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La imagen de negociador de Trump, manchada por el cierre del gobierno

En la imagen, el presidente estadounidense Donald Trump se prepara para pronunciar un discurso en una manifestación provida en Washington, 19 de enero de 2018. REUTERS/Carlos Barria

Por James Oliphant y Richard Cowan

WASHINGTON (Reuters) - Para el presidente Donald Trump, se suponía que este fin de semana sería una celebración.

En el primer aniversario de su presidencia este sábado, mientras reina la euforia en la bolsa y sube al fin la valoración del presidente en las encuestas, había planeado descansar en su propiedad Mar-a-Lago en Florida, agasajado por amigos y admiradores.

Sin embargo, Trump tuvo que quedarse en Washington tras no poder evitar el cierre de la administración.

Su fracaso para lograr que el Congreso de los Estados Unidos aprobara un proyecto de ley provisional para mantener la financiación del gobierno federal dañó aún más su autoproclamada imagen de negociador que repararía la cultura rota de Washington.

Pese a que la Casa Blanca comenzó a apuntar a la culpabilidad de los demócratas, el presidente republicano recibió fuertes críticas.

"Es casi como si estuviera a favor del cierre", dijo el sábado el líder demócrata del Senado Chuck Schumer refiriéndose a Trump.

Trump, quien en julio de 2016 dijo: "Nadie conoce el sistema mejor que yo, y por eso solo yo puedo arreglarlo", ha afirmado que los cierres del gobierno en el pasado fueron culpa del mandatario de turno en la Casa Blanca.

En una entrevista de "Fox & Friends" después del cierre de 2013, dijo que el entonces presidente Barack Obama era el responsable final.

"Los problemas comienzan desde arriba y tienen que resolverse desde arriba", dijo Trump. "El presidente es el líder, y tiene que poner a todos en una habitación y debe ejercer el liderazgo".

Ante la creciente probabilidad de este nuevo cierre, el primero desde 2013, Trump hizo el viernes un último esfuerzo para actuar como el solucionador de problemas que durante mucho tiempo ha pretendido ser.

En primer lugar, pospuso un viaje de fin de semana largamente planeado a su residencia de invierno Mar-a-Lago, donde se iba a celebrar su primer año en el cargo con una fiesta para la que la entrada costaba 100.000 dólares por pareja.

Tenía pocas elecciones. Los críticos lo habrían machacado por asistir a un evento así mientras se prescindía de trabajadores de la administración y se reducían muchos servicios.

A continuación Trump llamó a Schumer y, después de una conversación positiva, lo invitó a una reunión en la Casa Blanca. Era una cita íntima, solo el presidente, Schumer y los principales ayudantes. Los líderes republicanos fueron excluidos. La idea era encontrar un terreno común. Duró 90 minutos.

SIN ACUERDO

Una persona familiarizada con los acontecimientos dijo que los dos dirigentes acordaron buscar un gran acuerdo en el que los demócratas obtendrían protección contra la deportación para unos 700.000 jóvenes inmigrantes indocumentados conocidos como "Dreamers" y Trump obtendría más dinero para un muro fronterizo y una seguridad más dura contra la inmigración ilegal desde México.

Sin embargo, a primera hora de la tarde, el plan había muerto. La fuente dijo que Trump había hablado mientras tanto con los republicanos conservadores, que se habían opuesto al acuerdo con Schumer.

"No presionó a su partido para que lo aceptara", dijo Schumer más tarde.

El día parecía formar parte de un patrón familiar que ha desconcertado a los demócratas. Trump corteja su apoyo y sugiere flexibilidad, pero a continuación hace un requiebro y se alinea con los legisladores más conservadores.

Ocurrió en septiembre, después de cerrar un acuerdo de financiación gubernamental a corto plazo con Schumer y la líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.

Semanas más tarde, cuando Schumer y Pelosi pensaban que habían llegado a un acuerdo para preservar un programa que protegía a los Dreamers, fuentes del Congreso dijeron que Trump lo había abandonado.

Ese enfrentamiento duró hasta este mes, cuando el senador republicano Lindsey Graham y el senador demócrata Dick Durbin acordaron una propuesta elaborada por miembros de los dos partidos sobre inmigración.

Creían que Trump había dado su apoyo al plan. Pero en una acalorada reunión de la Oficina Oval, Trump lo atacó con dureza.

Un senador demócrata alegó que Trump dijo que Estados Unidos necesitaba recibir menos inmigrantes de Haití y naciones africanas, refiriéndose a ellos como "países de mierda". Trump negó haber usado ese lenguaje, pero la polémica envenenó las negociaciones.

Ambas partes se sintieron traicionadas, y los cambios de posición de Trump dejaron perplejo al líder republicano del Senado, Mitch McConnell, hasta el punto de afirmar esta semana que no podía entender la posición de Trump sobre el tema.

La confianza se vio aún más debilitada cuando Trump pareció criticar un proyecto de ley de financiación de emergencia de la Cámara que horas antes la Casa Blanca había dicho que apoyaba.

Los miembros de los dos partidos se culparon mutuamente por el cierre, pero parte de la culpa recayó también en el presidente.

"Donald Trump no es capaz de llevar a cabo este tipo de conversación profunda sobre los problemas", dijo a la prensa John Yarmuth, demócrata en el Comité de Presupuesto de la Cámara.

"No tiene la capacidad de atención para hacerlo. No tiene interés. Lo único que quiere es demostrar que está involucrado en el proceso".