Anuncios
Elecciones México 2024:

Cobertura Especial | LO ÚLTIMO

La motivación electoral, ideológica y personal del endurecimiento de Trump hacia Cuba

El presidente estadounidense Donald Trump tiene, por sus dichos y acciones, entre sus motivaciones principales desmantelar al máximo el legado de su antecesor, Barack Obama, y crear tensión y conflicto para posicionar rivales y enemigos, exacerbar el discurso y avanzar con ello ciertas posiciones ideológicas y, sobre todo, su deseada imagen de hombre fuerte y decisivo.

La reciente decisión de la Casa Blanca de revertir la apertura, limitada pero significativa, de Obama hacia Cuba se inscribe en ese contexto. Y, en realidad, aunque sirve a los intereses y la propaganda de Trump –que con ello y otras medidas estaría haciendo músculo político con miras a las elecciones de 2020, donde el voto cubano de la Florida le es de gran importancia– la reversión de medidas de la pasada administración hacia Cuba difícilmente logrará, como no lo ha logrado el embargo que desde la década de 1960 impuso Estados Unidos a Cuba, la remoción del régimen cubano y hay quien considera que las nuevas restricciones podrían, más bien, dar fuerza a los grupos duros en La Habana y frenar a los reformadores. El actual régimen cubano mantiene ciertamente una continuidad histórica e ideológica con el de Fidel y Raúl Castro, pero también ha buscado adaptarse a los tiempos.

El presidente estadounidense, Donald Trump. (EFE)
El presidente estadounidense, Donald Trump. (EFE)

Con todo, para el afán de confrontación de Trump, que requiere rivalidades claras y activas para su estrategia de polarización y suma cero, revertir las apertura hacia Cuba le sería pertinente, máxime cuando puede añadir eso a la lista de las presiones y sanciones contra los aliados del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y, en las extensiones equívocas y estigmatizantes a las que recurre el mandatario estadounidense, incluso pretender proyectar la distensión del gobierno de Obama hacia Cuba como una muestra de que el Partido Demócrata se ha corrido hacia el socialismo, un tópico distorsionado que Trump ya ha agitado abiertamente.

El propio asesor de Seguridad Nacional de Trump, John Bolton, lo expresó en ese sentido: “En términos nada inciertos, las políticas de la administración de Obama hacia Cuba han permitido la colonización cubana de Venezuela hoy”, según reportó The Miami Herald. Y Bolton declaró que la reversión de esas medidas le permitirá al actual gobierno “finalmente terminar con la glamorización del socialismo y el comunismo”.

Hay quien lee, entre líneas, que esa glamorización señala no tanto a esos regímenes contestatarios latinoamericanos ni incluso a los demócratas de la administración de Obama sino a políticos progresistas demócratas de hoy –que van desde Bernie Sanders hasta Alexandria Ocasio-Cortez, solo por citar a algunos– que tienen enorme influencia mediática y ciudadana y en auge.

Las medidas tomadas por la Casa Blanca son restringir los viajes a Cuba para frenar viajes de turismo o negocios (los que son de naturaleza estrictamente familiar no serían limitados) y limitar la cantidad de remesas que pueden ser enviadas a Cuba, con un tope de 1,000 dólares por persona cada tres meses (Obama permitió el envío sin límite).

Una bandera estadounidense ondea en un
Una bandera estadounidense ondea en un “bicitaxi” en La Habana, Cuba. (AP)

Eso afectará a aerolíneas y cruceros estadounidenses, que han establecido rutas hacia Cuba, y a empresas que habían comenzado una exploración de las posibilidades de inversión en la isla, y desde luego a las familias cubanas que recibían importantes recursos desde Estados Unidos, dinero que había comenzado a transformar el sistema cubano (esa fue la intención de la administración Obama). Ese límite a las remesas, así, afectará ciertamente a quienes las reciben pero también causará malestar en quienes, desde Estados Unidos, apoyaban con ello a sus familias y temen que éstas sufran por ello.

Además, la intención del gobierno estadounidense de permitir que se presenten en cortes estadounidenses demandas para exigir a Cuba compensación por las propiedades confiscadas a particulares estadounidenses tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 añadirá presumiblemente una fuente de tensión adicional hacia la isla y quizá más allá, pues en principio, se afirma, toda persona o entidad que se haya beneficiado de propiedad confiscada a estadounidenses (incluidos los cubanos naturalizados estadounidenses) podría ser demandada y sancionada por Estados Unidos. Incluido en ello, presumiblemente, empresas de terceros países, europeas y latinoamericanas, que han realizado importantes inversiones en la isla durante décadas. Eso podría colocar a la administración de Trump en una ruta de colisión con aliados europeos cuyas empresas poseen importantes inversiones en Cuba.

Todos esos anuncios y el endurecimiento hacia Cuba han recurrido, como se comentó en The New York Times, un lenguaje de tiempos de la Guerra Fría y una intención de instrumentalizarlo con miras a la campaña de reelección de Trump.

John R. Bolton, asesor de Seguridad Nacional del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, habla durante una rueda de prensa en Miami, Florida (EFE)
John R. Bolton, asesor de Seguridad Nacional del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, habla durante una rueda de prensa en Miami, Florida (EFE)

Ciertamente dentro del Partido Republicano (y no solo en su derecha radical) existe con amplitud la noción de encarar con mayor severidad a Cuba que lo que se dio con Obama, y dentro del Partido Demócrata no faltan quienes también apoyan esa perspectiva, pero no existen unanimidades y las posiciones han ido evolucionando con los años. Posiblemente por ello es que la reversión de esa apertura ha sido envuelta por la administración de Trump en un contexto mayor: retirarle margen de maniobra al régimen cubano es también un freno al de Venezuela y Nicaragua, y con ello la Casa Blanca se presenta como adalid contra el comunismo en términos que van más allá de lo estrictamente bilateral entre Washington y La Habana.

Y aunque la presentación de un choque dicotómico al estilo de la Guerra Fría puede serle útil a Trump para posicionarse entre sus seguidores como un campeón de los intereses estadounidenses y contra el comunismo, y muchos cubanoamericanos que han repudiado históricamente al régimen de la Revolución Cubana avalarán la reversión de la apertura de Obama, otros en las generaciones jóvenes de cubanos estadounidenses y ciertamente los estadounidenses en general de orientación moderada, liberal o progresista no estarían en cabal sintonía con la actitud de la Casa Blanca hacia Cuba.

Y otros en Estados Unidos, ya sea porque consideran que el embargo, del que las sanciones y restricciones citadas son una arista, no ha sido efectivo para remover al régimen cubano, porque tienen una actitud distinta y desapegada de la Guerra Fría y avalan una apertura y normalización paulatina y sin tensión o porque ven en la política citada de la Casa Blanca hacia Cuba una instrumentalización cuestionable de la política exterior como un ariete contra los rivales políticos internos y como propaganda punzante para apuntalar las aspiraciones de reelección de Trump, consideran que la reversión de la limitada apertura hacia Cuba no sería la vía apropiada ni para lograr un avance claro de los intereses estadounidenses ni para el beneficio del pueblo cubano.

Trump, con todo, acelera en ese y otros frentes (la rudeza en inmigración o la retención del reporte completo de Mueller son ejemplos de ello) para apuntalarse de cara a 2020 en un proceso que es tanto político como personal: las elecciones del año próximo podrían ser las de la elevación de Trump a un pedestal singular si logra el triunfo o el derrumbe de su imagen y de su punzante legado. Para Trump la reelección parece ser un todo o nada y ello en parte explica su urgencia de endurecimiento en múltiples instancias: es una estrategia electoral pero también el intento de hacer ya lo que quizá no podrá hacer mañana.