dividir a las mujeres. No estamos divididas, no es una cosa en contra de la otra y no es ese el espíritu del feminismo. Vamos en un camino horizontal y paralelo a los derechos que nos convocan a las mujeres, para visibilizar las injusticias y los femicidios. Creo también que Actrices dio un puntapié inicial para el feminismo, super importante y está buenísimo.

-Hace años que formás parte de rondas de mujeres. Por ejemplo, durante mucho tiempo fuiste parte de un grupo de mujeres que estudian el libro de la psicoanalista junguiana Clarissa Pinkola Estés, Mujeres que corren con lobos. ¿Cómo son esos encuentros?

-A partir del embarazo de mi segundo hijo, que hoy tiene 14 años, me sumé a ese grupo de lectura en el que estuve 13 años y que me ayudó a profundizar más en el mundo femenino. La solidaridad y generosidad que hay entre las mujeres es algo maravilloso. Se hacía un trabajo bioenergético, con clases que tienen que ver con lo corporal y después leíamos e investigábamos desde en lugar antroposófico. Lo dejé hace un año y medio porque estaba construyendo mi casa y tuve que dividir las energías, pero trabajo desde otro lado y sigo en contacto con ellas porque es algo bello y muy fundante para mí, y que me ayuda mucho en mi coacheo porque durante años investigué sobre medicinas alternativas y conocimientos más allá de lo actoral. Hay algo de lo femenino que nos es muy afín y cuando otra cuante su historia, está contando también parte de la tuya.

-Alguna vez dijiste que, de no ser actriz, posiblemente hubieras sido partera, ¿por qué?

-Llegué a estos grupos por un trabajo sobre haptonomía que es la ciencia de la afectividad y de las interacciones entre los seres humanos y tiene múltiples aplicaciones. Una de ellas es el acompañamiento pre y postnatal del bebé, una maduración de la relación afectiva entre la madre y el niño, y en eso trabajo yo desde hace ya varios años. Estaba en un grupo de la Fundación Crea Vida, dedicada al nacimiento y casi todas mis amigas eran parteras o dulas. De hecho, a mi segundo hijo lo tuve con una dula, desde un lugar mucho más humanista. Y me gusta mucho coachear a las mujeres en ese momento. Siento que el nacimiento y la muerte son tabúes enormes en la sociedad y la gente no habla de eso. Escribí un artículo en la revista de Crea Vida en el que decía que siento que las mujeres van como vacas al matadero en su primer parto y parir es un orgasmo. Puede ser el orgasmo más grande que tenga una mujer y eso no se dice y la sociedad te prepara cada vez más para una cesárea porque es más práctico para el sistema de salud y el médico hace cinco partos por día. Hay que darse el tiempo para parir, elegir la posición. Hay una ley, además, que dice que podemos parir en la forma que queramos. Esas cosas no se saben y me fascina poder contarlas. Me gusta poner luz en aquellas cosas que no están visibilizadas. Quizá sea un poco la hermosa función de los artistas. En otras culturas, en otros momentos, el artista tenía una función social. Creo que una de las hermosas cosas de ser "hijo de..." es haber estado cerca de personas que sentían esto como una función político-social.

-¿Y para vos qué es ser actriz hoy?

-Hay un libro de la autora mexicana Laura Esquivel, creo que es La ley del amor, que dice algo así como que cuando la gente tiene odio en su corazón y se acerca a una obra de arte, su alma se eleva y el odio no tiene de dónde agarrarse y cae. Y cuando el alma vuelve al cuerpo se siente más liviano porque ya no tiene odio. Ese cuento es precioso. A veces siento que soy poco siendo actriz y quiero dejar el mundo mejor de lo que lo encontré, pero es para lo que nací y lo que sé hacer. Te sé llevar a pasear un ratito, muchas veces de tus propios problemas, de tus tristezas. Este Cantando tiene esa función para mí. Hay gente que de verdad está muy mal en esta cuarentena, con esta crisis económica que tenemos y con el Cantando puede reírse y olvidarse de todo aunque sea por un ratito. Me gustaría salvar vidas pero no me dio para ser médica y quisiera educar también, pero no pude ser maestra. Tengo ganas de mirar mi profesión desde ese lugar aunque a veces sienta que es demodé, pero me gusta pensarme así. A veces hago cosas que me gustan mucho y otras menos, pero trato de hacerlas lo más honestamente posible y con respeto. La fama es puro cuento, estamos todos en el barco. Hay algo que nos tiene que unificar y es la humildad.