La pesadilla de Marie Kondo: la acumulación masiva, un fenómeno en crecimiento

Y un día, llegó el orden. La popularidad que Netflix le dio a Marie Kondo, una organizadora serial de casas desordenadas, hizo que mucha gente se empiece a replantear cuánto de lo que tiene en su hogar es realmente necesario. Pero hay una gruesa línea entre algunos platos sin lavar, una remera tirada en el sillón y una caja de pizza de ayer y un fenómeno tan extraño como perturbador: el de la acumulación masiva. Y aunque Kondo no quiera, está creciendo como nunca.

Además de ser un peligro -la acumulación siempre es un potencial incendio que causa 24% de las muertes evitables por fuego-, se trata de una costumbre mucho más extendida de lo que se cree. Lo curioso es que la mayoría de los acumuladores no ven un tipo de desorden en sus comportamientos.

Pero desde los inicios de este tipo de desorden hasta hoy, hubo algunos cambios que ayudan a comprender mejor el fenómeno, además de por qué se encuentra en crecimiento.

Lo que siempre se llamó “Síndrome de Diógenes” es muchísimo más complejo de lo que parece ser una mera personalidad desordenada. Y se venía estudiando de manera incorrecta: no es un trastorno obsesivo compulsivo (TOC), sino más bien una de las formas de la depresión.

Los hermanos Collyer, los que empezaron todo

El fenómeno de la acumulación le debe “mucho” a los hermanos Collyer. Tanto que en Nueva York, donde vivieron, tienen hasta un parque dedicado a su nombre: Homer y Langley. El acaparamiento compulsivo fue la norma en su vida, pero a un punto realmente increíble.

Vivían en la intersección de la Quinta Avenida y 128, en Harlem, el barrio del norte de Manhattan. Y su gran pasión era, bueno, acumular: en su departamento llegaron a tener casi 200 toneladas de material, principalmente periódicos, repartidos en 4 pisos.

<em>La casa de Homer y Langley Collyer, en NY</em>
La casa de Homer y Langley Collyer, en NY

Según la evidencia recolectada, Homer y Langley acumularon todos los diarios que se publicaron en Nueva York durante 35 años. Estamos hablando de unos 15 periódicos que, en total, suman casi 200.000 ejemplares.

Lo cierto es que se trataba de dos hermanos muy excéntricos. En una ocasión, cuando le preguntaron a Langley por qué acumulaba tantos diarios, explicó que su hermano, ciego, algún día recuperaría la vista. Y que quería tener todo ese material para que pueda leer las noticias y ponerse al día.

El final de los hermanos fue tremendamente trágico: murieron el 21 de marzo de 1947 en su propio acopio. Luego de que los vecinos avisaran de que hacía tiempo no tenían noticias de ellos, los bomberos los encontraron a ambos muertos. Homer era paralítico, y Langley murió aplastado por la enorme cantidad de diarios y revistas mientras intentaba llegar a él para darle de comer.

Homer murió deshidratado y desnutrido, en un proceso que los investigadores infieren que llevó bastante tiempo.

Lo cierto es que estos hermanos le dieron origen al “Síndrome de los hermanos Collyer”, que es precisamente este deseo inexplicable de acumular sin parar y no descartar nada.

Los hermanos Collyer acumularon 4 pisos de diarios en Harlem, NY.
Los hermanos Collyer acumularon 4 pisos de diarios en Harlem, NY.

Pero hasta ahora esto se veía como un TOC. Es decir, como una obsesión relacionada con una compulsión para calmar la ansiedad. La acción repetitiva y casi ritualizada de hacer algo -acumular- era vista como paliativo para convivir con la ansiedad.

Y eso cambió hace unos años gracias a un manual canónico de enfermedades mentales (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders).

Por qué no es un TOC: es depresión

El fenómeno empezó a verse como algo más relacionado a la depresión que a un trastorno obsesivo compulsivo. Esto no es menor, ya que el ámbito de estudio cambia mucho el diagnóstico y, por tanto, el tratamiento.

En 2010 un psicólogo del King’s College London, David Mataix-Cols, descubrió que al menos el 80 por ciento de los acumuladores no encajaban en los criterios de un TOC sino más bien en la depresión: les costaba mucho tomar decisiones -característico de la depresión- y no veían a su condición como problemática.

Además de dos pruebas físico químicas: los medicamentos que servían para tratar los TOC no tenían efectos en los acumuladores. Por otro lado, los escaneos cerebrales mostraban distintas zonas activadas a las de una persona con un TOC.

Fue en 2013 cuando la acumulación se “mudó” de jurisdicción psíquica hacia la depresión. Pero es tan complejo el fenómeno que muchas veces va acompañado de otras patologías. O son las patologías las que lo acompañan al acumulador: se ha identificado en pacientes con lesiones cerebrales, al síndrome de Tourette y hasta con sobrevivientes del Holocausto con stress post traumático.

Como sea, más allá de las particularidades de cada caso, el diagnóstico psicológico es claro: los objetos se acumulan para llenar cierto vacío emocional.

Los datos: un fenómeno en crecimiento en Estados Unidos

Cabe preguntarse si se trata de una condición con cada vez más casos, o bien si los medios le prestan más atención al tema por las particularidades que presentan los casos.

Pero los números dicen algo: alrededor de 19 millones de norteamericanos tienen un desorden de acumulación.

El primer grupo para tratar este problema se formó en el Condado de Fairfax, en Virginia, en 1989. Hoy ya son más de 100 organizaciones.

Para 2020 se espera que el 15% de la población de Estados Unidos tenga 65 años o más: la edad paradigmática del desorden de la acumulación.

La Asociación Americana de Psiquiatría señala que la acumulación afecta tres veces más a personas entre 55 y 94 años. Si bien el fenómeno se puede empezar a ver en la adolescencia, es en esta franja etaria que brilla en todo su esplendor.

Tampoco es menor que hoy, en Estados Unidos, es más fácil conseguir un hogar que hace 50 años. Con distintos planes y propuestas, la adquisición inmobiliaria fue transformándose hasta llegar a un punto más cercano para los estadounidenses. Esto genera que más gente envejezca en su casa y, por lo tanto, tenga más posibilidades de acumular.

De hecho, una gran cantidad de industrias se fueron montando en torno a la acmulación: psicólogos, organizadores, trabajadores sociales y trabajadores de la salud pública.

Sobre todo porque las consecuencias de la acumulación no sólo son lesivas para la persona, su psiquis y el desarrollo “normal” de su vida, sino que es un peligro para la sociedad: las casas que acumulan son tremendamente peligrosas para incendios, derrumbes y son además un imán para pestes, enfermedades y ratas.

¿Por qué un acumulador acumula?

Es una pregunta que todos nos podemos hacer. Los que no acumulamos cosas -a nivel masivo, claro: todos tenemos algún objeto del cual no nos queremos desprender, Marie Kondo, y está bien que así sea-.

Hay distintas respuestas a esta pregunta. Desde una perspectiva psíquica, ya hemos explicado un poco por dónde va la cuestión: llenar un espacio vacío, emocional, que jamás se va a completar con objetos físicos por más que se tengan miles.

Desde un punto de vista más sociológico, vivimos en una sociedad de consumo. No sería tan descabellado no desprenderse de las mercancías, sólo que el acumulador entiende esto en un sentido extremo.

Las personas con trastorno grave de acaparamiento tienden a distraerse fácilmente y tienen dificultades para concentrarse. Paradójicamente, también tienden a ser perfeccionistas, por lo que dejarán de tomar decisiones en lugar de arriesgarse a equivocarse.

Lo interesante es que el acumulador no ve muchas cosas separadas por clasificación: ve una gran cosa unificada donde cada elemento es especial. Por ejemplo, no ve a un vaso en una cocina repleta de vajilla sucia como parte de “vajilla acumulada”: lo ve como algo único y especial. Cada vaso tiene su propia historia. Cada plato también.

Pero hay una clave de lectura que no hay que perder de vista, y es la que está en “Neurohistoria en Acción: Acaparamiento y el pasado humano”, escrito por el historiador Daniel Lord Smail. ¿Qué explica? Que la biología y la cultura no deben pensarse de manera separada.

“La expresión genética está íntimamente enredada con las circunstancias de la vida cultural e individual”, apunta.

¿No podría el aumento del acaparamiento compulsivo ser causado por la forma en que nuestro ser físico interactúa con un entorno material cambiante? “Las formas sociales y los patrones de comportamiento esculpen el cuerpo”, escribe Smail.

De hecho, los monos, los cuervos, las ardillas, las ratas canguro y las abejas, como los humanos lo han hecho durante milenios, como una forma adaptativa de sobrevivir un invierno frío o una hambruna.

Pero la clave es que el acaparamiento compulsivo de cosas inútiles es un fenómeno de sólo uno o dos siglos, y principalmente las últimas décadas”, apunta Smail.

Así, probablemente Marie Kondo no hubiese tenido tanto éxito en otra época como ahora.

O quizás precisamente todas estas posibles explicaciones den cuenta de por qué casi todo el mundo ve su problema: la acumulación es un fenómeno mucho más cercano que lo que podemos llegar a creer, y los casos extremos son apenas exageraciones de algo que todos, en mayor o menor medida, tendemos a hacer.