Las extrañas costumbres sexuales que exhiben algunos animales

En la tarde del 5 de junio de 1995, Cornelis Moeliker escuchó un inusual estruendo debajo de su oficina. Pensó que otra ave se había estrellado contra una de las ventanas de cristal de la primera planta. Cuando descendió a confirmar su hipótesis, encontró en efecto a un pato muerto junto a la fachada. Otro ánade trajinaba a su lado. Lo que el científico observó luego lo dejó estupefacto.

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La homosexualidad no clasifica como un comportamiento extraño en el reino animal (Brocken Inaglory - Wikimedia Commons)

“Entonces montó sobre el cadáver y comenzó a copular con gran fuerza”, describe Moeliker en un artículo científico que tardó seis años en publicar. El perturbador acto continuó durante una hora y cuarto hasta que el investigador holandés decidió interrumpirlo. Se trataba del primer caso documentado de necrofilia homosexual en el ánade real (Anas platyrhynchos) porque ambos animales eran machos.

Aunque su descubrimiento fue premiado finalmente en 2003 con un Premio Ig Nobel (a investigaciones “que primero hacen reír y luego pensar”), el tema de la necrofilia y otras extrañas costumbres sexuales en animales ha permanecido oculto durante alrededor de un siglo. Los científicos temen a la reacción del público, que suele trazar paralelos con los comportamientos humanos.

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Moeliker ha ganado reputación internacional por sus conocimientos sobre la necrofilia animal (Vera de Kok - Wikimedia Commons)

“Escandalosos” hábitos sexuales

La homosexualidad es común entre los patos estudiados por Moeliker. La proporción de parejas entre machos de esa especie varía del dos a cerca del 20 por ciento. Sin embargo, esta orientación sexual se presenta también en otras especies, luego tampoco constituye una rareza en el reino animal.

La necrofilia en el caso descrito por el científico de los Países Bajos se justificaría por la muerte reciente de uno de ellos, que yacía en una posición similar a la adoptada durante la copulación, ha explicado a la revista Vice. Ambos ejemplares ejecutaban un vuelo de persecución, un ritual de apareamiento típico entre los patos comunes. La víctima huía para evitar ser violada por su persecutor.

Moeliker ha señalado que no podemos comparar el comportamiento sexual del segundo macho con los humanos necrófilos. Estos buscan sexo con cuerpos inertes, lo cual difiere del interés de los plumíferos.

La comparación con la sexualidad humana nos empuja a juzgar a animales según nuestros cánones morales. Erróneamente.

En el verano de 1911 a 1912, el científico británico George Murray Levick observó cómo los machos de una colonia de pingüinos adelaida, en la Antártida, tenían sexo entre ellos y con hembras muertas. Además, forzaban a otras hembras y sus crías a mantener relaciones sexuales, lo cual ocasionalmente terminaban en la muerte de las víctimas.

Levick describió en griego la conducta de esas aves para evitar que la “asombrosa depravación” fuese conocida por el común de sus compatriotas. Luego, en su artículo “Historia natural de los pingüinos adelaida” obvió la referencia a las costumbres sexuales por considerarla indecente. Esas observaciones aparecieron en un trabajo posterior que apenas circuló entre un puñado de especialistas. El material desapareció de los archivos científicos hasta casi un siglo después.

Un episodio similar se produjo en abril de 1959, cuando el biólogo estadounidense Robert W. Dickerman vio a dos ardillas de tierra copulando sobre una carretera polvorienta en Minnesota. Lo sorprendente era que una de ellas, un macho de esa especie, había muerto a causa de un disparo. Dickerman prefirió clasificar el hecho como “Davian behavior” (en referencia a una estrofa humorística sobre un ermitaño llamado Dave), en lugar de reportarlo como un caso de necrofilia homosexual.

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Los científicos creen que ciertas costumbres sexuales de los animales no deberían considerarse como perversiones ( Brocken Inaglory - Wikimedia Commons)

Errores de la sabia naturaleza

La sabiduría de la madre naturaleza no está exenta de fallos. Uno de estos defectos explica los apareamientos entre especies diferentes que no engendran crías. La comunidad científica los conoce como interferencia reproductiva.

Uno de los ejemplos más conocidos en el medio sucedió en la Isla Marión, en el Océano Índico, donde el investigador Tristan Scott presenció cómo un lobo marino antártico trataba de copular con un pingüino rey. Según los expertos, el inusitado impulso sexual de los jóvenes lobos marinos se debe a la estructura jerárquica en esa especie, que relega a los machos de menor estatus a una forzada soltería. Algunos de ellos, durante la estación de apareamiento, deciden entonces desfogarse en los indefensos pingüinos.

Si bien la ciencia no ha encontrado aún una explicación definitiva a estas anomalías, los especialistas alertan sobre el peligro de trazar paralelos con los humanos. La violencia sexual entre animales responde a otras causas, bien diferentes a conductas en apariencia similares en la sociedad.