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El largo camino para llegar a ser santo

Un retrato de mosaico del papa Juan XXIII en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma, en una fotografía del 11 de abril de 2014 (AFP | Andreas Solaro)

El candidato a santo de la Iglesia católica debe recorrer un largo camino para alcanzar la gloria de los altares: siervo de Dios, beato y finalmente, santo. Antiguamente, los santos eran proclamados por 'vox populi', es decir, por aclamación popular. Pero luego, para evitar abusos, la Iglesia estableció esas tres etapas y los obispos asumieron la responsabilidad de iniciar el proceso con una investigación sobre la vida de los candidatos. La propuesta para iniciar una causa de beatificación -como se llama el primer paso- generalmente se presenta una vez pasados por lo menos cinco años de la muerte del candidato. El obispo de la diócesis donde el candidato ha vivido y donde tiene ya cierta "fama de santidad" por sus obras y sus acciones es el encargado de cumplir o hacer cumplir con los requisitos. Reúne los testimonios de personas que lo han conocido, averigua los principales aspectos de su vida, que debe ser ejemplar, recoge sus escritos. Un tribunal diocesano, creado para el caso, evalúa toda la información y la envía, si lo merece, al Vaticano, más precisamente a la Congregación para las Causas de los Santos, conocida popularmente como la 'fábrica de santos'. -Siervo de Dios - En la Congregación, teólogos y expertos analizan nuevamente la documentación y, tras una reunión de cardenales y obispos donde se examinan los casos, el papa puede firmar el llamado "decreto sobre la heroicidad de las virtudes del Siervo de Dios", es decir la Iglesia lo declara 'Siervo de Dios'. - Beato - Con este decreto se abren las puertas a la beatificación, el segundo paso. Para ello, se deberá comprobar que intercedió en un milagro cuando ya había fallecido, que se debe comprobar además por un equipo de médicos, teólogos y expertos que colaboran con la Congregación. El milagro deber ser certificado si se trata de la curación de una enfermedad, de modo permanente y no científicamente explicable. Una vez que la Iglesia considera comprobada esa intervención póstuma, el candidato podrá ser proclamado 'beato'. - Santo- Para ser santo el Código de Derecho Canónico, exige la comprobación de un segundo milagro ocurrido después de la beatificación. Para el caso de los mártires, es decir, de aquellos que murieron en nombre de la fe, no hace falta la comprobación de milagro alguno. Pero en el caso de los dos papas que serán canonizados el 27 de abril, Juan Pablo II y Juan XXIII, por decisión de los papas Francisco y Benedicto XVI, respectivamente, el procedimiento no cumplió todos los pasos requeridos por el Código de Derecho Canónico. En efecto, la causa de beatificación de Juan Pablo II se inició antes de los cinco años de su muerte, en buena parte para satisfacer a los miles de fieles que el día de su funeral pedían a gritos en la Plaza de San Pedro, "¡Santo subito!" ("santo ya"). Su sucesor, Benedicto XVI, autorizó que la causa comenzara en junio de 2005, tan sólo dos meses después de su fallecimiento. La canonización del beato Juan XXIII tampoco siguió el procedimiento normal, ya que al llamado 'papa bueno' no se le ha comprobado un segundo milagro para ser declarado santo. Como es su derecho, el papa Francisco determinó que había pruebas más que suficientes de la santidad de Juan XXIII y que no era necesario esperar el segundo milagro. La mayoría de los trámites para beatificación y canonización duran de media de 30 a 50 años. Algunos hasta siglos. Según el libro Martyrologium Romanum, que contiene la lista oficial de los santos y beatos de la Iglesia, han sido proclamados casi 10.000 santos.