"Ley y orden": el mensaje electoralista de Trump en el lugar donde debió aliviar tensiones y promover la justicia

El presidente Donald Trump realizó una visita a la ciudad de Kenosha, Wisconsin, en donde hace unos días un nuevo caso de brutalidad policiaca desató severa tensión social y, también nuevamente, fue escenario de disturbios y enfrentamientos.

Pero no llegó allí para tratar de mitigar esa tensión social, sobre todo la que agobia a la población afroamericana, ni para propiciar una transformación en el aparato policial para que se le depure de oficiales con historial o tendencias racistas, brutales o contrarias a los derechos fundamentales. Ni siquiera para enviar un mensaje de solidaridad a Blake y a su familia.

El presidente Donald Trump visitó negocios dañados durante los actos vandálicos en Kenosha, Wiscosin. (AP Photo/Evan Vucci)
El presidente Donald Trump visitó negocios dañados durante los actos vandálicos en Kenosha, Wiscosin. (AP Photo/Evan Vucci)

En realidad, Trump acudió a Kenosha para apuntalar su mensaje de “ley y orden” en la difícil realidad que se vive en esa ciudad, de estigmatización de la presencia social y de asociación del Partido Demócrata con grupos radicales violentos en el que fundamenta buena parte de su campaña en pos de la reelección.

La visita de Trump no fue bienvenida por el gobernador de Wisconsin ni el alcalde de Kenosha, que señalaron que la presencia del presidente podría ser causa de nuevas e indeseables tensiones, y la familia de Blake, quien logró sobrevivir pero se encuentra paralizado, también fue crítica de la presencia del mandatario republicano en Kenosha.

El caso de Blake, que recibió siete balazos a quemarropa de parte de policías, ha sido denunciado como un incidente de violencia excesiva e injustificada y desató manifestaciones de repudio al racismo, la injusticia sistémica y la brutalidad policiaca, como sucedió también tras la muerte de George Floyd a manos de oficiales policiacos.

En paralelo a las manifestaciones pacíficas, Kenosha fue objeto de vandalismo y saqueos y, en un turbio incidente, un joven que al parecer es seguidor de Trump disparó y mató a dos manifestantes e hirió a un tercero con un rifle de alto poder.

Por añadidura, fue muy criticado que ese joven, que portaba ostensiblemente su arma en plena calle y actuó, al igual que otras personas, como una suerte de “vigilante”, no fue inicialmente detenido por la policía (fue arrestado un tiempo después y acusado de homicidio) e incluso interactuó con oficiales en un agudo contraste con el trato brutal que se le dio, por ejemplo, a Blake, quien comparativamente era enormemente menos peligroso que ese joven.

Pero, en su visita a Kenosha, Trump omitió la denuncia contra el racismo y la injusticia y tampoco aludió a la actividad de milicianos “vigilantes” como el joven que disparó y mató a manifestantes en Kenosha. En cambio, se concentró solo en el tema de los disturbios, que calificó de “antipolicía y antiestadounidenses”, y dijo que “políticos de extrema izquierda continúan empujando el mensaje de que nuestra nación y nuestras fuerzas de aplicación de justicia son opresivas o racistas”.

Así, no solo desconoció que el clamor social que se registró en Kenosha y en otras partes del país tiene su origen en el repudio a la brutalidad policial y el racismo sino que homologó las protestas pacíficas con el repudiable vandalismo, lo que es equívoco, y construyó una narrativa en la que todo ello es resultado de la supuesta acción de grupos de extrema izquierda, que él quiere además hacer pasar como la fuerza que controla al candidato presidencial demócrata Joe Biden.

Wisconsin es un estado que podría resultar decisivo en la elección presidencial del próximo 3 de noviembre y por ello lo sucedido en Kenosha, de suyo grave, está bajo una luz especial.

Simpatizantes del presidente Donald Trump y seguidores del movimiento antirracista Black Lives Matter se encararon en Kenosha, Wisconsin. (Stacey Wescott/Chicago Tribune/Tribune News Service via Getty Images)
Simpatizantes del presidente Donald Trump y seguidores del movimiento antirracista Black Lives Matter se encararon en Kenosha, Wisconsin. (Stacey Wescott/Chicago Tribune/Tribune News Service via Getty Images)

En sintonía, Trump visitó en Kenosha propiedades dañadas durante los actos vandálicos y rechazó que en las policías exista un racismo estructural. Previamente se abstuvo de condenar la actividad del joven “vigilante” y, salvo a pregunta expresa de periodistas, no hizo alusión a la violencia contra Blake.

Sus críticos señalaron en ello una posición parcializada, motivada en la urgencia de Trump de apuntalar su discurso político-electoral con “evidencia” de que la izquierda radical está incendiando al país y es la fuerza que, de una u otra forma, está detrás de Biden y dominaría su eventual presidencia.

Eso es ciertamente falaz y pretendería mostrar una realidad a modo, en la que el movimiento social legítimo contra el racismo y la brutalidad policiaca no existe y el aspecto del vandalismo –que sí es real, toma ventaja espuria de las protestas pacíficas y ha de ser contenido– es transformado en la totalidad del fenómeno y es atribuido a razones político-ideológicas. Y, en paralelo, ese discurso ignora que una parte de esa violencia es perpetrada también por grupos de derecha radical, incluso por seguidores de Trump como en el caso del joven que disparó en Kenosha.

Ciertamente, los fondos que Trump prometió para la reconstrucción de los daños en Kenosha son bienvenidos, las personas que perdieron sus propiedades han de ser atendidas y es claro que no todos los policías actúan de modo abusivo o criminal. Pero sin un esfuerzo integral que incluya atender a fondo el clamor contra la brutalidad policiaca, el racismo y la injusticia, todo ello queda meramente como telón de fondo electoralista.

Y, por lo que hizo y dijo en Kenosha, al presidente solo le interesa apuntalar las percepciones y discursos que beneficien sus expectativas de reelección –su estigmatización de sus opositores y los movimientos antirracistas en pos de justicia social y su posicionamiento artificial como la opción de “ley y orden”– para vía el miedo atraerse votantes, pero no parece estar interesado en propiciar una auténtica transformación para que esa ley y ese orden sean justos, equitativos y para todos, y no solo en lo relacionado a la seguridad pública sino también en amplios aspectos sociales, institucionales y económicos.