Ticketmaster, el Corona Capital y la 'orgullosa' reventa de boletos que causó un escándalo

Ticketmaster, el Corona Capital y la 'orgullosa' reventa de boletos que causó un escándalo | Imágenes publicadas en Instagram y Twitter
Ticketmaster, el Corona Capital y la 'orgullosa' reventa de boletos que causó un escándalo | Imágenes publicadas en Instagram y Twitter

La reventa, ese cáncer que tantas memorias se ha cargado. ¿Cuántas veces el precio inflado de un boleto arruinó esas expectativas de ir a un espectáculo tan esperado? La publicación de una usuaria en Twitter, en la que anunciaba que había revendido hasta 108 boletos para el Corona Capital 2022, indignó como pocas veces a los usuarios. Se sabe que la reventa es uno de los peores males cuando se habla de eventos, pero en esta ocasión fueron los modos los que sacaron canas verdes a la gente.

En primera instancia, Miroslava Valdovinos, usuaria de Twitter, publicó que tenía una batería de boletos que quería revender. De acuerdo con sus propios dichos, ella adquirió el boletaje por una vía "oficial", pues la organización del Corona Capital se los facilitó para que pudiera ofertarlos. Ante las quejas multitudinarias (también muchos pidieron informes para entrarle "al negocio"), la cuenta oficial del evento negó esa afirmación. Y también lo ha hecho ya Ticketmaster, que además condenó la reventa como método lucrativo.

La ironía no podía ser mayor: además de hacer algo ilegal y ventajista, la revendedora no tuvo mejor idea que presumirlo en redes sociales. Es que hasta por mera lógica, este tipo de cosas tendrían que hacerse con toda la discreción del mundo (si ya van a hacer algo reprobable, al menos que lo hagan bien). ¿Quién podría esperar alabanzas por esta táctica tan ruin de "emprendimiento"? Una cosa es perder la dignidad pidiendo comida gratis en restaurantes, y otra cometer un delito y todavía presumirlo como si fuera una manifestación de la creatividad superior del siglo XXI.

A ese punto se ha llegado: que la ilegalidad sea motivo de enorgullecimiento en redes sociales. A nadie le puede sorprender eso. De hecho, comparado con los videos de sicarios festejando sus matanzas, esto parece un juego de niños, pero no por eso habría que restarle importancia. Hay personas que ahorran y esperan pacientes todas las fases de una venta de boletos: los conciertos todavía respiran esa esencia pura donde cualquiera puede divertirse libremente y olvidarse de todo por un rato.

Aunque otro aspecto medular tiene que ver con el acaparamiento que llevan a cabo Ticketmaster y Ocesa: ellos se quedan con todos el pastel y miles de fans tienen que pelear por un cacho de rebanada a través de las odiosas filas virtuales, que podrían acabar con la paciencia de la persona más serena en el mundo. Además de su sistema que privilegia a quienes tienen una tarjeta de Citibanamex. La carrera no empieza con piso parejo.

Buscar un boleto es siempre un reto y tampoco habría que negar eso como parte intrínseca de la experiencia (un espectáculo grande siempre tendrá que ameritar un esfuerzo). Pero las tácticas gandallas que se han perpetuado en el sistema de boletaje mexicano invitan al desaliento total: nadie parece hacerse cargo del problema, cuando todos saben quiénes son los revendedores y cómo operan. También es cierto que la reventa no acabará por hartazgo, porque surgió como una demanda: finalmente siempre habrá quien esté dispuesto a comprar boletos a sobreprecio con tal de ir a un espectáculo anhelado. No se puede negar, entonces, que todos somos parte de este problema de alguna u otra manera.

Ojalá todo fuera tan sencillo como meter quejas en Twitter o como lanzar comunicados que, bien a bien, no dicen nada. Así será: los verdaderos fans seguirán esperando anuncios, sortearán rumores y se emocionarán cuando sus artistas favoritos estén confirmados; se formarán en la fila virtual y tendrán que ver con frustración cómo se acaba todo. Entonces la única opción que les quedará será evidente: acudir al mercado negro. Y la rueda girará eternamente.

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