Anuncios

Las cosas asombrosas que no sabía que existían a un kilómetro de casa

Puente peatonal sobre el arroyo del Bodonal, también conocido como Viñuelas. El arroyo es una corriente fluvial de la Comunidad de Madrid (España), que pertenece a la cuenca del río Jarama. (Foto Mariángela Velásquez).
Puente peatonal sobre el arroyo del Bodonal, también conocido como Viñuelas. El arroyo es una corriente fluvial de la Comunidad de Madrid (España), que pertenece a la cuenca del río Jarama. (Foto Mariángela Velásquez).

Lo que antes pasaba desapercibido ahora se convierte en una experiencia extraordinaria.

Hasta hace dos meses paseaba cerca de casa con un dejo de resignación. Andaba por los senderos del norte de Madrid con una sensación de orfandad ante un paisaje que se me antojaba limitado, acostumbrada a la naturaleza exuberante de Venezuela.

Entonces llegó la peste y la cuarentena. Desde mi ventana vi vestirse de verde los árboles que habían quedado pelados por el invierno. Los días se hicieron más largos, reaparecieron las abejas, las avispas, los mosquitos diminutos y las moscas.

Y luego de esperar muchos días nos permitieron salir a ejercitarnos otra vez. El rumbo seguro era la Dehesa Boyal, un nombre que no había escuchado jamás y que busqué en el diccionario cuando emigré de Latinoamérica. Se trata de los prados aledaños a un pueblo, donde los vecinos sueltan sus ganados a pastar.

Son pocos los que aún tienen animales de cría en San Sebastián de los Reyes. Pero sí hay alguno que saca su rebaño de ovejas a comer todo lo que se encuentran a su paso por estos campos.

Uno de los detalles que me extrañó cuando salí a reconocer el área en el 2017 eran los pasos peatonales para transitar desde la acera donde terminan los edificios hacia el monte. Lo veía como algo inaudito. Luego comprendí que es la señalización que muestra las entradas a esos senderos milenarios de esta ciudad fundada en 1492, el mismo año en que Cristóbal Colón zarpó desde Andalucía hacia la desconocida América.

La caminata de este 2 de mayo marcó un nuevo inicio por muchos motivos. Ya no podré andar sin horario ni rumbo, sino que debo seguir una ruta y mirar el reloj para no alejarme más de lo permitido y regresar a casa dentro de la hora establecida para las personas de mi edad.

Las restricciones sanitarias no hicieron mella en mi disfrute. Por el contrario, aprovecho cada minuto con una mirada fresca a una tierra fecunda que me hace olvidar el miedo al contagio de un bicho que ha matado a miles y ha paralizado al mundo entero.

El principal aliado de mi entusiasmo ha sido una aplicación que descargué en mi móvil para ayudarme a identificar las plantas de esta región donde caí por cosas del destino y donde viviré hasta nuevo aviso.

Colocar la cámara del teléfono sobre una hoja, la corteza, o una flor es suficiente para que la magia de la tecnología te indique la especie, las características y la nombre común de la planta que estás mirando.

Y así, en un instante, este lugar clavado en el centro de la Península Ibérica, ha desvelado su belleza deslumbrante. No se trata de la hermosura desordenada de los matorrales caribeños, sino de la lindura serena de los pastizales cubiertos de flores que nacen entre los sembradíos de cereales.

El fin de semana me bastó con salir a hacer ejercicio para descubrir que a la vuelta de la esquina tengo sembradíos de cebada, avena y trigo que han estado allí desde hace cientos de años.

Flores silvestres en la Dehesa Boyal, San Sebastian de los Reyes.
Flores silvestres en la Dehesa Boyal, San Sebastian de los Reyes.

La zona de la Dehesa Boyal que puedo caminar mientras duren las restricciones de la pandemia es apenas un fragmento de las 232 hectáreas de bosque mediterráneo que pertenece al Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares.

El encierro me ha ayudado a recuperar mi capacidad de reconocer la belleza en lo simple y en lo cercano. La añoranza ya no es un antifaz que me impide valorar lo que tengo a la mano.