Anuncios

La marihuana se abre paso, sin sobresaltos, hacia la normalidad

Nuestros padres no lo habrían creído, ni siquiera en los días locos de la década de 1960. Al final de aquel decenio luminoso y violento, apenas el 12 por ciento de los estadounidenses apoyaba la legalización de la mariguana. Hoy esa cifra se acerca sin aspavientos al 60 por ciento, un respaldo creciente que desborda las fronteras de Estados Unidos.

image

Las probabilidades de morir de una sobredosis de cannabis son prácticamente nulas (AP)

La idea de normalizar el consumo de los derivados del cannabis no acapara el debate político en ningún país de las Américas. Otros temas como la corrupción, la violencia y la emigración, por solo mencionar algunos, lo desplazan al interior de las páginas noticiosas. Pero el consenso que observamos ahora no se ha construido en paz.

La producción, el comercio y el consumo libre de mariguana aún constituyen un delito en la mayor parte de Norteamérica y América Latina. Las prohibiciones vigentes heredan un pasado que tardará en cerrarse: la guerra contra las drogas. Esa cruzada continental dejó un rastro de muertos y desplazados, y una marca en el imaginario colectivo difícil de curar.

image

Una proporción creciente de norteamericanos han dejado de ver el consumo de marihuana como una actividad criminal (AP)

¿Quién le tiene miedo al porro?

El número de estadounidenses que fuman mariguana a diario casi se ha duplicado desde 2002, de acuerdo con reportes de los Centros para el control y prevención de enfermedades (CDC). La revista médica británica Lancet Psychiatry confirma ese aumento: alrededor de 10 millones de norteamericanos más consumieron esa droga en el último año que a inicios de siglo.

El auge no da señales de agotamiento. Cada día un promedio de 7.000 personas se suman al contingente de aficionados a los productos del cannabis. El interés es particularmente intenso entre los mayores de 26 años. Y si bien no todos mantienen el hábito, la mitad de los residentes en Estados Unidos han probado al menos una vez los alegres cigarrillos o una excitante magdalena.

Los norteamericanos le han perdido el miedo al porro. Solo uno de cada cuatro estadounidenses cree que la marihuana constituye una amenaza seria a la salud. Peor opinión tienen del alcohol, cuyo consumo excesivo sí provoca graves daños a la sociedad.

Y los efectos de la legalización en algunos estados les dan la razón. Los casos de abuso de la droga se han mantenido estables en torno a 1,5 por ciento, según la US National Survey on Drug Use and Health. Aunque el dato contradice las estadísticas de los CDC, ninguna fuente hasta el momento ha sonado la alarma sobre un súbito incremento de la adicción al cannabis.

Sin embargo, no todos están dispuestos a abrir los brazos a los estupefacientes derivados del cáñamo. De acuerdo con el Centro de Investigaciones Pew, “mientras la mayoría de los blancos no hispanos y los negros consideran que la mariguana debería legalizarse, apenas el 40 por ciento de los hispanos comparte ese criterio.”

Cinco estados –Arizona, California, Maine, Massachusetts y Nevada—votarán en noviembre sobre la legalización con fines recreativos, mientras cuatro decidirán si aprueban el uso con fines médicos –Arkansas, Florida, Montana y Dakota del Norte.

image

El uso diario del cannabis puede incrementar el riesgo de padecer esquizofrenia y otros trastornos mentales (EFE)

Más consumo y apertura al Sur

El Suramérica, donde se han publicado datos al respecto, la marihuana ha ganado popularidad en la última década. Ese aumento no incluye a Perú, donde apenas el 1 por ciento de la población consume la droga.

Un informe de la Organización de Estados Americanos (OEA) señala a Chile y Uruguay como los países donde la marihuana tiene más seguidores. Uno de cada cinco residentes en esas naciones suramericanas la ha probado alguna vez durante sus vidas. Chilenos y uruguayos encabezan también la lista de quienes “se pusieron high” en el último año.

El cambio de opinión sobre los perjuicios y beneficios de la mariguana se hace evidente en el paulatino avance hacia la legalización. Puerto Rico, Colombia y Chile han adoptado leyes que autorizan el uso con fines medicinales. En este último radica la mayor plantación legal de cannabis en América Latina. La cosecha servirá a la producción de fármacos que serán utilizados en estudios clínicos para obtener tratamientos contra el cáncer.

En Uruguay, a pesar del estancamiento de la venta de marihuana controlada por el Estado, ya unas 5.000 personas cultivan un máximo de seis plantas en casa, mientras proliferan los clubes que cosechan y distribuyen de manera colectiva el producto de hasta 99 plantas. Ningún otro país de la región ha avanzado tanto hacia la normalización del consumo.

Incluso en México, donde la guerra contra las drogas ha engendrado un trauma nacional y la opinión pública no favorece la legalización, el presidente Enrique Peña Nieto envió al Congreso una iniciativa para descriminalizar el consumo y permitir investigaciones del cannabis con fines medicinales. El mandatario ha terminado de pasar por encima de sus reticencias personales para aceptar, él también, que los tiempos de la marihuana han cambiado.