La ruta maldita en la que miles de cubanos arriesgan sus vidas para llegar a Estados Unidos

Tienen el rostro ojeroso y sudado por el tiempo a la intemperie. Han atravesado ríos, senderos fangosos, montañas, selvas y pueblos dominados por corruptos y capos del narco. Los más de 2,000 cubanos varados hace días en Peñas Altas, una localidad limítrofe entre Costa Rica y Nicaragua, logran con su desesperación tornar los ojos del mundo hacia la travesía que afrontan miles diariamente. Quieren pisar el suelo estadounidense donde obtienen beneficios como refugiados políticos y, al año y un día, pueden solicitar la residencia amparados por la Ley de Ajuste Cubano.

Aun cuando se resuelva el entuerto de Peñas Altas, a ellos les queda atravesar tres países para completar el recorrido de 7,700 kilómetros que va del Pacífico americano hasta el sur estadounidense. La distancia entre Cuba y la Florida es 25 veces menor, pero la fuerte vigilancia de las costas en ambos países terminó desplazando las tradicionales salidas marítimas por el cruce del continente.

REUTERS/Oswaldo Rivas
REUTERS/Oswaldo Rivas

Las estadísticas indican que casi el 90 por ciento de los cubanos asilados en Estados Unidos en los últimos dos años entró por México. Pero poco se habla del costo monetario, físico y psicológico que enfrentan a través de los ocho países desandados con suerte durante 10 días, pero que para algunos significan semanas y meses de pesadilla.

Gracias a la reforma migratoria emprendida por Raúl Castro, que eliminó el permiso de salida, los cubanos pueden viajar libremente al exterior desde enero de 2013. En América solo Ecuador les exime del visado, por lo que un pasaje Habana-Quito abre la puerta al destino añorado. Con los 100 dólares del pasaporte, cinco veces el salario medio en la isla, sellan el inicio del periplo fronterizo: de Ecuador a Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, México y Estados Unidos. Es una andanza llena de contratiempos con peligro de extorsiones, secuestros, violaciones, asaltos. Sobre todo, viajan con miedo a la deportación, que dejaría inválido tanto sacrificio.

La mayoría de quienes se lanzan vendieron sus casas y pertenencias para costearse el viaje, que oscila entre 3,000 y 10,000 dólares. Otros pidieron préstamos o recibieron ayuda de familiares en el extranjero. De los contactos y el capital disponible depende llegar vivos y sanos. El dinero paga a policías, funcionarios, coyotes y narcotraficantes. También garantiza la comida, el alojamiento, la comunicación, los peajes y el transporte.

REUTERS/Juan Carlos Ulate
REUTERS/Juan Carlos Ulate

El aeropuerto de Quito es su primera barrera porque el país se arroja el derecho de admisión durante las entrevistas migratorias. Los cubanos reservan hoteles lujosos e intentan demostrar solvencia enseñando el dinero que llevan encima pero, a los que titubean en la versión de turistas, les espera un avión de regreso.

Una vez allí pasan clandestinamente hacia Colombia, donde el riesgo aumenta por la severidad de las leyes migratorias y la violencia. Los traficantes humanos aprovechan los 135 kilómetros del tapón del Darién para garantizar el paso por el país, descrito como el más despiadado de toda la travesía.

Caminan la jungla tropical guiados por habitantes locales a los que pagan entre 100 y 300 dólares. Apenas saben sus sobrenombres, por lo que están a expensas de desconocidos al cruzar la selva angosta, infectada de mosquitos, cocodrilos y serpientes. El clima impertinente azuza bastante, pero no es lo peor de ese tramo. Cuando se rebasa el follaje, más o menos en tres días, falta remontar la loma empinada del Darién, para la cual apenas reservaron fuerzas.

Las autoridades panameñas empezaron a notar hace cinco años que el Tapón del Darién, la única interrupción en la Carretera Panamericana, estaba siendo utilizado por contrabandistas de inmigrantes. (Foto AP/Arnulfo Franco)
Las autoridades panameñas empezaron a notar hace cinco años que el Tapón del Darién, la única interrupción en la Carretera Panamericana, estaba siendo utilizado por contrabandistas de inmigrantes. (Foto AP/Arnulfo Franco)

Los peores testimonios hablan de violencia sexual, robo, estafa y chantaje, lo mismo a manos de malandros armados como de paramilitares, mafias, pandillas, guerrilleros y uniformados estatales. En mayo de 2015, el cubano Gilber González relató a la revista Semana de Colombia la manera terrible en que su esposa embarazada fue violada ante sus ojos por unos hombres que le pusieron un cañón de pistola en la boca y le robaron los 2,500 dólares con que contaba para seguir.

Igual de farragoso puede ser el itinerario por las costas del Pacífico colombiano, buscando el Golfo de Urabá. En viejas embarcaciones o lanchas de hasta 600 dólares arriban los cubanos a la frontera colombo-panameña, pasando por Turbo hasta el poblado La Miel, donde se entregan al Servicio Nacional de Fronteras del nuevo país, que les traslada en avionetas a la capital y concede un salvoconducto de tres días.

Generalmente en autobús encuentran el próximo punto: Paso Canoas, para entrar en Costa Rica. Los que no tienen dinero piden un permiso de trabajo por un mes en Panamá. Duermen en pensiones de higiene mínima o en las casas de los pobladores que aprovechan el auge migratorio para sacar dinero extra, hasta que reúnen lo suficiente para seguir.

Cubanos esperan por visas humanitarias en  Paso Canoas. REUTERS/Juan Carlos Ulate
Cubanos esperan por visas humanitarias en Paso Canoas. REUTERS/Juan Carlos Ulate

Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala suelen ser los trozos más llevaderos. Todo está en contar con efectivo suficiente y sofocar los gastos de sobrevivencia. En los cruces fronterizos suelen entregarse a las autoridades migratorias que ofrecen a distintos precios los permisos para continuar el rumbo, acechado siempre por la violencia que azota la región centroamericana.

El penúltimo escalón está en Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas, donde prefieren entregarse a las autoridades antes que desandar por su cuenta uno de los países más agresivos y corruptos del continente. Los coyotes son casi imprescindibles para pasar México. Ellos saben burlar las intersecciones policiales y se entienden con los narcotraficantes. Abundan, no obstante, las historias de cubanos interceptados por secuestradores mexicanos que les exigen miles de dólares de rescate a sus familiares en Miami. Si caen en manos de los Zetas u otros grupos armados, el desenlace pudiera ser mortal.

En algún punto de la geografía azteca logran bañarse, comer y vestirse con el mejor atuendo que les queda del viaje. Dejan en las viviendas de tránsito lo que no es imprescindible y se echan en el bolsillo las cuatro monedas mexicanas que activan el carrusel al inicio del puente fronterizo entre México y Estados Unidos.

(AP Photo/Esteban Felix)
(AP Photo/Esteban Felix)

Los guías a los que debieron pagar entre 1,000 y 1,500 dólares les conducen en auto o en autobús hasta poblados fronterizos de Tamaulipas, Chihuahua, Tijuana, Sonora o Baja California. El final del trayecto es a pie, sin hablar con nadie ni mirar atrás, incluso aunque se escuchen disparos.

Una vez en territorio estadounidense todo es cuestión de tiempo y trámites burocráticos. Con enseñar a los oficiales de inmigración el pasaporte o cualquier otro documento que acredite su nacionalidad, los cubanos respiran tranquilos. Han finalizado con éxito el viaje de sus vidas.

En sitios de Internet también pueden rastrearse algunos nombres de quienes no lo lograron. Cubanos reclamados en súplicas por sus familiares de la isla y Miami, ansiosos por saber en qué punto entre Ecuador y el norte de México quedaron sus seres queridos.

Infografía que muestra la ruta de los cubanos para llegar a EEUU. (Tomado de La Nación)
Infografía que muestra la ruta de los cubanos para llegar a EEUU. (Tomado de La Nación)