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La revancha de la lucha libre mexicana más de medio siglo después

Por Jorge Sayegh, Los Angeles.- Ni las trompetas altisonantes de los mariachis, ni el omnipresente taco picante pueden competir contra el símbolo más pop-art de la cultura mexicana: una máscara de lucha libre.

El luchador Blue Diamond (Reuters)
El luchador Blue Diamond (Reuters)

La parafernalia visual y conceptual de la lucha mexicana es similar a la de los superhéroes Marvel y DC. Los personajes del ring, buenos y villanos, con sus nombres rimbombantes como “Rey Misterio”, “Super Crazy” o “Sin Cara”, con sus acrobacias, llaves y conflictos en eterna repetición cada semana —pero sobre todo con sus máscaras e identidades secretas— son los Spiderman del imaginario infantil o adulto de México.

Como un karma por haberle arrebatado su territorio, en el suroeste de Estados Unidos conviven cotidianamente el american way of life y las tradiciones mexicanas. Los inmigrantes mexicanos (legales o no) y sus descendientes son luchadores de la vida. Se ganan el pan a la salida de las grandes ferreterías ofreciendo el lomo para cargar sacos de cemento, cambiando los pañales de lujo a un niño ajeno o escondidos en las cocinas del 99% de los restaurantes.

Uno de los 'Crazy Chickens' lucha contra el 'Chupacabra' en la Lucha Vavoom Noche de los Salvajes (Foto David McNew / Getty)
Uno de los ‘Crazy Chickens’ lucha contra el ‘Chupacabra’ en la Lucha Vavoom Noche de los Salvajes (Foto David McNew / Getty)

Y algunos de estos luchadores son aún más guerreros y enfrentan la vida con patadas voladoras detrás de una máscara.

Durante años la práctica de la lucha libre mexicana en los Estados Unidos había sido un espectáculo marginal. Un show eventual que organizaba alrededor de ciertas fechas festivas —o con frecuencia irregular algunos fines de semana— en coliseos, centros comerciales, galpones o estacionamientos. Pero las nuevas oportunidades de negocio pronostican que se avecina buen tiempo.

Incluso en México, su presencia e influencia distan mucho de la Edad de Oro, cuando El Santo y Blue Demon protagonizaban películas y comics que se veían en todo el continente. Pero el espíritu de la lucha libre ha resistido la prueba del tiempo y, en Los Ángeles, este deporte circense está demostrando que puede competir con la realidad del mercado, porque la fantasía sigue viva.

Una mujer observa desde el público un show de lucha libre mexicana (Foto David McNew / Getty)
Una mujer observa desde el público un show de lucha libre mexicana (Foto David McNew / Getty)

La revancha de La Lucha

Como si las fuerzas mágicas del Catch As Catch Can hubieran unido esfuerzos, desde hace un lustro la lucha libre ha establecido territorios mainstream en el mundo del espectáculo.

Lucha Underground pretende ser justamente lo contrario a su calificativo. Desde 2014 United Artist y Metro Golden Mayer producen y transmiten por TV y web su propio campeonato de lucha libre desde The Temple, en una zona pobre del downtown de Los Angeles. Ya se han realizado tres temporadas dirigidas a un público hispano-estadounidense con la producción ejecutiva del famoso director de cine Robert Rodríguez. Lucha Underground es un nuevo ring mediático para las batallas de los profesionales mexicanos y la comunidad creciente de luchadores que hacen vida en Estados Unidos.

Pero no sólo de éxito comercial vive el espectáculo. Quizás el reconocimiento más serio a este deporte de piruetas se lo otorga el Museo de Arte Latinoamericano (Molaa, por sus siglas en inglés) que una vez al año organiza ¡Viva la Lucha!. En verano, sus instalaciones de Long Beach se acondicionan para ofrecer una obra de arte totalmente inusual: una velada artística de lucha libre cuyo único cuadro en exposición es el cuadrilátero donde los creadores se reparten trompadas y volantines a diestra y siniestra. Las entradas se agotan.

La bailarina de 'burlesque' Kitten DeVille en un show de lucha libre de Lucha Vavoom (Foto Damian Dovarganes)
La bailarina de ‘burlesque’ Kitten DeVille en un show de lucha libre de Lucha Vavoom (Foto Damian Dovarganes)

Dentro del esquema de realizar eventos de acuerdo a ciertas fechas conmemorativas, Lucha Vavoom es el concepto más moderno y atrevido y, probablemente el que mejor ha logrado el crossover cultural en Los Angeles. Diseñado desde 2002 como un show “Sólo para adultos”, Vavoom incorpora espectáculos burlesque entre pelea y pelea, con streap tease simulados, bailes eróticos y parafernalia gay. Su eslogan no puede ser más incorrecto políticamente: “Sexo y violencia”

Los deportes fueron un espectáculo desde los Juegos Olímpicos de la antigüedad. Hoy además son un negocio. Y millonario. En México, después del fútbol, la Lucha Libre es el espectáculo deportivo más grande y con mayores ingresos de taquilla y merchandise. Difícilmente en un futuro inmediato la Lucha Libre mexicana pueda convertirse en un negocio multimillonario, pero eso no significa que esté en peligro.

El espíritu de la lucha mexicana ha demostrado que tiene mucho aliento y que no se rinde nunca.


Sexo y Violencia

Sea por el Día de los Enamorados o por el Cinco de Mayo, Rita D’ Albert y Liz Fairbairn, productoras de Lucha Vavoom, planean un espectáculo delirante. Las peleas son la esencia y el motivo, pero el show trasciende el despliegue de llaves, golpes y sumisiones del cuerpo a cuerpo para convertir la noche en una fiesta irreverente.

La más reciente función fue con el pretexto de Halloween. Fecha perfecta del terror para conjugarla con la práctica de un deporte que es, en sí mismo, una alegoría de la vida y la muerte, una representación del bien contra el mal… y donde el bien no necesariamente triunfa al final.

El público de Lucha Vavoom es un tanto distinto a la audiencia usual de las peleas regulares de Lucha Libre en los Estados Unidos, compuesta mayormente por hombres, latinos y muchos niños. Vavoom en cambio es sólo para mayores de 21 años, abundan las mujeres y debe haber una cantidad equivalente de hispanos y anglosajones. Es noche de brujas, hay muchos disfraces, muchos rostros ocultos, muchas vampiresas seductoras. El público también es un personaje.

El Teatro Maya en el corazón de Los Angeles está a reventar y cada batalla sobre (y fuera) del ring es un ejemplo perfecto del conflicto teatral. Es una tragedia bufa en cuatro actos, pero la clave está en el espectáculo de cabaret circense que hila cada pelea. Son equivalentes a los coros del anfiteatro que anuncian las aventuras que sufrirán los héroes. Hay desnudos parciales, danza y un baile espacial travesti que flota en un aro a siete metros de altura.

Los asistentes deliran como niños, aplauden, abuchean, huyen despavoridos cuando algún superhéroe vuela desde el ring para aterrizar aparatosamente entre las sillas donde hace unos segundos se besaba una pareja con amor morboso. El final llega con la medianoche y todos, luchadores y público, se retiran agotados de felicidad. Fue una ceremonia en comunión entre el Eros y el Tánatos de cada testigo.

Una vez más ganó la lucha.


Dr. Maldad llegando a la lucha libre (Foto Getty)
Dr. Maldad llegando a la lucha libre (Foto Getty)

“Esto no es un juego” – Una consulta con el Dr. Maldad

Los héroes o villanos de la Lucha Libre se toman el asunto de su identidad secreta con más seriedad que Batman. Luego de mucha insistencia y sólo por teléfono, el Dr. Maldad accedió a conceder una entrevista. Irónicamente, este peleador “rudo” tiene una voz amable y fraternal.

“Yo nací en Chihuahua y desde muy pequeño tuve la vocación de luchador, ya a los 15 tuve mis primeras peleas. Al principio desarrollé unos personajes técnicos: Magia Roja y Capitán Estrella. Pero con el tiempo me fui dando cuenta que “ser bueno” me resultaba tantito aburrido. Así fue que nació Dr. Maldad y me pasé al bando de los rudos. Es que a mí me gusta hacer enojar a la gente”.

P. Me intriga particularmente la vida dual entre el personaje del ring y el hombre de familia.

“Nadie sabe quien soy, ni los vecinos. Ellos sólo ven que salgo con un maletín como cuando voy al gimnasio, pero no se imaginan que llevo el uniforme del Dr. Maldad. Mi familia sí lo sabe, por supuesto, pero en mi trabajo tampoco tienen la menor idea. Porque yo tengo un trabajo, no creas que la lucha libre da para comer. Los que estamos en el negocio de la lucha lo hacemos por vocación, no por dinero.”

P. Me llama la atención la idea de que los luchadores son una raza especial, unos seres únicos que viven su propia fantasía de verdad. ¿Son un gremio?

“No se trata tanto de que sea un sindicato, sino de que existen códigos de caballerosidad. Nos tenemos mucho respeto entre nosotros y abajo somos todos compañeros. Eso sí, arriba del ring somos enemigos”

El luchador Dr. Maldad en Lucha VaVOOM (Foto James Lemke Jr/WireImage)
El luchador Dr. Maldad en Lucha VaVOOM (Foto James Lemke Jr/WireImage)

P. Quisiera saber cómo se ponen de acuerdo para definir quien gana y quien pierde antes de cada pelea.

“Gana el que gana. Eso no está arreglado, ¡¿cómo crees?! Entrenamos muy duro y cuando comienza la pelea vamos improvisando llaves y golpes. Hay que estar muy atento… ¡A millón! Porque tú no sabes con qué te pueden venir, a veces lo ves y piensas que no, no sé va a lanzar… ¡Y se lanza! Y tú tienes que estar entrenado y atento, porque si no, te puede hacer daño. Esto no es un juego”

P. Me parece que la Lucha Libre mexicana es más acrobática que el ‘wrestling’ americano.

“Sin duda, la diferencia es del día a la noche. Ellos son más “grrrrrrr” y hacen todo un show de la presentación y se amenazan en vivo con el micrófono. A veces dura más la introducción que la misma pelea. Usan pocas llaves, más que nada se trata de golpes y fuerza. Y casi ninguno de ellos usa máscara. La máscara te da un misterio extra que ellos no tienen y al público eso le encanta, le crea mucha curiosidad”

P. El público gringo es distinto también al público mexicano.

“La verdad es que el público en México es muy distinto al de California. El de allá es demasiado exigente, el de aquí es mucho más noble. Debe ser porque no somos tantos y las peleas no son tan a menudo. Allá hay todos los días y hay una industria. Aquí los luchadores tenemos que organizarnos y promovernos. Yo pertenezco a un grupo de luchadores rudos que nos llamamos los “L.A. fuckers”: Piloto Suicida, Chamú Jr. Acero Dorado, Biónico y SinLímite… y este servidor. Y gracias a Dios siempre ganamos.”

P. No debe ser fácil vivir esta doble vida.

Es mi vida y estoy muy contento con ella, porque mi vida ha sido muy apasionante”