La pugna de ERC y JuntsXCat fortalece aún más a Sánchez

El presidente español, Pedro Sánchez (izq), recibe a Quim Torra el lunes 9 de julio en el palacio de la Moncloa, en Madrid. AFP
El presidente español, Pedro Sánchez (izq), recibe a Quim Torra el lunes 9 de julio en el palacio de la Moncloa, en Madrid. AFP

El suflé catalán no solo se ha deshinchado de un tiempo a esta parte, sin o que aún puede bajar más enteros. Hay diversos factores que están provocando esta situación, pero quien puede colgarse la medalla al final del trayecto es Pedro Sánchez. ¿Y su receta? Pues uno de los supuestos principios de la política, el diálogo y la negociación. Más de uno se tirará de los pelos. Especialmente los antisorayistas, como Margallo, que culpan a la excivepresidenta del mal momento del PP -y de la moción de censura a Mariano Rajoy por su estrategia de confrontación absoluta a los independentistas catalanes.

Vayamos por partes. Unos de los últimos socios de Pedro Sánchez para su investidura fueron JuntsXCat y ERC. Ambos acordaron por separado con el PSOE que su vuelta a Moncloa debía conllevar la recuperación de las negociaciones “sin cortapisas”. Sánchez les dio su palabra y se fraguó el cambio político.

Desde entonces gestos de todo tipo: Acercamiento de presos a cárceles catalanes, de un lado, rebaja del tono por otro. Mano tendida desde Madrid, desaparición del Gobierno de la lista de enemigos -que ahora ocupa Zarzuela– desde Cataluña… Y la cosa ha fluido.

Por el camino, eso sí, el ‘president’ Torra tuvo que tomar una importante decisión: nombrar candidatos limpios para su Govern, y dejar de embarrar los procedimientos jurídicos. Lo hizo con unas condiciones que se han cumplido, y en Cataluña se ha desactivado el 155, los independentistas han dejado de salir a diario a la calle para presionar y la vía del diálogo empieza a ganar adeptos. Cada vez son menos los que piensan en los dirigentes presos y reclaman la restitución del Govern de la DUI. Es lo que tiene la normalización de la vida -política y civil-.

Ni siquiera se piensa en Puigdemont. Por lo menos ERC que ayer se opuso en el Parlament a que el ‘expresident exiliado’ tenga un trato diferenciado respecto al resto de diputados procesados por el Tribunal Supremo. El grupo parlamentario de JuntsXCat pretendía que Puigdemont (que permanece fugado en Alemania) no fuera sustituido temporalmente en sus funciones de diputado. Y ERC se negó.
Sin enemigo en Madrid con el que pelear, el gen reivindicativo que de un tiempo a esta parte manda en el independentismo, ha alimentado las disputas internas. ERC y JuntsXCat se están enfrentando entre ellos por el poder y ya se oyen soluciones de todo tipo.

Con la población desmovilizada, la fuerza de los partidos políticos independentistas está a la baja. Y quien sabe si en unos comicios sin 155, y sin Policía Nacional desplegada en barcos piolín, pueden perder la mayoría que ostentan en la actualidad.

Puigdemont no quiere perder un trato de favor. Pero menos aún su estatus de mártir, y él mismo ha salido a apaciguar los ánimos de los suyos y de los otros.

A través de Instagram ha apelado a la unidad del independentismo y a superar rencores y desconfianzas en pro del “objetivo” común, la independencia. Es mejor perder ahora ‘un poco ‘, que luego ‘un mucho ‘.

Porque la solución que Puigdemont no quiere, pero que empieza a asomar en el horizonte, es una que le sonará familiar a todos los lectores. ¿No se lo imaginan? Sí, elecciones el próximo otoño.

Si eso ocurre y el independentismo pierde fuerza, Sánchez tendrá otra medalla más que colgarse. Y tendrá aún más fácil negociar, ceder y entenderse con partidos catalanes si estos no amenazan con conflicto y declaraciones de independencia. La solución estaba ahí, pero Rajoy y Santamaría no la supieron ver. O tal vez al PP no le convenía y prefirió la pelea al este del país para tapar la corrupción interna que finalmente acabó con su Ejecutivo. Y ahora, si todo sale bien, a Sánchez se le despeja su propio horizonte para intentar terminar la legislatura sentando en el sillón presidencial.