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La tragedia de Jahvel Johnson y la presunta "maldición" de los ganadores de reality shows

Existen en la farándula -mexicana y de todas partes - una serie de supersticiones que las personas, tanto del medio, como del público, suelen tomar como ciertas y repetirlas como leyendas urbanas.

Entre ellas se cuentan las llamadas 'maldiciones' que suelen atribuirse a diversos aspectos del espectáculo — están las que se cree han caído sobre los elencos y staff de diversas películas de terror, como 'Poltergeist' (1982) o 'El exorcista' (1973), o la que se supone que arruinan las carreras de quienes ganan un Oscar, como Renée Zellweger o Cuba Gooding Jr.

También se dice que hay una "maldición" sobre los ganadores de los reality shows que se han emitido cada vez con mayor fruición desde hace un par de décadas.

Personalmente, y habiendo visto franquicias de shows como 'Big Brother', 'La Academia', 'Operación Triunfo' (que más bien es 'Operación Trunco': uno de los fracasos más grandes que tuvo Televisa en su historia, durando solo una temporada, mientras que TV Azteca triunfaba con su versión pirata, que tuvo muchas más), 'La Voz', 'Bailando por un sueño', etcétera, que van y vienen, siempre he tenido la impresión a la larga de que los participantes/ganadores de realities resultan más perjudicados que beneficiados.

El 18 de octubre murió el ganador de 'México tiene talento', un hombre al que los productores sacaron de vivir en la calle para ganar el concurso, lo explotaron a lo largo de la emisión y lo dejaron al garete, por lo que volvió a la pobreza.

Esta, más trágica que de costumbre, es una de muchas historias acerca de los riesgos que representan esta clase de programas que, en mi opinión, abusan de las ilusiones de la gente que participa en ellos buscando fama, fortuna o, con desesperación alimentada por la pantalla, una vida mejor, que los convierta en la clase de celebridades instantáneas que son señaladas en la calle, miradas con asombro y envidia, y acaban en las portadas de todas las revistas, aún si el precio del morbo es exorbitante.

Sinceramente es una pena la muerte de Pablo López Morales —y la historia de cómo llegó a esto. El cantante mexicano, artísticamente conocido como Jahvel Johnson, falleció con solo 51 años de edad de lo que se estima fue un infarto fulminante, tal como se reportó en diversos medios, incluso internacionales.

El ejemplo de Jahvel es el más reciente de un rosario de 'ganadores' que acaban en el olvido, la pobreza, las adicciones, haciendo lo imposible por salir en una revista o un programa para tener un poquito de vigencia (algunas de estas figuras responden a apodos y no nombres: 'Lapicito', 'Gomita', 'Bebeshita'...)

Nacido en Torreón, López (o bien, Johnson) era conocido gracias a su participación en la primera edición de 'México tiene talento' (2014), la adaptación hecha por TV Azteca de la franquicia 'Got Talent', en la que no solo llamó la atención del jurado (Ximena Sariñana hasta las lágrimas se conmovió) que lo envió directamente a semifinales, sino también de los espectadores que quedaron cautivados con lo que parecía un genuino encanto desprovisto de glamour, lo que lo llevó a ser ganador del programa, llevándose consigo el premio de un millón de pesos (unos 500,000 dólares).

Según señalaron algunos medios mexicanos, López logró la empatía de los telespectadores al relatar durante su participación en el reality la historia de su vida. De niño, a los cinco años, se salió de su casa en Torreón, Coahuila, y nunca más volvió porque no sabía el camino para regresar y no supo si sus padres lo buscaron o no.

Las autoridades lo levantaron de la calle y en vez de llevarlo a un orfanato, por una razón absurda, acabó en un reformatorio juvenil (lo que en ese entonces se llamaba "Correccional de menores") donde vivió algunos años hasta que lo adoptó una familia que vivía en la frontera y lo llevó para allá, pero la adopción no fue tan dulce, según contó.

"Me llevé las mañas que había aprendido en el reformatorio para Estados Unidos, cosa que no les agradó... se cansaron de mis desmanes y desplantes y me mandaron de vuelta al Distrito Federal", señaló a las cámaras del reality y a su regreso, después de varias circunstancias, vivió ocho años en la calle, cantando en el sistema de transporte colectivo metro para sobrevivir.

Después de ganar el concurso de talentos (que no se ha vuelto a producir en la televisora del Ajusco), Jahvel Johnson (el nombre artístico que eligió para sí) invirtió el dinero en crear una gira de presentaciones que finalmente nunca se llevó a cabo. Como parte de su premio, se grabó un álbum con la discográfica Sony Music, aunque lo cierto es que por contrato se firmaron cuatro trabajos musicales. Podría decirse que su carrera se vio truncada prácticamente desde el inicio. En menos de un año perdió su popularidad, el dinero y el contrato.

Esta explotación (por llamarla de alguna manera) fue descrita de esta manera por Jorge Ávila, coordinador de marketing de la disquera en cuestión, en un post de Facebook: "Es triste decirlo, pero sacamos de la calle a un indigente y lo regresamos a la misma, pero es aún más triste, porque lo ilusionamos".

"A mi jefe y a mí nos pidieron apoyarlo", agregó Ávila. "Mi jefe le dijo 'ya no puedes regresar al Metro, con la fama que hiciste, puedes buscar acomodo en algún lugar y con una o dos presentaciones a la semana, puedes ganar lo que en un mes te daba la gente ahí", y eso lo vi factible. Entre un productor y yo lo apoyamos durante poco más de un mes, haciendo casting a varias cantantes que incluso habían participado en 'La Voz'. [El productor] tenía la idea de hacer un grupo y coros como para un cantante de Soul y Blues, que era la especialidad de Jahvel, pero el tiempo nos ganó, teníamos otro proyecto en puerta que nos ocupó, y Jahvel resultó un poco más difícil de lo que pensábamos".

Entre diferencias de carácter, lo que algunos llaman "creativas", en el medio, y una negativa de él a ser más comercial, llegó el punto de romper con la disquera, verse abandonado por la televisora y, habiendo despilfarrado su dinero, decidió irse a Veracruz con su pareja y una pequeña que habían adoptado (al parecer informalmente) que solo tenía nueve años cuando murió el 11 de septiembre pasado (no se saben las circunstancias), algo que añade un tinte más dramático.

"Era mi angelito. […]" escribió en un mensaje publicado precisamente a raíz de la muerte de la pequeña "Era la única. Me quedé vacío. Estoy muy agradecido con Dios que se la llevó cuando iba a dejar de ser niña. Yo pienso que ella ya me está esperando y me tocaría a mí alcanzarla..."

Esta tragedia, irónicamente, le devuelve a Johnson la fama que buscaba, aunque el precio es, como habitualmente sucede en estos casos, muy alto.

Ahí están los numerosos ganadores de 'La Academia' o 'La voz' o 'Cantando por un sueño' o incluso 'Pequeños gigantes', -niños ilusionados que son impulsados por sus padres—toda vez que se acaban los programas que semana a semana los llevan a las salas de los espectadores, vuelven a una realidad alterada y se percatan de que hay una competencia hostil y que no todos pueden ser Vicente Fernández, o Pedro Fernández, o Alejandro Fernández, o Carlos Rivera, o Yahir (el "campeón sin corona" del reality de Azteca) o Alejandra Guzmán (a quien por años le echaron en cara ser hija de famosos) o Gloria Trevi, que supo resurgir de las cenizas del escándalo que casi le mata la carrera.

Lo que es más, hasta Myriam Montemayor, que en 2002 ganó la primera emisión de 'La Academia', ha demostrado su descontento al no haber obtenido lo que le prometieron: o Yuridia, que ha tenido éxito, pero recientemente reveló algunas humillantes circunstancias que le obligaron a protagonizar durante las grabaciones de su participación en ese programa; fingir cosas, exacerbar sus propios problemas personales, inventarse un romance, etcétera, todo para satisfacer a un público que hoy por hoy está ávido de melodrama chantajista y barato más que de talentos.

¿Quién tiene la culpa de esto? ¿Las empresas televisoras que explotan a estos incautos? ¿O el público que pide más y más y más y no le importa cargarse la humanidad de los personajes a los que encumbra para luego aventar a un lado cuando llega un juguete más novedoso? Quizá sea también responsabilidad de quienes buscan la fama a cualquier costo. O un juego cruel del destino.

Lo único cierto es que el triunfo en un reality (ya sea de canto, cocina o supervivencia, como el igualmente triste caso de Steph Gómez, de 'Exatlón', que amerita su propio texto) no garantiza ni la fama, ni la riqueza, ni el amor del público, ni la felicidad.

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