La solución para acabar con las hormigas invasoras puede ser un virus

Hormigas de fuego alimentándose de un gusano. Crédito: Kyoto University/Yang
Hormigas de fuego alimentándose de un gusano. Crédito: Kyoto University/Yang

La hormiga roja de fuego (Solenopsis invicta) ha llegado a Japón. Esta especie, nativa de sudamérica, ya había invadido tanto territorios de Estados Unidos como Australia y Nueva Zelanda, pero ahora se ha asentado en Japón… donde se da una circunstancia particular: las hormigas están infectadas por un virus que puede ayudar a erradicarlas. O todo lo contrario.

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Porque el virus cambia las preferencias nutricionales, la “dieta”, de las hormigas. Esta especie, en condiciones normales, muestra una preferencia por comidas muy grasas. De hecho, para capturarlas y poder estudiarlas, se emplean como cebo patatas fritas – de bolsa, tipo chips – o restos de perritos calientes. En cambio, las hormigas de fuego infectadas con el virus prefieren alimentos cargados de glúcidos. Es decir, de azúcares.

Este cambio refleja las modificaciones que la infección produce en la hormiga, y son interesantes en sí mismas. Pero también supone una espada de doble filo a la hora tanto de estudiar la invasión como de diseñar las campañas de erradicación.

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Ya hemos comentado que para muestrear las hormigas se emplean cebos grasos – o, por qué no decirlo, grasientos. Y la misma estrategia se emplea para erradicarlas: se envenena el cebo, teniendo cuidado de no afectar a otras especies, con tóxicos que reduzca las poblaciones.

Pero para que este envenenamiento, porque no es otra cosa, funcione resulta necesario que la hormiga consuma suficiente alimento. Más que la hormiga, el hormiguero, porque hay que tener en cuenta que cada hormiga individual lleva comida a la colonia. Que es parte del plan, porque sin este factor no se afectaría a la reina, que es realmente a quién interesa más envenenar.

Realmente, se podría pensar que no es un gran problema. A fin de cuentas, se cambia un cebo por otro y se acabó, ¿no? La cosa no es tan sencilla, ya que para poder realmente acabar con la invasión habría que mantener los dos tipos de cebos, y asegurarse de que otras especies de hormiga, que sean autóctonas y que contribuyan positivamente en los ecosistemas, no se vean dañadas.

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Claro, que otra alternativa sería infectar a cuantas más hormigas mejor, y diseñar el plan en función de los nuevos “gustos” de las hormigas. Aquí el problema está en que, realmente, no se conoce con detalle el comportamiento de virus. E igual, al propagar la infección en la especie invasora, se termina por infectar a otras especies… con lo que volvemos al problema inicial de no afectar a especies que sí son necesarias y beneficiosas para el ecosistema.

Con todo esto, lo que quieren poner de relieve los investigadores es que se sabe que un virus cambia el comportamiento de las hormigas, y eso puede constituir una herramienta para luchar contra la invasión, o para empeorarla. Pero no saberlo sería peor.