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La sorprendente psicología de las personas que nunca son puntuales

Las personas impuntuales molestan social y laboralmente. (Foto Getty Creative)
Las personas impuntuales molestan social y laboralmente. (Foto Getty Creative)

Si algo no soporto en esta vida es que me hagan esperar. Me considero una persona “genéticamente puntual”, pero desafortunadamente muchos de los que me rodean no son así. Y la verdad me desespero porque no concibo cómo lo pueden hacer una y otra vez.

Pero al parecer hay varias explicaciones del porqué muchas personas son irremediablemente impuntuales, según Philippa Perry una psicoterapeuta y autora británica, quien escribió un reciente artículo sobre el tema en el diario The Guardian.

De acuerdo con Perry, hay tantas razones para llegar tarde a cualquier lugar o cita como personas habitualmente impuntuales. Basada en su experiencia, ha podido vislumbrar algunos de los motivos subyacentes que hacen que muchos vivan a espaldas del reloj.

Perry tuvo un paciente que siempre llegaba tarde a sus citas. A ella le llamó la atención ese comportamiento y supo que la madre de él pasaba mucho tiempo en el baño y hacía que llegara tarde a la escuela.

“Ella le decía que no importaba, que las personas puntuales están tensas de todos modos. En su inconsciente, llegar a tiempo se había mezclado con ser desleal a su madre y, por lo tanto, era malo. Una vez que encontró esta narrativa, perdió la compulsión por llegar tarde”, dice.

“Las personas puntuales pueden creer que las que llegan tarde son pasivas-agresivas y que su tiempo es más valioso que de quienes las esperan. Pero las razones de la tardanza son generalmente más complejas. La razón puede ser lo opuesto a la arrogancia. Puede ser que no se valoren lo suficiente”, expone esta psicoanalista.

Según Perry, una prueba de esta teoría son las personas que no solo son impuntuales socialmente, también suelen perder el abordaje de un avión, barco o tren. Ella cree que esas personas piensan que “si fueran dignas”, el tren los esperaría, pero como no lo hace, la sensación de no importarles llegar tarde se refuerza aún más.

Por su parte, el psicólogo social y autor británico Oliver Burkman cree que quienes llegan tarde son personas controladoras.

“Lejos de ser una señal de arrogancia y despotismo, pese a que haya personas acostumbradas desde pequeñas a que se haga su voluntad, debemos ser más empáticos”, porque "hay algo de conmovedor en que tengan esa necesidad de acaparar la atención y no se sientan bien con ellos mismos si no la reciben", afirmó en una entrevista a la BBC.

Llegar puntual para algunos resulta muy importante y para otros no. (Foto Getty Creative)
Llegar puntual para algunos resulta muy importante y para otros no. (Foto Getty Creative)

Otro ejemplo expuesto por Perry que refuerza esta idea es el caso de una de sus pacientes, frustrada por no tener éxito en su carrera debido, entre otras razones, a una mala administración del tiempo.

“Cuando descubrimos qué significaba el éxito para ella, descubrió una vieja creencia familiar de que las personas con dinero eran malas, malas personas. Ante la opción de progresar o ser malvada, no fue extraño que siguiera con su programa de auto-sabotaje”, recordó.

Perry considera además que las personas habitualmente impuntuales tienen un perspectiva del tiempo distinta a los demás. “Son excesivamente optimistas acerca de cuántas cosas pueden hacer en un período de tiempo corto y cuánto les lleva llegar de un lugar a otro, especialmente si están cerca”.

Con este punto de vista coincide otro estudio del Departamento de Sociología de la Universidad de San Diego, Estados Unidos, que apunta hacia la falta de realismo a la hora de planificar tareas.

Esa investigación igual estableció que las personas que siempre llegan tarde son demasiado optimistas con el tiempo del que disponen para realizar una actividad.

Igual Perry cree que la tardanza puede ser causada porque somos reacios por naturaleza a cambiar de marcha. Es decir, concluir una actividad y comenzar otra. “Detener algo en lo que estamos absortos para hacer otra cosa puede ser molesto. Se necesita fuerza de voluntad para llevarlo a cabo”, enfatiza.

También existen los casos de quienes han elegido aceptar que son muy malos cronometradores. Asumen que no pueden hacer nada al respecto, y mantienen ese comportamiento de manera consciente, aunque sean un verdadero flagelo entre quienes lo rodean.