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"Nadie está escuchando sus conversaciones telefónicas", aseguró Barack Obama a los estadounidenses el 7 de junio pasado. Entonces el presidente de Estados Unidos no imaginaba el alud que desatarían las filtraciones de Edward Snowden sobre los programas de vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA).

El escándalo ha dañado la maltrecha credibilidad del gobernante demócrata y ha obligado a Washington a ejecutar una rápida campaña internacional para tranquilizar a los aliados europeos. En América Latina, gobiernos no hostiles a Obama –específicamente Brasil y México—también han exigido explicaciones por el espionaje a sus mandatarios.

Un PRISMA sobre la privacidad

El 6 de junio el diario británico The Guardian reveló que la NSA recolectaba diariamente datos sobre las llamadas telefónicas de millones de estadounidenses usuarios de la compañía Verizon. Ese programa, iniciado bajo el gobierno de George W. Bush, había sido renovado por otros tres meses en abril de este año, luego de una orden secreta del Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISA).

La NSA se interesa en los destinatarios de las comunicaciones, cuándo y por cuánto tiempo se realizan. El presidente Obama ha insistido en que esos “metadatos” no incluyen el contenido de las conversaciones. Sin embargo, el análisis de esa información permitiría a los órganos de inteligencia elaborar esquemas de las redes de contactos en torno a una persona, de manera retrospectiva, aun cuando no existan sospechas de vínculos con redes terroristas.

Ese mismo día The Guardian publicó un extenso reportaje sobre PRISMA, otro programa supersecreto de la NSA, que le abría el acceso a la información personal de usuarios de las grandes compañías de tecnología estadounidenses: Google, Apple, Microsoft, Facebook, PalTalk y Yahoo. Gracias a este sistema, los oficiales de inteligencia conocen el historial de búsqueda, el contenido de los correos electrónicos, las transferencias de archivos y las conversaciones instantáneas de prácticamente cualquier persona.

Según los documentos desclasificados por Snowden, la NSA recupera todos esos datos sin solicitarlos previamente a esas empresas. Tampoco necesitan una orden judicial.

“El alcance de sus capacidades horroriza”, advirtió Snowden al periodista Glenn Greenwald en una entrevista desde su alojamiento temporal en Hong Kong. “Una vez que entras a la red, puedo identificar tu máquina. Nunca estarás seguro, no importa las medidas de protección que establezcas”, aseguró el exconsultor de seguridad, ahora asilado en Rusia.  

La NSA calcula que Snowden pudo haber filtrado hasta 200.000 documentos a los medios de prensa. El Director General de la NSA, general Keith Alexander, aseguró que esa filtración incluye material sobre las operaciones de espionaje de Estados Unidos y sus aliados, clasificado como “Top Secret” y “Special Intelligence”, dos categorías de acceso muy restringido.

“No hay dudas de que esas filtraciones han dificultado nuestro trabajo”, afirmó Matthew Olsen, director del Centro Nacional de Contraterrorismo, en una audiencia en el Congreso. “Hemos visto que terroristas y enemigos están aprendiendo sobre nuestros métodos de recolección de Inteligencia para adaptarse y cambiar sus vías de comunicación”, señaló.

¿Protegerse de los hackers o del gobierno?

Aunque los estadounidenses han manifestado una creciente preocupación por las actividades de espionaje del gobierno, los sondeos realizados luego de las filtraciones de Snowden no demuestran todavía un rechazo generalizado a esas prácticas.

En julio, en una encuesta efectuada por el Centro de Investigaciones Pew a usuarios de teléfonos inteligentes, el 86 por ciento dijo haber tomado medidas concretas para proteger su privacidad en Internet. Sin embargo, la mayoría se preocupaba más por los hackers y cibercriminales, los anunciantes y hasta los amigos, que por la vigilancia del gobierno y en general las autoridades.

No obstante, otro sondeo del Centro Pew ese mismo mes reveló una inquietud notable de los estadounidenses sobre el impacto de la lucha contra el terrorismo en sus libertades ciudadanas. El 56 por ciento de los encuestados opinó que las cortes federales habían permitido excesos en la recolección de datos telefónicos y de Internet por parte del gobierno. El 70 por ciento creía que Washington usaba esa información con fines diferentes a la guerra contra los terroristas.

En cualquier caso, la inconformidad de los estadounidenses con respecto al poder de la NSA no se ha transformado en un movimiento de protesta. De acuerdo con Lee Rainie, director del Proyecto de Internet del Centro Pew, la gran mayoría de las personas en Estados Unidos se ha resignado a los niveles de vigilancia actuales, al menos hasta donde ha trascendido en los medios de prensa. “Definitivamente hay señales de que la gente está pensando en soluciones de compromiso”, dijo al National Journal.

Ese pensamiento podría ser eco de las declaraciones de Obama en junio. Es importante reconocer que no se puede tener una seguridad absoluta y también conservar una privacidad total sin inconvenientes”, advirtió el presidente. “Tendremos que tomar algunas decisiones al respecto como sociedad”, dijo.

Las razones tras la filtración

Hasta mayo pasado Snowden, de 30 años, trabajaba como consultor tecnológico para la firma Booz Allen Hamilton, como parte del staff de la NSA. Antes había sido asistente en seguridad informática durante dos años en la CIA, encubierto como diplomático en Ginebra, Suiza.

En declaraciones a The Guardian explicó por qué había decidido interrumpir su carrera y exponer los detalles del sistema de espionaje de EEUU. “La NSA ha construido una infraestructura que le permite interceptar casi todo. Estas capacidades le permiten procesar la inmensa mayoría de las comunicaciones humanas”, afirmó, para luego añadir: “No quiero vivir en una sociedad donde ocurren ese tipo de cosas… No quiero vivir en un mundo donde todo lo que digo y hago puede ser grabado. Es algo que no me interesa respaldar o aprovechar”, sostuvo.


Aunque Snowden ha rechazado las acusaciones sobre la presunta entrega de información de inteligencia a gobiernos extranjeros o grupos terroristas, una parte de la opinión pública en EEUU lo considera un traidor. Sus detractores le reprochan haber recalado en dos países con intereses opuestos a Washington –China y Rusia—, y su decisión de no realizar la denuncia dentro de las instituciones estadounidenses.

Sin embargo, algunos de los que lo llamaron “narcisista”, “ridículamente cinematográfico” y le auguraron un pronto olvido, han cambiado su discurso ante las nuevas evidencias. “Él pudo haber sido técnicamente desleal a Estados Unidos, pero no --después de haberlo considerado bien—, a  los valores estadounidenses”, escribió en octubre el columnista Richard Cohen en The Washington Post.

Sus defensores le agradecen el servicio prestado a la sociedad, que ahora conoce cómo el gobierno almacena rutinariamente información sobre millones de ciudadanos, y además han descubierto con estupor que sus hábitos en Internet reciben una atención minuciosa.

Daniel Ellsberg, el militar que entregó a The New York Times los llamados Papeles del Pentágono en 1971, cree que las filtraciones de Snowden ofrecen la posibilidad a la ciudadanía de “echar atrás una parte esencial de lo que se ha convertido en un “golpe ejecutivo” contra la Constitución de Estados Unidos.”


Según el exadministrador de sistemas de la NSA, su desilusión había empezado en Suiza, cuando descubrió los métodos poco escrupulosos de sus colegas de la CIA. Sin embargo, la elección de Barack Obama en 2008 le devolvió la confianza en que las cosas podían cambiar.

Snowden también creyó en las promesas del demócrata sobre el respeto a los derechos constitucionales de los estadounidenses. Para su decepción, las prácticas intrusivas de los órganos de inteligencia se han intensificado desde entonces.  

¿Quién le pone las riendas a la NSA?

Una legislación que habría limitado los poderes de la NSA para recolectar datos telefónicos de los estadounidenses fue derrotada en julio en la Cámara de Representantes. La votación sirvió para presenciar alianzas impensables hace apenas unas semanas, durante la porfía por el cierre del gobierno: el líder de la oposición republicana, John A. Boehner, apoyó a Obama.

Algunos partidarios de una mayor transparencia en la recolección de informaciones esperan incluir sus reformas en una legislación sobre el Pentágono, que debe discutirse antes de fin de año. Un proyecto de enmienda, elaborado por el demócrata Ron Wyden, exigiría a las agencias de inteligencia presentar reportes públicos sobre el rastreo de comunicaciones y la violación de las garantías de privacidad. Sin embargo, la mera discusión del tema ha sido rechazada por los líderes de ambos partidos en el Congreso y en la Cámara de Representantes.


Otra iniciativa, introducida por el demócrata Patrick Leahy y el republicano James Sensenbrenner, prohibiría la recolección de datos telefónicos de ciudadanos sobre los cuales no pesan sospechas de terrorismo. La USA Freedom Act enmendaría además la llamada Ley Patriota, de modo que otros tipos de comunicaciones no puedan ser reunidas de manera indiscriminada por el gobierno.

Un panel de expertos encargado por Obama recomendó a la Casa Blanca limitar el alcance de los programas de espionaje. En el reporte, dado a conocer por el gobierno el 18 de diciembre, se aconseja retirar a la NSA su poder para almacenar información telefónica de ciudadanos estadounidenses, una de las revelaciones más controvertidas de Snowden. Con respecto a la vigilancia a líderes extranjeros, los especialistas consideraron necesaria la supervisión directa del presidente sobre estas operaciones.

En una carta abierta al pueblo de Brasil a mediados de diciembre, Snowden manifestó su deseo de colaborar con las autoridades del país sudamericano en la investigación sobre el espionaje de la NSA al gobierno, empresas y ciudadanos brasileños. Aunque no solicitó el asilo político directamente, el excontratista sugirió esta posibilidad como condición necesaria para desplegar su colaboración. A pesar de la repercusión en las redes sociales, un vocero de la Cancillería descartó la protección al estadounidense, si no presenta formalmente una solicitud a Brasilia.

El Comité de Inteligencia del Senado iniciará próximamente una revisión profunda sobre el funcionamiento de la comunidad de inteligencia, con énfasis en los programas de recolección de información. El examen incluirá audiencias en un proceso que tomará meses, ha advertido la legisladora demócrata Dianne Feinstein, jefa de esa estructura del Congreso. Feinstein es la principal promotora de otro proyecto de ley que reforzaría las prerrogativas de la NSA.

El teléfono de Ángela Merkel

En octubre una nueva ronda de documentos desclasificados por The Guardian reveló que la NSA había intervenido, incluso, el teléfono celular de la canciller federal Ángela Merkel. La gobernante alemana integraba un grupo de 35 líderes mundiales –entre ellos Dilma Rousseff y Enrique Peña Nieto--, cuyas llamadas telefónicas eran monitoreadas por los servicios de espionaje estadounidenses.

Si bien Merkel reaccionó con indignación ante la noticia y pidió explicaciones a Obama, después ha evitado referirse al tema. En una sesión del Parlamento Federal Alemán a mediados de noviembre, el ministro del Interior, Hans-Peter Friederich, cargó contra la NSA por la vaguedad de sus explicaciones sobre el caso del espionaje a la mandataria teutona. Una lista de preguntas sobre el asunto enviada por Berlín a Washington aguarda aún una respuesta, recordó Christian Ströbele, representante del Partido Verde.

En una entrevista a la cadena británica BBC, el secretario de Estado, John Kerry, aseguró que los gobiernos extranjeros afectados por las filtraciones de Snowden se habían mostrado comprensivos. “La gente entiende que el presidente no ordenó esto, sino que ha ocurrido durante un largo tiempo”, justificó el político demócrata.

En ese sentido, el Fiscal General de Estados Unidos, Eric Holder, y la vicepresidenta de la Comisión Europea, Vivienne Reding, suscribieron una declaración conjunta el pasado 18 de noviembre. Ambas partes se comprometieron a alcanzar un acuerdo en los temas de recolección de datos por parte de las autoridades, y las reparaciones judiciales a los ciudadanos de la Unión Europea en Estados Unidos. Las negociaciones deben de concluir en el verano de 2014.

A pesar de las protestas de Berlín, la incomodidad de París por el espionaje a los franceses y los anuncios de Brasilia sobre el reforzamiento de la seguridad de las redes internas contra la intromisión exterior, el escándalo no ha provocado rupturas diplomáticas. La razón podría ser que, como han mostrado las filtraciones de Snowden, el espionaje es moneda corriente aun entre aliados políticos.